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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (23)   

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos

 

 IMAGEN Y SEMEJANZA DEL PADRE: PERFECTOS, MISERICORDIOSOS, SANTOS

Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. ” (Mt 5,45.48)

A las creaturas humanas que Dios había creado a su imagen para que llegasen a serle semejantes, la serpiente les propuso algo que, pareciéndose mucho al designio divino, era todo lo contrario: “Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,5). La propuesta de la serpiente se parece pero es opuesta al designio divino: 1) porque el designio divino apuntaba a conceder la imagen y semejanza a través de la comunión (la comunión filial, obediente) y lo que la serpiente propone es precisamente una ciencia alcanzada a través de la desobediencia, es decir, de la desvinculación. 2) porque el designio divino apuntaba a que el hombre recibiese filialmente todos los dones del dadivoso amor Paterno, como niños que todo lo reciben del Padre, y lo que la serpiente les propone es prescindir del Padre y alcanzarlo todo por sí mismos, por  vía natural (comiendo a escondidas) y no sentados a la mesa del banquete del Reino del Padre y la alegría de Dios.

Jesús viene a revelar que la destinación a la imagen y semejanza es vocación a la filiación. Es como Hijos que somos configurados (no nos configuramos por nosotros mismos) con el Padre.

Más que un mandamiento se trata de una invitación a recibir un don que nos está destinado. Mateo lo llama “perfección”. En el pasaje paralelo, Lucas dice: “Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso” (Lc 6,36). San Pedro escribe: “Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura [Levítico 19,2]:  seréis santos porque santo soy yo vuestro Dios” (1 Pedro 1, 16).

El texto del Levítico citado por Pedro es la estipulación fundamental del así llamado Código de Santidad, en el Antiguo Testamento (Levítico 17-23). Y nos hace comprender que estas frases de Mateo, Lucas y Pedro, son su equivalente en el Nuevo Testamento. Para entrar en el Reino del Padre, del que sólo pueden ser ciudadanos los que viven realmente como sus hijos, la condición es vivir como el Padre. Y eso sólo podemos aprenderlo del Hijo. Pues bien, lo que él nos enseña es que hemos de ser perfectos como el Padre. Lucas explica que esa perfección consiste en su misericordia universal. Y Pedro deriva la posibilidad de vivir así, del hecho de la vinculación filial al Padre. El Padre es nuestro modelo, su conducta es nuestro motivo, y la comunión filial nos hace capaces de lo que no podríamos solos ni por nosotros mismos. Sería tratar de hacernos dioses.

Hasta la próxima

Horacio Bojorge S.J.

hbojorge@adinet.com.uy