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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (32)

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos

 

EL DESAFÍO DE JESÚS

 

«Guardáos de practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” (Mateo 6,1).

¿Cómo vivió Jesús mismo este consejo que nos da? Él, hombre justo, con una justicia  que era el fiel reflejo de su justicia divina. Él en cuyos labios no se encontró engaño (1 Pedro 2,22) y a quien nadie pudo convencer de pecado (Juan 8,46). Él, hijo perfectamente justo como su Padre (Mateo 5,48).

Pues bien, él no reclamó gloria de los hombres por su justicia. Él fue manso y humilde de corazón, es decir de adentro, no de apariencia. Vivió la mayor parte de su vida oculto y desconocido en un pueblito perdido. Sus compaisanos no lograron sospechar nunca quién estaba viviendo entre ellos. Me lo imagino como tantos humildes que viven sin pretensiones. Y Él lo fue; no como quien renuncia dolorido, sino como quien abraza un tesoro. Jesús vivió abrazando su anonimato todo el tiempo que pudo.

En un mundo donde los emperadores se hacían adorar como dioses, Él, como Dios que era, hubiera sido el único hombre con derecho a exigir el reconocimiento de su divinidad; y de haber buscado y reclamado el tributo de honores y el culto que le era debido en estricta justicia. Sin embargo, dice Pablo: siendo de condición divina, no se aferró a su gloria, sino que pasó por un hombre cualquiera y se humilló hasta la muerte más humillante que era la de Cruz (Flp 2,6-8).

 

Jesús no se dejó desafiar por el mundo. Ni por el afán de gloria de sus discípulos. Al revés. Él nos desafió a todos. En Jesucristo, Dios desafía al mundo. Y la Iglesia debe ser ministro de ese desafío reconciliador. El no cede a la incredulidad cuando lo desafía a dar signos. Dios nos enseña que no basta ser creíble para ser creído. Porque él fue sin duda creíble y no creído por tantos.

Él es quien aún sigue desafiando al mundo a que crea que Él es el enviado y a que crea en el mensaje de los que Él envía.

¿Qué hacer con los desafíos del mundo? Miremos a Jesús. A Él también lo desafiaron como hoy a nosotros: “¿Qué signos haces para que creamos?” ( Jn 6, 30; Mt 16, 1-4; Mc 8, 11-13). Avenirse a darles signos de credibilidad a los que no querían creer, hubiera sido condescender con su incredulidad y dejarlos en ella. Y, muy sutilmente, ceder a actuar por  vanagloria, buscando la aprobación de los hombres y no la gloria que le venía del Padre. Jesús nos enseñó que no se puede aceptar el desafío de la soberbia sin incurrir en vanagloria. Hasta la próxima

Horacio Bojorge