| Indice
Tesis
Principales
1. El
ser del fiel laico
2. El
llamado a la santidad
3. El
ser en la iglesia.Koinonía. Misión
4. En
el mundo y no del mundo
|
1. SEIS TESIS SOBRE "EL SER DEL FIEL
LAICO"
- La teología acerca del tema exhibe una
tendencia a adecuarse al uso bíblico
- abandonando o subordinando el uso de los términos
laico-laicado, que no son bíblicos y tienden a retornar a su
esfera disciplinaria, canónica, original
- revalorizando otros términos tradicionales de
raíz bíblica.
- La teología acerca del tema tiene, en la
riqueza de nombres muy variados con que se refiere la Escritura al
creyente (fiel laico), un interesante filón teológico. Tras un
recorrido por los nombres, resulta evidente que hay que privilegiar
dos: a) cristianos y b) hijos de Dios
- El nombre cristianos puede
seguir reclamando un lugar privilegiado en la teología del fiel
laico. Por derivar del título Cristo 0 Ungido, tiene ventajas
para considerarlo el primero en el orden de la exposición de la
triple dignidad y función – sacerdotal, profética y regia – de
las que participan los creyentes.
- El nombre hijos de Dios, que
implícitamente se dan a sí mismos los que oran el Padre Nuestro, es
el nombre principal en el orden del ser y el primero en dicho orden.
Es en el contexto de esta relación e parentesco filial, de vinculación
y de pertenencia, donde se sitúa la santidad como don y como
exigencia: tanto en su referencia a la vida en Iglesia como a la misión
en el mundo. Los fieles son hijos en el Hijo y en cuanto unidos a él,
son Iglesia enviada.
- Tanto la unción como la filiación vehiculan
clara y fuertemente la idea de comunicación, comunión y pertenencia.
La unción profana, como rito de alegría y como parte del ritual de
la antigua eutrapelia oriental, es apta para pasar a significar las
demás formas de la comunicación y participación, cercanía y comunión:
sacerdotal, profética y real.
- Ambos nombres: cristiano e hijo de
Dios designan el ser del fiel laico por su relación de
pertenencia y por su participación, su vinculación, su cercanía y
comunión con Dios.
2. ONCE TESIS SOBRE "LA LLAMADA A LA
SANTIDAD"
- En la noción de santidad hay dos aspectos:
distancia- cercanía, separación-unión, trascendencia-proximidad. Se
da en la santidad la unión de esos contrarios. Frente a la tendencia a
definir la santidad por la separación y a afirmar la trascendencia
ontológica (verdadera) de Dios con perjuicio de su proximidad
(projimidad) existencial y con el consiguiente extrañamiento y alienación
religiosa del hombre, queremos subrayar que la santidad, según la
Escritura, designa primariamente la divina proximidad existencial, sin
perjuicio de la reconocida trascendencia ontológica de Dios.
- La santidad como proximidad existencial se
manifiesta en el Antiguo Testamento en términos de parentesco. Dios es
el Pariente (en hebreo: Go’el) de los patriarcas. Esa relación de
parentesco se expresa en fórmulas de pertenencia recíproca: tuyo-mío.
- Sobre esa relación de pertenencia expresada en
fórmulas como: Yo vuestro Dios – vosotros mi pueblo se funda
la llamada a la santidad (Lev. 19, 2s). Y ya en el Antiguo Testamento,
la santidad divina es a) el motivo b) y el modelo de la
santidad que Dios pide a su pueblo, como conducta de respuesta y
reciprocidad. La llamada a la santidad surge de la pertenencia.
- En el Antiguo Testamento Dios se muestra santo
- en su designio y conducta de aprojimación,
comunicación y pertenencia, respecto de la humanidad,
- en su carácter de Dios-Pariente o Go’el de
los patriarcas y de sus descendientes: Go’el y santo son sinónimos
según Isa. 41, 8. 14.
- Este núcleo temático santidad-pertenencia-parentesco,
es un aporte peculiar de la revelación bíblica a la humanidad y
conserva perenne vigencia:
- para la catequesis de la vida familiar
- para la reevangelización de la cultura del
parentesco, que una tendencia despersonalizadora de los estados y de
la cultura occidental pone en crisis
- como fuente de la propuesta de la civilización
del amor
- La cumbre de la revelación del parentesco
divino y de la máxima projimidad existencial, es la revelación de
Dios-Padre y la participación del creyente en la filiación del Hijo,
con la inhabitación del Espíritu Santo ( = unción).
- La santidad como don, consiste en la
conciencia de pertenencia, implícita en el Padrenuestro. Este don es
el motivo para ser santos como el Padre, cuya regeneración confiere
la capacidad para vivir según la nueva vida recibida.
- También en el Nuevo Testamento, santidad y
pertenencia se implican: la santidad del Padre es a) el motivo,
(1ª Pedro 1, 14-17) y b) el modelo (Mt 5, 48; Lc 6,36) de la
santidad exigida. La filiación, operada por la palabra de Cristo y el
Espíritu Santo, es la vida, la pertenencia que posibilita a la vez
que exige la santidad.
- La vida y obras santas del cristiano,
preparadas por el Padre para cada hijo desde antes de la creación del
mundo, son objeto de petición y de oración. La santidad del
cristiano contribuye a que el nombre del Padre sea santificado, es
decir, se muestre y sea reconocido como santo. La santidad es
principio y fin: arjé y télos.
- En los textos que hablan de la santidad
podemos señalar tres niveles o aspectos a
- conciencia o conocimiento (entre personas:
comunicación de conocimiento)
- lenguaje (emitido y recibido: comunicación
verbal)
- conducta (comunicación de obras y favores)
- La santidad del fiel cristiano, por ser
participación de la santidad del Hijo, se realiza como la de éste:
- en la comunión eclesial
- en la misión al mundo
3. OCHO TESIS SOBRE "LA PERTENENCIA
ECLESIAL Y LA KOINONIA"
- El fiel laico no se distingue por ningún plus
o diferencia específica que lo aparte del común ser eclesial. Por
ser el género y ninguna especie dentro del género, se caracteriza
precisamente por lo común y no por alguna diferencia específica.
- El fiel es, como lo implica su conciencia
creyente cuando invoca al Padre como Padre nuestro: Hijo y
hermano. Interpela al Padre, como hijo, desde su solidaridad colectiva
con Jesús el Hijo y con los demás creyentes, como hermano.
- En nuestro enfoque pertenencial se
diluyen las aporías y falsas oposiciones entre los diversos roles,
funciones y/o carismas, porque los miembros, con toda la riqueza de su
diversidad, son en relación a un nosotros.
- La eclesiología de comunión en el Nuevo
Testamento tiene en el grupo de palabras koinoo, koinonós, koinonía,
una expresión privilegiada. Koinonía expresa la quintaesencia de la
comunidad de la Nueva Alianza y el sentido propio y verdadero de la
vida cristiana.
- En el Nosotros cuya membrecía designa
la Koinonía, no hay distinción entre dimensiones verticales y
horizontales del nosotros. A todas ella se aplica por igual el término
Koinonía. El término expresa precisamente la cercanía, la
projimidad existencial, la comunicación y comunión, el intercambio
de amor, sentimientos, mensajes, favores y bienes.
- La consideración histórica y dinámica de la
Koinonía, considerada como un proceso, nos permite presentar la
eclesiogénesis como la expansión de un Nosotros. El Nosotros
inicial, divino, es el primero: el Protonosotros trinitario. Éste da
lugar por la autorrevelación y la incorporación de los primeros discípulos,
a un Deuteronosotros divino-apostólico. Éste, por la incorporación
de nuevos creyentes, da lugar a un Tritonosotros postpascual, que se
expande en la Iglesia a través de los siglos.
- Es sobre el trasfondo de esta expansión de un
único Nosotros, como deben y pueden comprenderse
- la conversión;
- la apostasía;
- la exigencia de pertenencia excluyente e
incompatible.
- Es también desde el dinamismo vinculador de
este nosotros que aspira a incorporar a todos a sus Koinonía, desde
donde se comprende la misión del Hijo y la de la Iglesia. Y también
desde aquí se comprende que pertenencia y misión son inseparables:
en la cualidad abierta y convocadora del Nosotros divino-eclesial, que
aspira a la incorporación d todos los hombres, reside su carácter
misionero.
4. SEIS TESIS SOBRE "EN EL MUNDO PERO NO
DEL MUNDO"
- El cristiano está en el mundo como miembro de
un Nosotros; como enviado, en nombre del nosotros al cual pertenece, a
ofrecer pertenencia, con su palabra y con su vida, a los que aún no
pertenecen. Si la vida del creyente no manifiesta su pertenencia y no
abre ni atrae a la incorporación, podría decirse que no está en
el mundo como corresponde.
- Mostrar la unión del ágape que conglomera al
nosotros en unidad de pertenencia recíproca y solidaria, es la meta
de la misión al mundo y se llama santidad. Eucaristía y Misión, Cenáculo
y Pentecostés, Pertenencia y Anuncio, son inseparables. Son dos
aspectos de una misma realidad (Sollicitudo rei socialis, 48; Redemptoris
Missio)
- La misión de la Iglesia, como lo es su
conciencia, es "corporativa", eclesial, conjunta. El
Nosotros no envía individuos aislados. La iglesia tiene una misión
como pueblo en su conjunto. Y envía a cada uno con su misión
particular, al servicio de la misión total del Nosotros
Divino-eclesial.
- La misión es el modo propio de estar en el
mundo (como enviados del Padre) y esa misión está al servicio de la
expansión del Nosotros; al servicio de una oferta de caridad. Ha de
ser, por lo tanto, un modo de estar – en la Iglesia y en el mundo
– que haga creíble la oferta, sin traicionar la pertenencia en aras
de la credibilidad. Ha de ser testimonio – también – de
fidelidad.
- Los discípulos están en el mundo en situación
de peligro que puede definirse como "riesgo de desvinculación".
El Mal-o de quien deben ser guardados y guardarse, es mentiroso y
homicida desde el principio. Su mentira principal es la impostura "cristiana".
- La necesidad de velar y orar es relativa
- a la posibilidad de engañarse y ser engañados;
- a la revisión de actitudes exigida por la
persecución;
- a la necesidad de someter la propia conducta
al juicio de Cristo y pedir las propias obras en oración;
- a la posibilidad de apartarse del nosotros por
el enfriamiento de la caridad.
|