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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (70)

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.

 

COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

  Si queremos orar como el Hijo tenemos que perdonar como y con el Hijo

 

Viviendo como el Hijo, Jesús nos enseña a vivir como Hijos. Orando como el Hijo nos enseña a orar como Hijos. Y perdonando como el Hijo nos enseña a perdonar como Hijos. Si es que queremos ser hijos, tenemos que vivir y actuar como tales. Nadie es hijo si no obra como hijo.

La principal razón por la que debemos perdonar es porque Jesús, el Hijo, perdonó. Perdonar es uno de los principales aspectos de la misión del Hijo al mundo. Jesús perdonó muchas veces a lo largo de su vida, en nombre de Dios y en su propio nombre. Se presentó a sí mismo perdonando los pecados y provocó por eso la extrañeza o el escándalo de muchos: “¿Quién es este para perdonar pecados?” (Lc 7, 49). Viendo la fe del paralítico, le dijo “Tus pecados te son perdonados” (Mt 9,2; Mc 2,5). Y ante el escándalo de algunos presentes, afirmó que “el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder para perdonar pecados” (Mc 2, 7). Viendo el gran amor de la mujer pecadora, dijo a quien la menospreciaba: “te digo que le son perdonados muchos pecados, porque amó mucho”. Y a ella le dijo: “tus pecados te son perdonados” (Lc 7, 47-48). Pero sobre todo, él mismo, personalmente, perdonó en la hora solemne de la Cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”  (Lc 23, 34). Esta lección, dada a sus discípulos desde la cátedra de la Cruz, la han repetido desde entonces millones de discípulos mártires. Son, ellos también, herederos del ministerio del perdón que inauguró en la historia su Maestro.

En su primer visita de resucitado, junto con la infusión del Espíritu Santo, Jesús comunicó su misión de perdonar a los apóstoles y a través de éstos a la Iglesia: “como el Padre me envió, así os envío yo, ...  recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados” (Jn 20, 21-23). Esta misión incluye tanto el poder sacramental, como también todo ejercicio del perdón por parte de cualquier cristiano. El pueblo cristiano ha sido enviado a la historia de los pueblos a introducir y enseñar la sabiduría del perdón. Hay todavía pueblos que consideran que la venganza es una obligación de piedad y una virtud. No ha de ser así el pueblo cristiano. Por eso, si no perdona no puede recibir perdón, por lo que Jesús enseña: “Perdonad y seréis perdonados” (Lc 6, 37).

Hasta la próxima

Horacio Bojorge

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