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EL SERMÓN DE LA MONTAÑA  (33)   

Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7

Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos

 

EL QUE TE VE, PORQUE ESTÁ EN TI

 “El Que ve en lo secreto”, es un Nombre del Padre. Igual que  “El que está en los cielos”. Son títulos que Jesucristo le da a su Padre. “El que está y ve en lo secreto”. Este nombre nos enseña a encontrarnos con el Padre en nuestro interior, ocultándonos a la mirada de los hombres. «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre... (6,1) [...] “tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (6,4) [...] “entra en tu aposento y después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (6,8) [...] “que tu ayuno no sea visto por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (6,18).

El Padre es omnividente porque está omnipresente. Ve el corazón del hombre, porque está allí.

“La mirada del hombre no es como la de Dios, porque el hombre mira las apariencias pero el Señor mira el corazón” (1 Sam 16, 7). Él “penetra hasta las fronteras del alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay creatura invisible: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de dar cuenta” (Hebr. 4 , 12-13). “Es el Señor el que pesa los corazones” (Prov 21, 2).

 

Para los hijos esta fe se hace experiencia. Viviendo de cara el Padre crece la conciencia de estar siendo siempre mirados por estar inhabitados: “vendremos a él y pondremos nuestra morada dentro de él” (Juan 14,23. Mirados por el Padre y mirándolo. Viéndose con el Padre. La vida eterna es eso: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti” (Juan 17,3) . “Que se estén mirando contigo siempre como yo” diría Jesús, y, en ese mirar y ser mirados, recibiendo de Ti la vida cada día.

 

El lugar del encuentro con el Padre es nuestro propio corazón filial. El Padre ve allí, porque está allí. Para cultivar la filialidad que hemos recibido en el bautismo, ayuda mucho acostumbrarnos a hacer cosas a escondidas de los hombres y para que las vea sólo el Padre; abrirle al Padre nuestros pensamientos y sentimientos, buenos o malos. Ese ejercicio de fe introduce en la bienaventuranza filial. Porque es también allí, en lo secreto, donde se recibe la respuesta del Padre, de manera clara y perceptible. Si nunca hiciste la prueba, empezá hoy. Después me contás.

Hasta la próxima. Horacio Bojorge

hbojorge@adinet.com.uy