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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (67)
Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7
Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.
PERDÓNANOS
NUESTRAS OFENSAS Y DEUDAS
“A Dios le debemos los derechos que le hemos arrebatado”,
Las ofensas o también: las deudas. La ofensa es una deuda contra el honor o la gloria debida a alguien y que no se le da, o se le sustrae. Por eso una ofensa a Dios es también una deuda con Él. Le debo el honor de Padre, el reconocimiento, pero vivo como si no fuera mi Padre ni yo su hijo.
“Con esta petición ocurre lo mismo que con la anterior: solamente la podrá decir como conviene el que haya escuchado las palabras de Jesús y haya aprendido de Él: 1º) que es deudor de Dios y por cierto en gran medida y 2º) que el Padre quiere perdonar y cuáles son sus condiciones” (H. Schürmann).
Esta petición corresponde al Don del Consejo. Santo Tomás considera que es un gran Consejo que el Espíritu Santo le da al pecador para salir de su pecado, como un médico le prescribe el mejor remedio al doliente. El mejor remedio del pecado, en efecto, es la limosna y la misericordia. Y por eso a esta petición le corresponde la Bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”
¿Qué le debemos a Dios? “A Dios le debemos los derechos que le hemos arrebatado”, dice Santo Tomás. “Es derecho de Dios que cumplamos su voluntad, pero nosotros le arrebatamos ese derecho cuando anteponemos nuestra voluntad a la suya”.
Esta petición nos hace reconocernos pecadores y nos ayuda a ser humildes y a temer ofender a Dios. Pero también nos ayuda a no desesperar de alcanzar el perdón divino fortaleciendo nuestra esperanza. “Así, dice Santo Tomás, de esta petición nace no sólo el santo temor sino también la esperanza, porque nos muestra que todos los pecadores que se arrepienten y confiesan sus pecados, alcanzan misericordia”. Pero hay una condición, una sola: que también nosotros perdonemos a los que nos ofenden; a nuestros deudores. Hemos dicho ya que la “deuda” se refiere no sólo al dinero, sino a todo lo que se nos debe y no se nos da. En otras palabras a todo el que comete injusticia contra nosotros y nos trata injustamente, porque la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo, lo que se le debe. El que no nos da lo que nos debe, obra “injustamente” con nosotros, así como nosotros somos injustos con Dios. La justicia lesionada se repara, pues, por el perdón que concede el ofendido. Esta petición nos revela, por último, que perdonar a los demás, es algo que le debemos “en justicia” a Dios mismo.
Hasta la próxima, hermano.
Horacio Bojorge S.J.