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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (41)   

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos

 

   EL PADRE NUESTRO: ORACIÓN SUPREMA

San Mateo nos presenta el Padre Nuestro enmarcado por un prólogo y un epílogo.

 

La cumbre y el centro del Sermón de la Montaña es la revelación del Padre Nuestro. La gran revelación. El Padre Nuestro es la radiografía del Corazón filial: del Corazón de Jesús y de cualquiera que quiera vivir como hijo. Mateo pone el Padre Nuestro entre un ‘prólogo’ y un ‘epílogo’. El prólogo ya lo hemos comentado. Contiene el consejo de no usar muchas palabras como los gentiles, sino poner el corazón abierto ante el Padre porque uno sabe que Él conoce nuestras necesidades y deseos:  “Y, al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo” (Mateo 6,7-8).

Luego sigue el texto del Padre Nuestro mismo. Es la oración del Hijo, propuesta por él a los Hijos. Con ella Jesús quiere enseñarnos deseos del corazón, más que palabras. Es una escuela del deseo. El prólogo nos avisa que el Padre Nuestro no debe ser un palabrerío. (¡Aunque sea un palabrerío cortito!). Ha de expresar, más que palabras, deseos del corazón filial. Nuestro corazón se hace filial en la medida en que le salen espontáneamente como deseos sinceros y profundos, las peticiones del Padre Nuestro. ¡Espíritu Santo, dame un corazón filial como el de Jesús, para desear lo mismo que Él!: “Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;  y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;  y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal” (Mateo 6,9-13)

Por fin, viene el epílogo: “Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;  pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas”. (Mateo 6,14-15).

Así como el prólogo enseña que el Padre Nuestro no ha de quedarse en repetir palabras sino que debe expresar deseos, el epílogo nos recuerda lo que Jesús nos había dicho antes: “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan... para que seáis hechos hijos de vuestro Padre celestial... vosotros pues, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5,43-48). Para ser Hijo hay que tener un corazón como el del Padre. ¡Jesús, danos un corazón de hijos, semejante al tuyo, para rezar el Padre Nuestro como tú lo sentiste!

¡Hasta la próxima!

Horacio Bojorge