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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (66)
Lectura guiada
de Mateo capítulos 5 al 7
Vivir como el
Hijo – Vivir como Hijos
EL
PAN NUESTRO DE CADA DÍA DÁNOSLE HOY
“El
Padre concede cada día el pan a los que siguen a Jesús y porque están con él”
Se puede errar por
entender el “pan nuestro de cada día” en forma precipitadamente alegórica
y simbólica, diríamos ‘espiritualista’ o, por el contrario, en forma
profana o naturalista. Las interpretaciones tradicionales nos enseñan a afirmar
las tres dimensiones del pan “nuestro”, del pan de los hijos. Bromeando podríamos
decir que: El Pan “nuestro”, es un pan “integral”: terreno y espiritual
a la vez. Pero Jesús nos enseña también a desear y pedir prioritariamente el
aspecto más propiamente “nuestro” del pan nuestro. Más que al pan ‘genérico’
común a todos los hombres Jesús enseña a pedir el pan “específico”, que
hace hijos: la eucaristía que une al hijo, y la Palabra que una al Padre en la
escucha filial y gozosa de su voluntad.
“Buscad primero el
Reino de Dios y su justicia [filial], y todo eso [comida y vestido] os lo dará
[el Padre] por añadidura” (Mt 6, 33). Este dicho podríamos aplicarlo a la
petición del pan: “Buscad primero el Pan celestial: la Eucaristía y la
Palabra del Padre, el pan terrenal se os dará por añadidura”. A este apetito
preferencial por los bienes divinos se refiere el dicho de Pedro: “apeteced la
leche espiritual ... si es que habéis gustado qué bueno es el Señor” (1
Pedro 2, 2-3). Esta “opción preferencial” del hombre religioso por la
relación con Dios mismo se reflejaba ya en el dicho del salmista: “¿Acaso no
te tengo a Ti, en el cielo? Y contigo: ¿qué me importa la tierra? Se consumen
mi corazón y mi carne por Dios” (Sal 72, 25-26)
Al Señor le agradó
que Salomón prefiriera pedirle el bien del pueblo elegido más que bienes para
sí mismo; y le concedió por añadidura los que no había pedido (1 Reyes
3,4-15). Al Padre le complace que sus hijos: 1) apetezcan y pidan el pan
celestial, es decir la eucaristía y la Palabra de Vida y 2) confíen en su
Divina Providencia que nos les dejará faltar la comida.
En situaciones de
extrema necesidad material puede ofuscarse el corazón del hijo. El hambre lo
cegó a Esaú. Menospreció la Promesa y vendió su derecho por un plato de
guiso (Génesis 25, 29-34). En una situación de miseria o de hambre, el
Tentador puede cuestionar la Providencia del Padre y poner a prueba la condición
filial:, “Si Dios es tu Padre...”; “¿Cómo permite esto?”, “Si eres
hijo de Dios...”. La prueba y la tentación son momentos de gracia
privilegiados, ocasiones de profundizar la fe en la Providencia del Padre, y
hambrear filialmente su Palabra (Sal 118, 103).
Hasta la próxima
Horacio Bojorge S.J.