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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (49)
Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7
Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.
QUE
ESTÁS EN LOS CIELOS
Jesús inculca una actitud tan reverente como confiada ante el Padre celestial
Tanto en el Padrenuestro como en todo el Sermón de la Montaña, Jesús se refiere al Padre como “Vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,45; 6,1.9; 7, 11.21), “Vuestro Padre celestial” (5,48; 6,14.26.32; 15,13; 18,35;23,9). Con estas expresiones Jesús enseña dos cosas. Primero: inculca una actitud reverente que no está reñida con la tierna confianza filial. Dios no es sólo ¡Abbá, Papi!, sino Abbá “celestial”. Por eso, en segundo lugar, su paternidad divina se distingue de toda otra paternidad terrena. Está en su origen, pero también restaura y repara las deficiencias de la paternidad terrena, herida por el pecado original.
Jesús, oró a Dios, innovando las costumbres aprendidas de su ambiente. “Su oración brotaba de una fuente secreta distinta” (CIC 2599). Se atrevió a dirigirse a Dios con la invocación aramea íntima y filial ¡Abbá! ¡Papi! Y nos enseñó a orar de la misma manera a nosotros, dirigiéndonos al Padre con una actitud de intimidad infantil, confiada y totalmente nueva: ¡Upa Papá! ¿quién se hubiera atrevido si no nos lo hubiera enseñado Jesús mismo? Esta confianza familiar característica del cristiano no va en desmedro de la debida reverencia religiosa, del respeto, sagrado, ni resta nada a la experiencia de la grandeza del Padre y a la distancia que separa su naturaleza divina de la naturaleza humana. Solamente la gracia de su caridad divina ha podido acortar la infinita distancia que hay entre Él y nosotros. La caridad divina ha unido así lo que las naturalezas separaban. La intimidad filial que se me regala me hace medir aún más esa distancia que la bondad del Padre enjuga, revelándose tanto más grandiosa cuanto más condescendiente.
La figura paterna de la familia palestinense en tiempos
de Jesús era patriarcal y por más confianza que se le tuviera, estaba rodeada
de respeto reverente. Las expresiones “que estás en los cielos”,
“celestial” ponen de relieve la excelsitud divina por encima de todas las
cosas de la tierra, y la augusta majestad de una paternidad que superaba incluso
el prestigio del rol paterno en la familia patriarcal bíblica.
Pablo venerará esta Paternidad divina: “Por esta causa doblo mis rodillas
ante el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, por Quien recibe ese nombre toda
otra paternidad en los cielos y en la tierra” (Ef 3, 15). La confianza con el
Padre celestial no ha de ser, pues, ni deficiente ni excesiva.
Además: El Papá celestial repara en sus hijos cualquier herida que puedan haberles dejado los papás de la tierra. Ciertamente es una gracia haber tenido un papá amoroso, fiel ministro de la paternidad celestial. Pero aún si fue malo, los defectos, pecados y hasta crímenes de los padres terrenos, no son impedimento insalvable para la milagrosa obra de divina regeneración mediante la cual el Padre de los cielos todo los restaura, sana y supera.
Horacio Bojorge S.J.
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