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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (45)
Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7
Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.
PADRE NUESTRO
En las primeras palabras de la oración cristiana se reflejan la relación filial y la fraterna y se revelan inseparables.
Parece que Jesús dirigiera el Sermón de la Montaña a sus discípulos en presencia de la muchedumbre. “Viendo a la muchedumbre subió a un monte y cuando se hubo sentado, sus discípulos se le acercaron, y él abriendo la boca les enseñaba diciendo:” (Mateo 5,1). Es una clase pública, abierta. Las enseñanzas que contiene se dirigen, sin embargo, a sus discípulos, aunque estén abiertas a quienes, de la muchedumbre, “tengan oídos para oír”.
A lo largo de todo el Sermón, la relación principal es la relación filial-paterna. Jesús habla de “mi Padre” y “vuestro Padre celestial”; “vuestro Padre que está en el cielo”; “ora a tu Padre”;
“tu Padre te dará de sí”. Todo el sermón, como ya lo hemos dicho, es un retrato de Jesús como hijo y apunta a enseñarnos a vivir como hijos. Para eso enseña cómo ha de obrar un hijo y cuál ha de ser el móvil y el modelo de su justicia filial, superando la justicia de escribas y fariseos e imitando la Perfección del Padre celestial. Luego enseña a vivir de cara al Padre y no para ser visto y alabado por los hombres; a practicar la misericordia, la oración y el ayuno en lo secreto donde sólo el Padre ve y donde se recibe de él generosidad, conciencia filial y autodominio. Por fin, enseña el secreto del corazón filial, confiado totalmente en la providencia paterna.
En las primeras palabras del Padre nuestro, la conciencia filial se expresa como unida a la conciencia fraterna e inseparable de ella. Dios no es sólo “mi” Padre, sino “nuestro” Padre. No puedo dirigirme a Él si no es en comunión con sus hijos, mis hermanos. Tiene muchos otros hijos que por eso mismo resultan hermanos míos y a los que he de amar por caridad, es decir por el amor debido a todo lo que mi Padre ama.
Este comienzo de la oración del Señor puede muy bien espejar la conciencia misma de Jesús. Dice san Pablo, que Jesús era “el primogénito de muchos hermanos” (Rom 8,29; Hebr 2,12-13). Jesús oraba en nombre y en representación de “toda su casa” (Hebr 3,4-6), es decir, de todos los hijos de Dios, al frente de cuya casa lo puso el Padre. Al presentarnos ante el Padre, nuestros vínculos fraternos nos acompañan porque nos constituyen. Por eso es tan grave romperlos y por eso es necesario el perdón, como condición para rezar el Padre Nuestro de manera que llegue al corazón del Padre y que el orante le sea grato: sea reconocible como hijo, por su semejanza con el Hijo.
Hasta la próxima
Horacio Bojorge