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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA (77)
Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7
Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.
NO
NOS DEJES ‘ENTRAR’ EN LA TENTACIÓN
“La entrada en la tentación es la salida de la condición filial”.
La fórmula habitual del Padre Nuestro que rezamos en la liturgia eucarística, la que encontramos impresa en los libros litúrgicos y en los devocionarios, la que rezamos habitualmente, dice: “no nos dejes “caer” en la tentación”. Pero Jesús no dijo: no nos dejes “caer” sino: no nos hagas “entrar”. Eso quiere decir en griego el término “eisenénken” que encontramos tanto en Mateo 5,13 como en Lucas 11,4. También en latín se dice “ne nos inducas”: no nos hagas entrar. Con esta fórmula extraña se han roto la cabeza los intérpretes: “¡no nos hagas entrar en la tentación!” [me eisenénkes hemás eis peirasmón]. ¿Cómo puede Dios meterlo a uno en la tentación?. Porque es una fórmula que resulta chocante, la Iglesia nos la ha explicado maternalmente, haciéndonos orarla así: “no nos dejes ‘caer’ en la tentación”.
Esta fórmula suprime la extrañeza, pero tiene sus inconvenientes: solemos entenderla en un sentido reductivo o predominantemente moral. Como si se tratara de las tantas ‘caídas’ contra los mandamientos o en las concupiscencias y los vicios capitales. Tendemos a entenderla como: “no nos dejes pecar cuando tenemos tentaciones”.
La expresión “entrar” en ‘la’ tentación, nos pone, en cambio, sobre la pista de la justa comprensión del sentido del “caer” y de la naturaleza de la “tentación”. Sabugal lo explica luminosamente al poner esta expresión en paralelo con la que habla de “entrar en el Reino”. “‘Entrar en la tentación’ – explica Sabugal - es una expresión del todo análoga a ‘entrar en el Reino’ (Mc 9, 47) o ‘entrar en la vida’ (Mc 9,43.45) lo cual equivale a tomar posesión definitiva de esa realidad salvífica: instalarse en ‘el Reino’ y participar de ‘la vida’”. Es lo que nosotros hemos explicado como “entrar en la condición filial”. “Análogamente, ‘entrar en la tentación’ - prosigue explicando Sabugal - significa, penetrar en su interior, [...] participar personalmente en ella o entrar en comunión con ella; [...] instalarse temporal o definitivamente en la tentación o sucumbir a ella. De esta instalación piden al Padre sus hijos ser preservados, cuando inician la súplica diciendo: “No nos hagas entrar”, o sea: “Haz que no entremos en...”.
Por eso, hay que notar bien que Jesús no nos enseña a pedir que el Padre no nos evite “tentaciones” o que no nos deje caer en “las tentaciones”. Jesús no habla de tentaciones, en plural, sino de ‘LA’ tentación, o sea de ‘una tentación’ muy concreta a la que se reducen todas las demás: la entrada en la tentación no es otra cosa que la salida de la condición filial, el abandono o el menosprecio de la divina filiación.
Hasta la próxima
Horacio Bojorge