BIBLIA - CONFERENCIAS - DATOS DEL AUTOR - ESPIRITUALIDAD - ESPIRITUALIDAD IGNACIANA - FE Y POLÍTICA - LAICOS - MARÍAPARÁBOLAS Y FÁBULAS - POESÍA - RELIGIOSOS - TEOLOGÍA

 

 

 

 

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (60)

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.

 

ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

 Jesús nos invita a llevar ya sobre la tierra y desde ahora una vida celestial.

 

En Jesús se juntaron el cielo y la tierra. Porque en Él se juntaron en una sola Persona, la naturaleza divina y la humana. Dios verdadero y hombre verdadero. Jesús – Hombre y Dios - es el que, por lo tanto, uniendo en sí mismo lo celestial y lo terreno, lo divino y lo creado, mejor pudo vivir, en la tierra, el equivalente humano de lo que vive como Dios en el Cielo. La expresión: “así en la tierra como en el cielo”, refleja la experiencia de Jesús. Empieza a realizarse desde la concepción misma de Jesús. Su Madre María acepta el mensaje del Angel con las palabras “Hágase en mí según tu palabra”. Y así comienza a hacerse en ella la voluntad del Padre: “así en la tierra” – es decir en su seno de mujer mortal – “como en el Cielo”; es decir como eternamente en el seno del Padre:

“A Dios nadie lo vio jamás; Dios Unigénito que está en el seno del Padre nos lo dio a conocer” (Juan 1, 28). Lo que estaba oculto en el sí de María, escondido en sus entrañas y en su Corazón, en el anonimato de Nazaret, lo proclama el canto de los Ángeles en la noche del nacimiento de Jesús. Ese canto de los Ángeles le proclama a los pastores que ha comenzado la realización de la voluntad divina que trae consecuencias “así en la tierra como en el cielo”. Los Ángeles anuncian, en efecto, en su celestial sinfonía el establecimiento de una nueva sintonía entre el Cielo y la tierra, es decir entre Dios y los hombres. Desde ahora, habrá “gloria a Dios en los cielos” y “en la tierra paz a los hombres” en los que Dios se complace (Luc 2,14). Jesús, comenzando desde su nacimiento, va a completar y va a llevar a cabo esa obra con su vida y con su muerte: “pacificando mediante la sangre de su Cruz lo que hay en la tierra y en los cielos” (Col 1, 20). Hasta Jesús no había paz entre la tierra (los hombres) y el Cielo (Dios). Y no la sigue habiendo perfecta fuera de Jesús: “porque el Padre tuvo a bien reconciliar por él y para él todas las cosas” (Col 1, 20).

Jesús puede hablarnos de las cosas terrenas porque conoce las celestiales: “Nosotros – dice a los incrédulos - hablamos de lo que sabemos [...] si hablándoos de cosas terrenas no creéis ¿cómo creeríais si os hablase de cosas celestiales?” (Juan 3, 11-12). Si sus discípulos deben ser perfectos como el Padre celestial, en ellos se refleja ya en la tierra la perfección del cielo (Mt 5, 48).

Hasta la próxima

Horacio Bojorge S.J.

hbojorge@adinet.com.uy