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Eudaldo Forment, Prof. Dr.,
en:
Espíritu
(Cuadernos del Instituto Filosófico de Balmesiana, Barcelona) LI (2002) p. 172
Horacio
Bojorge, Teologías deicidas - El pensamiento de Juan Luis Segundo en su contexto, Ediciones
Encuentro, Madrid, 2000, pp. 380, 15 x 23, ISBN: 64-7490-602-4
El profesor de
Cultura y Lenguas Bíblicas del Departamento de Filología y Lenguas Clásicas
de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República (Montevideo) ha
preparado este importante libro al modo de un “informe” sobre los errores de
las obras y las enseñanzas del jesuita uruguayo Juan Luis Segundo, que falleció
en 1996. Según el P. Bojorge puede decirse que las ideas del conocido y
elogiado teólogo son los propios del pensamiento gnóstico moderno. “Sus
representantes se apartan de la organicidad propia de la verdad cristiana. Toman
prestados de la fe su lenguaje y sus temas, pero para entenderlos a su manera.
Aunque no crean en odos los artículos del Credo revelado, sin embargo utilizan
en su discurso un cierto número de ellos. Ante ese discurso, el creyente
experimenta un cierto malestar. Siente que los objetos de la fe están como
deportados, descentrados en relación con la verdad orgánica del dogma, que por
ello entran en contradicción unos con otros y que, en ese contexto, no se puede
mantener la síntesis orgánica” (p. 14). Además: “La obra de Juan Luis
Segundo, como todo el modernismo ‘católico’, pertenece a la modernidad que
se hunde en su ocaso y que sería vano querer resucitar” (p. 340).
Con su
informe, el Dr. Bojorge: “Demuestra por qué no se puede decir, como se ha
dicho, que el pensamiento de Juan Luis Segundo sea serio y riguroso. No es serio
porque trata con ligereza las fuentes de la revelación histórica y sus
contenidos, así como las autoridades que son los principios de la teología.
Tampoco puede decirse que su pensamiento sea riguroso, porque la lógica de su
pensamiento no es rigurosa. No lo es porque su razonamiento no se somete al
rigor de los principios lógicos, porque lo somete a torsiones y saltos
desorientadores y que de hecho redundan en falsficación y error, hasta tal
punto que su manera de argumentar llegó a suscitar la duda, entre alguno de sus
críticos, de si sus falsificaciones son puramente inadvertidas o intencionales.
No es riguroso, tampoco, porque no se somete al rigor de la verdad católica
revelada”
E. Forment