VOLVER A INICIO

Deportes | Oyentes | Nosotros | Agenda | Links

Economía

El Corralito: ¿Exclusivo de la Argentina?

Hace más de un mes estuvimos hablando en POR EL MISMO CAMINO sobre los sucesos económicos acaecidos en Argentina y trazábamos ciertos paralelismos con Uruguay.
Recordábamos que por ejemplo en Colonia tradicionalmente existían tres bancos a lo largo de cinco cuadras sobre la avenida principal llamada Gral. Flores. Eran ellos el Banco República, el Banco Hipotecario (los dos estatales) y el de San José, que luego pasó a llamarse Santander (privado). Con el correr de los años fueron apareciendo otros hasta llegar en estos últimos tiempos a rondar los catorce bancos (algunos de ellos con nombres jamás escuchados) en esas mismas cinco cuadras donde estaban los tres originales.

Por supuesto que este crecimiento exagerado no fue debido al mayor poder adquisitivo del pueblo uruguayo o a la instalación de múltiples empresas que requirieran un mayor servicio por parte de los bancos. El motivo principal se debía a la poca confiabilidad que presenta el sector financiero argentino y se buscaba la "tranquilidad y seguridad" del sistema bancario uruguayo con su "secreto bancario" de por medio.

En los últimos meses de 2001 y los primeros del 2002 se estima que cruzaron el charco no menos de 2.000 millones de dólares en busca de la plaza "segura". Bastó que el Banco Central dispusiera la intervención de dos bancos que operan en el Uruguay, el Galicia (sucursal del homónimo argentino) y el Comercial (primera institución privada uruguaya) para que fuera comentario generalizado si la mentada seguridad era tal. Según el Banco Central entre enero y febrero del 2002 se retiraron depósitos por más de 1.000 millones de dólares.

En la Argentina siempre se dijo que habían inventado el dulce de leche, el micro y la birome, ahora también el corralito. En el Uruguay se produce excelente dulce de leche, los micros circulan por sus calles y los chicos usan biromes en el colegio. Ojalá que el corralito siga siendo exclusividad de la Argentina y los neoliberales uruguayos no carguen sobre las espaldas de sus compatriotas la obligación de compartir el último invento de la otra orilla.