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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (81)

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.

 

‘LA’ TENTACIÓN (4)

Jesús, por haber sido tentado él mismo, puede ayudar a los que nos vemos tentados

 

Hemos visto cómo Jesús no fue tentado solamente en el desierto, al comienzo de su ministerio, sino durante toda su vida. El Tentador, directamente o a través de los hombres, quiso desviarlo de la misión del Padre, imponiéndole miras mundanas y humanas. Aún antes de la Pasión, durante la vida pública, Jesús había sido tentado una y otra vez: por sus propios discípulos, por las multitudes, por las autoridades de su pueblo. A Pedro debió reprenderlo porque se oponía al misterio de la Cruz: “apártate de mí Satanás, porque eres motivo de tropiezo para mí” (Mt  16,23). Otros lo tentaron pidiéndole signos (Mt 12,38-39; 16,1-4; Mc 8,11-13; Lc11,29-32; Jn 2,18; 4,48; 6,30). Los ‘bienpensantes’, que se escandalizaban de que comiera con publicanos y pecadores, lo hubieran desviado de su misión encerrándolo en criterios puritanos, ajenos a la justicia filial. El ‘momento oportuno’ en que volvió a atacarlo el Tentador fue la hora de la Pasión. En esa ‘hora’ en que la tentación alcanzó su climax, se requirió de Jesús una fortaleza heroica, alcanzada en la oración constante, que le mereció el título de “varón de dolores, familiarizado con el sufrimiento” (Isa 53,3) y lo erigió en el gran tentado y maestro de tentados: “habiendo sido tentado él mismo en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven tentados” (Heb 2,18). Orando en el Huerto de los Olivos Jesús se muestra Maestro en resistir la tentación. Allí enseña a orar insistentemente al Padre y a pedirle la fuerza para “no entrar en la tentación” (Mc 14,35-39). Allí, un ángel lo conforta (Lc 22,43) para que “su pie no tropiece” (Sal 91,12 ¡ver Lc 4,9-11!) como tropezarán en la Pasión sus discípulos, a pesar de la enseñanza de su Maestro.

Los que pasaban y los que rodeaban la cruz lo insultaban y se burlaban de él diciéndole desafiantes: “¡sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y baja de la cruz! [...] A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad lo quiere; ya que dijo: ‘soy Hijo de Dios’” (Mt 27,40-43). Así lo tentaban para que entendiese la salvación como ellos la entendían. Para que la redujese, como ellos, a la preservación de ‘esta’ vida y se apartase de la voluntad del Padre. Que hiciese su justicia filial a los ojos de los hombres para ser visto y aprobado por ellos. Así también es tentada la Iglesia y lo somos nosotros. Por eso: ¡Padre!: ¡no nos dejes entrar en la tentación!

Hasta la próxima

Horacio Bojorge, SJ