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Comentario
del P. José María Carreras S.J.
En: Revista
Teológica Limense, Vol. XXXV – Nº 1 – 2001. Págs 120-123
El autor se ocupa del
pensamiento de Juan Luis Segundo S.J. porque, según el Padre Cándido Pozo
S.J., profesor de la Universidad Gregoriana y miembro de la Comisión Teológica
Internacional, este jesuita, fallecido hace cinco años es, “entre todos los
teólogos que reaccionaron ante la Instrucción de la Congregación para la
Doctrina de la Fe sobre ‘Algunos aspectos de la Teleología de la Liberación’
(del 3/9/1984), quien ha elaborado con más profundidad la justificación teológica
del conflicto” (p. 138).
No es ésta la única razón.
Como demuestra el autor, con una bibliografía exhaustiva, Juan Luis Segundo
sigue siendo un autor cuya doctrina alimenta un centro importante de
controversia, tanto en Europa como en Latinoamérica, donde sigue recibiendo
elogios póstumos. De aquí la importancia y actualidad del libro que nos
ofrece, tanto en forma global, como atendiendo a multitud de facetas, el
pensamiento del teólogo uruguayo, tan en contacto con las principales teologías
europeas, católicas y de todas las confesiones.
La aparición de esta
obra, ofrece además un punto de referencia importante para comprender otras
teologías de la liberación prácticamente en sintonía con la de Juan Luis
Segundo. Esta nos muestra con más profundidad cuál es el verdadero telón de
fondo.
Desde el fallecimiento de
Juan Luis Segundo, el 17 de enero de 1996, están interviniendo en la
recomendación de sus obras y de su enseñanza, personas, instituciones y
revistas representativas de la Compañía de Jesús, como muestra el P. Bojorge
en la Bibliografía de su obra (especialmente en la página 379). Esto podría
suscitar la impresión de que la Compañía misma asume y difunde como propias
las doctrinas de Juan Luis Segundo (cf. p. 13). Nada más lejos de la realidad.
Por eso, el P. General de la Compañía de Jesús, Peter Hans Kolvenbach escribía
al P. Bojorge:
“Sería
oportuno que Usted publicara su evaluación de la obra del P. Segundo,
participando así en el diálogo teológico y contribuyendo a la formación de
la mentalidad de los cristianos y, en particular de los miembros de la Compañía”
(Carta del 7 de mayo de 1997).
En esta obra se estudian,
junto al pensamiento de Segundo, ciertas corrientes teológicas relacionadas con
él, sumamente drásticas frente a la fe, como, por ejemplo la corriente llamada
“de la muerte de Dios”. Esto ayuda a comprender el tono del título de la
obra.
Desbordaría el marco de
esta breve presentación, entrar a fondo en los temas del pensamiento de Juan
Luis Segundo que desarrolla el autor, pero se pueden señalar brevemente algunos
puntos.
Uno de ellos es
ciertamente de una gran importancia, es la del verdadero significado que tiene
para Segundo el Magisterio de la Iglesia. Una faceta de esta actitud, implícita
en otras teologías de la liberación, se hace explícita con una gran crudeza,
en su obra, “Teología de la Liberación. Respuesta al Cardenal Ratzinger”
(Cristiandad, Madrid, 1985): “Deseo
dejar esto en claro desde el comienzo: entiendo que mi teología (es decir mi
interpretación de la fe cristiana) es falsa si la teología del documento es
verdadera o es la única verdadera” (p.27).
Según Bojorge, y a
demostrar esto dedica gran parte de su obra, “en esto Juan Luis Segundo no se
engañaba” (p. 340).
En lo que se refiere a las
cuestiones que son de fe, Bojorge nos dice: “Juan
Luis Segundo no niega frontal y abiertamente las convicciones de fe respecto al
Magisterio. Pero siembra su camino de cuestionamientos, objeciones y dudas o
cita profusamente opiniones de autores que sí se oponen, manifestando su simpatía
por ellos aún por encima de puntuales disensos” (p.
192).
El autor va estudiando
todo esto, en los casos del relativismo histórico, historicismo, marxismo,
materialismo, tan unidos entre sí mostrando su penetración en el pensamiento
de Segundo del cual afirma: es en filosofía,
agnóstico y relativista. A pesar de lo cual, estima que un saber filosófico
tan marcesible como la flor del campo, puede brindarle fuerza y perdurabilidad a
la palabra de Dios” (p. 113).
Como consecuencia de este
relativismo filosófico, se señala que Juan Luis Segundo, junto con los
mencionados errores ingresa en el gremio de los gnósticos modernos, que se
iluminan con el pensamiento esclarecedor de M. J. Le Guillou sobre el mismo (p.
114). El autor, desarrolla en forma sugestiva (pp. 164-168) cómo una serie de
grandes teólogos modernos han sabido caracterizar estas ideologías “gnósticas”
que no hay que confundir con los
“gnósticos” de la primitiva Iglesia. Así lo han hecho Le Guillou, De
Lubac, von Balthasar, Ratzinger, Manaranche quienes les han dado ese nombre y
las han caracterizado como aquellas ideologías que colocando como base de la fe
un elemento variable (la razón en Kant; la subjetividad; lo existencial en
Bultmann; la historia; la utilidad social y la antropología), combaten a los
creyentes que se atienen a la interpretación tradicional de la fe, acusándoles
de “no ser dialogales” (pp. 206-210). El autor pone algunos ejemplos de
ideologías gnósticas y muestra sus consecuencias (p 210-214). Dedica el capítulo
11 a la “Eclesiología Gnóstica”, en la que coloca la eclesiología de
Segundo (pp. 303-314), y en el Anexo 2 (pp. 349-354) estudia la reducción de la
fe a gnosis. Es éste uno de los temas en que este libro entra más a fondo.
Igualmente, se nos dice cómo
el relativismo influye en la noción de los dogmas de fe: “Una
de las tesis principales, quizás la principal de esta obra, (está hablando
de la obra de Juan Luis Segundo, “El dogma que libera. Fe, revelación y
magisterio dogmático” Col. Presencia Teológica 53, Ed. Sal Terrae, Santander
1989, 408 pp.), es que el dogma católico
no sólo ha ido evolucionando y cambiando según la praxis histórica eclesial,
sino que ha ido siendo históricamente recreado. Juan Luis Segundo está de
acuerdo en que esto haya sido así – como se desprende de lo que ha dicho en
3.1 acerca de su comprensión de la revelación - y propone que se debe seguir
haciendo siempre lo mismo, sólo que deben tomar la posta las instancias democráticas
y moverse en otra dirección opuesta y con fines opuestos a los del Magisterio
hasta ahora” (p. 117).
Claro está que con eso la
misma noción del dogma de fe se diluye como sucede en otras teologías de la
liberación, y con ella toda “trascendencia” .
“Inmanencia” frente a
“trascendencia”, éste es en realidad el problema de las teologías de la
liberación. El peligro de caer en la primera, en un “reduccionismo”
inadmisible, es el peligro que nos viene señalando el Magisterio desde la
“Evangelii Nuntiandi” hasta nuestros días. No sólo el Magisterio sino al
mismo tiempo una nube de teólogos sensatos de todos los países. El autor se
suma a ellos y toca el problema ampliamente. Llega a la conclusión de que la
“fe” en la historia, toma el
lugar de la fe cristiana (p. 167), y se convierte en la medida para juzgar la
Revelación, la tradición, el Dogma, el Magisterio, la constitución jerárquica
de la Iglesia, a toda otra autoridad eclesial, así como a la fe del pueblo fiel
(p. 167).
No es posible detenernos
en una serie de puntos interesantes de que trata el autor, como de un
“Pan-energismo” que trata, un tanto ingenuamente, de trasladar a la teología
las leyes de la termodinámica (p. 172), la identificación de la humanidad con
la Historia de Salvación y la influencia de W. Pannenberg en Juan Luis Segundo,
que el autor desarrolla en forma sugestiva (pp. 164-168). Así nos va exponiendo
cómo se va definiendo históricamente el perfil teológico de Juan Luis
Segundo, terminando con una nueva teología sustraída a cualquier criterio
normativo (pp. 247-267) y con el ataque a la teología académica (pp. 267-269),
tema este último que aparece crudamente en otras teologías de la liberación.
(No se ve cómo este ataque, no es
un ataque al Magisterio que suele expresarse con el lenguaje de la teología
académica no pocas veces, aunque otras veces use los términos en el sentido
popular).
Aunque a lo largo de la
obra se ha ido exponiendo la incompatibilidad del pensamiento de Juan Luis
Segundo con el Magisterio universal de la Iglesia, se añaden al final
declaraciones de obispos uruguayos sobre el particular. Tiene especial fuerza la
de los representantes de la Conferencia Episcopal Uruguaya (p. 329), según la
cual los errores del P. Segundo son “ruinosos para la fe” (31-12-1985).
La obra es de gran
utilidad para conocer el pensamiento de este importante representante de la
teología de la liberación, al que se refiere la Instrucción “Libertatis
Nuntius” de 1984.
José María Carreras S.J.