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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (71)

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos.

 

  PERDÓNANOS COMO NOSOTROS PERDONAMOS

  Es la Iglesia la que dice esta oración y la que cumple la condición. Aunque yo no lo logre aún, su ejemplo me estimula. 

Comentando el Padre Nuestro dice Santo Tomás: “para que el Señor escuche nuestra petición de perdón, el Padre requiere de nuestra parte que perdonemos al prójimo las ofensas que nos haya hecho”. Se trata de una condición. De otra manera no nos perdonaría. Leemos en la Escritura: “¿Guarda ira el hombre al hombre y pide a Dios la salud?” (Ecclo. 28,3). Y también: “perdonad y seréis perdonados” (Lc 6, 37). En esta quinta petición está la única condición que nos pone Jesús en todo el Padre Nuestro. Y es la única que se exige para alcanzar el perdón. Es imprescindible que la cumplamos para alcanzar el perdón. Si no  perdonamos no nos perdonará a nosotros.

Argumenta Santo Tomás: “¿Podrías quizás decir: Diré lo primero, es decir, ‘perdónanos’ y callaré lo segundo ‘como nosotros perdonamos’?”. Y agrega con algo de buen humor: “¿Es que quieres engañar a Cristo? Ciertamente no lo engañarás. Puesto que fue Cristo quien compuso esta oración, se acuerda muy bien de ella. No puede ser engañado. Por lo tanto, si la dices con la boca cúmplela con el corazón”. ¿Entonces no habrá que decirla si uno no tiene el propósito de perdonar? Parecería que es cuestión de sinceridad y de verdad, rezarla solamente si uno ha perdonado realmente, pero omitirla si aún se guarda algún rencor en el corazón y no se tiene el propósito de perdonar. Pero, como observa el mismo Santo Tomás, quien la rezara así, no mentiría “porque no ora en nombre propio, sino en nombre de la Iglesia, y la Iglesia no se engaña. Por eso esta petición se expresa en plural”.

Acerca del “cómo” perdonamos, hay dos modos de perdonar, dice Santo Tomás. Uno es el modo de los perfectos, y consiste en que el ofendido vaya al encuentro del ofensor, conforme a la recomendación del salmista: ‘busca la paz’ (Sal 33, 15). El otro es el modo común a todos, que a todos obliga, y consiste en conceder el perdón a quien lo pide. ‘Perdona a tu prójimo cuando te agravie’, dice la Escritura, ‘y así, cuando tú implores el perdón, te serán perdonados tus pecados’” (Ecclo. 28,2).

A esta petición corresponde la Bienaventuranza: ‘bienaventurados los misericordiosos’ porque la misericordia hace que tengamos piedad de nuestro prójimo, aún cuando nos ofenda.

Hasta la próxima

Horacio Bojorge

hbojorge@gmx.net