EL ANGELUS [*]
Tres veces al día, o sea al amanecer, al mediodía y al anochecer, el dulce tañido de la campana desde lo alto de las grandes catedrales o desde la pequeña iglesia aldeana invita a los cristianos a elevar al cielo la sublime plegaria del Angelus para saludar a María y recordarle la escena más grandiosa de su vida: la Anunciación del ángel de Nazaret y el misterio de la encarnación del Verbo en sus virginales entrañas: El ángel del Señor anunció a María, y concibió del Espíritu Santo... El Angelus sufrió un lento proceso evolutivo hasta alcanzar su forma definitiva tal como lo rezamos hoy. Este proceso evolutivo abarca tres siglos: el XIII, en el que comienza el Angelus vespertino y poco después el matutino; el XV, en el que comienza en Francia el Angelus del mediodía, y el XVI, en el que la fórmula de los tres Angelus reunidos llega a ser universal y estable. El primer documento conocido en el que encontramos el Angelus en su forma actual, indulgenciada por Paulo III, es un catecismo impreso en Venecia en 1560. Poco después, en 1571, San Pío V inserta el Angelus en un Oficio parvo de la Virgen aprobado por él. El triunfo definitivo y universal del Angelus se logró cuando Benedicto XIII, el 14 de septiembre de 1724, con el breve Iniunctae nobis, concedía cien días de indulgencia por cada vez que se rezase y una plenaria al mes al que lo recitase diariamente de rodillas por la mañana, a mediodía y por la tarde al toque de campana. Benedicto XIV estableció el 20 de abril de 1742 que durante el tiempo pascual se sustituyese el Angelus por la antífona Regina caeli laetare. Finalmente, Pío VII, en 1815, añadió al Angelus tres Gloria Patri, etc., en acción de gracias por los dones copiosamente otorgados por la Santísima Trinidad a la Virgen, particularmente por su gloriosa Asunción a los cielos. El toque característico del Angelus consiste en el tañido de tres campana das antes de cada Avemaría, seguidas, finalmente, de nueve campanadas algo más rápidas que las tres rítmicas anteriores. Nuestros mayores conservaron fielmente esta preciosa práctica, que hoy, por desgracia, descuidan muchos cristianos. Era una escena bellísima en los talleres, fábricas, en el seno del hogar, en pleno campo, etc., ver cómo los fieles cristianos interrumpían un momento su trabajo al toque de la campana y se descubrían respetuosamente para saludar a María con el rezo devotísimo del Angelus... . |
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