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Ahora, pues, lean a los demás hermanos, para que también ellos
aprendan cómo debe ser la vida de los monjes, y se convenzan de que
nuestro Señor y Salvador Jesucristo glorifica a los que lo
glorifican. El no sólo conduce al Reino de los Cielos a quienes lo
sirven hasta el fin, sino que, aunque se escondan y hagan lo posible
por vivir fuera del mundo, hace que en todas partes se lo conozca y se
hable de ellos, por su propia santidad y por la ayuda que dan a otros.
Si la ocasión se les presenta, léanlo también a los paganos, para
que al menos de este modo puedan aprender que nuestro Señor
Jesucristo es Dios e Hijo de Dios, y que los cristianos que lo
sirven fielmente y mantienen su fe ortodoxa en El, demuestran que los
demonios, considerados dioses por los paganos, no son tales, sino
que, más aún, los pisotean y ahuyentan por lo que son: engañadores
y corruptores de hombres.
Por nuestro Señor Jesucristo, a quien la gloria por los siglos.
Amén
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