LA INTENCION DE ESTA PRODUCCION

 

Totalmente al margen  de cuestionar la trayectoria y el estilo poético de Discépolo,  la calidad y el reflejo de un sentimiento transmitido en estrofas, no se pretende aquí   hacer un juicio a su obra porque no estaría yo en condiciones de hacerlo.

 

Lo que sí se pretende es  a n a l i z a r   el contenido de la letra de este afamado tango, su estudio semántico y su valor literal. Tomar cada estrofa, cada palabra y desmembrarla hasta su punto medular. Es éste el único modo que nos permite llegar a contradicciones que plantea el discurso de Discépolo y de lo que creo, la mayoría de las personas que lo cantan  o recitan aún no lo han distinguido.

 

Analizar la producción de los grandes autores es un acto tan fascinante como grato  que nos permite humanizarlos y ponerlos en discusión. No todo análisis implica en ello una crítica. Saber, en realidad, a quién está destinada su producción y la finalidad en la intención  es lo que hace al trabajo más interesante aún.

 

Esto ya lo hemos visto en la letra del Himno Nacional o en los cánticos patrios: unidos al contexto que da la escuela y la familia dará  por resultado una ideología, un sentimiento de pertenencia, de nacionalismo, de valores,   pautas de conducta, conceptos...que perdurarán o no.

 

Un caso concreto son “Los consejos del Viejo Vizcacha”. Preste mucha atención a lo que le transcribo textual:

“Hacete amigo del Juez

No le dés de qué quejarse

Y cuando quiera enojarse

Vos te debés enconger

Pues siempre es gueno tener

Palenque ande ir a rascarse.

Nunca le llevés la contra

Porque él manda la gavilla

Allí sentao en su silla

Ningún guey le sale bravo

A uno le da con el clavo

Y a otro con la cantramilla”.

 

Es obvio que estas estrofas del Martín Fierro tienen que ver con un contexto histórico del siglo pasado donde la figura del juez simboliza el poder y el orden clasista que separa a los diferentes actores sociales. Pero sin embargo, este tema se convirtió en refrán popular argentino y ha trascendido el tiempo. Hoy  en el término de  “juez”   involucramos , por supuesto, a cualquier juez como también a la policía, al gerente, a un superior o personaje que maneje el poder. Con esto se consigue ser el objeto de manipulaciones, de conseguir prebendas a cambio de amistad con los poderosos, de recibir premios por suministrar información de interés para los jerarcas, de recibir sobornos, de pagar sobornos, de no denunciar por mediar la amistad.

Todo esto formó la cultura popular argentina.

 

Siempre anda alguno por ahí orgulloso de ser amigo del dueño, tener un antepasado rico que perdió su fortuna porque lo cagó el socio, y la mayoría manifiesta el deseo oculto de ser rubio y de ojos celestes. Hasta relatan apasionadamente que tienen antecedentes caucásicos en la familia. Casi ninguno quiere ser un negrito.

 

Por eso somos   como somos. No somos argentinos que hacemos las cosas de tal manera sino que las hacemos así por ser  argentinos.

  

Pero ¿cómo se puede saber hasta dónde influencian las letras

populares?    

Los jóvenes comparten hoy  temas musicales desde el rap, el punk, el hip-hop, rock, heavy y ritmos latinos que reflejan conflictos políticos, raciales y sociales muchos de los cuales plantean desde la revolución, la inercia (laissez fare), la anarquía, la drogadicción, la reacción desde la intelectualidad, el compromiso  y hasta la violencia  en todo su concepto como único medio de solución a los problemas dados. Al tomar el segmento de canciones (en idioma nacional o extranjero) que hablan de la decadencia de una sociedad que ya no tiene salida  -por citar alguna temática-  debemos ubicarlo dentro del contexto social y en tiempo y espacio, ya que cada cultura reacciona de diferentes modos.  La noche en su plenitud, el ritmo continuo de la música enloquecedora  que marca el pulso de la juventud: acelerado, impulsivo, desmedido. Los gritos de arenga para que el frenesí no se detenga, el alcohol rindiendo cuentas de su poder, el éxtasis provocado por el momento o por la química. No  parar.  Moverse en forma repetitiva, cíclica e individual es la consigna. Como un espasmo. Una convulsión. Transpirar. Agitarse. Gritar y repetir el grito. Reírse a carcajadas. Volver a transpirar. Calmar la sed y no parar. Otra Coca. Más coca. Y en medio de esa euforia la letra de una música que excita, que se repite, que se escurre en la mente permeable y se simbiotiza hasta transformar a un pelele en un iracundo irrefrenable. Pero reproducido en miles.

Este ejemplo ha servido sólo para demostrar la relevancia del contenido de la música que se populariza modificando el imaginario de quien lo escucha, su  psiquis, la construcción de valores y la destrucción  de otros, el reemplazo del idioma o la incorporación de nuevos estilos y costumbres. Habría que preguntarse a quiénes responden  estos pregoneros del Apocalipsis que hablan de un mundo o de una sociedad en rápida vía de extinción pero que firman sus contratos por los próximos diez años por las dudas que no se extinga demasiado pronto. Existen grupos musicales que promueven a la droga,  la violencia y al alcohol como única vía de escape de este caos en el que los han sumergido generaciones anteriores. Sin embargo, especulan comercialmente de esa crítica sin propuestas válidas.

 

A mi modesto entender, en otro tiempo pero en el mismo espacio, Enrique Santos Discépolo tuvo exactamente la misma influencia de “The Cure”, “Nirvana” , “Marylin   Manson”, “Motley crue”, “Metallica”, “The doors”, “Skid row” “Flema” o “Sex pistols”, sobre la construcción de identidad argentina.  No es lo mismo cuando canta su protesta  Patricio Rey con sus Redonditos de Ricota, o la Mona Giménez que pregona en lenguaje carcelario el reclamo del 2x1, o Calamaro que invita a fumar marihuana o los bailanteros que proponen excitarse con vino y cerveza a que escriba yo en estos fines del 2000,

 

Lo mismo pasó con Discépolo en su época. Era él quien atravesaba los oídos y  las mentes creando ya entonces nuestra identidad.

 

Fomentó la típica “viveza criolla”   - donde el que le roba la moneda a un mendigo es un “canchero bárbaro”-  así como justificó  la delincuencia en aras de obviar la categorización de “gil”. Basta con ver   que ha convertido al chorro en un héroe nacional. (Si no me cree póngase a analizar esta tesis).

 

Le digo más. Gracias a usted se inventó una palabra nueva  en nuestro amplio léxico: “discepoliano”. Esto quiere decir que cuando alguien utiliza el término “gil” aclara si es en el sentido “discepoliano” o no. O sea, el  que hace algo indebido  para no pasar por tonto. Pichón Riviere lo definiría como “la presión del grupo sobre el individuo que lo integra”.

 

Confunde y altera los valores morales y da por sentada una desigualdad social que debe existir como jerarquía “nacional”: el Señor... (¿ de qué feudo se escapó Discépolo?). Me viene a la memoria el famoso Dr. Merengue y su dualidad planteada por “el otro yo”: la apariencia y la verdadera esencia del ser. Afueras y adentros de una sociedad  de dos caras que come mortadela  y quiere eructar pollo. Aparentemente... (Ahora se dice así: aparentemente esto, aparentemente lo otro. Se muestra como aparente lo que es harto evidente)

 

En síntesis, lo que aquí se busca en este simple trabajo, es ayudar a pensar lo que escuchamos y repetimos en la cotidianeidad.  El hábito, lo rutinario y lo mecánico  del hábito nos anula , a veces, la creatividad y el discernimiento. Opino que hay que volver a escuchar, hay que trabajar en la memoria, hay que volver a la gramática, al diccionario. Y supongo que esta  presentación ayudará a tener una mirada diferente sobre un tango que  tiene una trascendencia tal que los comentarios en la actualidad   son “¡cuánta razón tenía Discépolo!”. “¡Ese sí que la tenía clara!...Y mirá que hace tiempo que la escribió!”.

 

Suena increíble la vigencia de su contenido, al punto que ha sido grabado e interpretado por distintos cantantes  internacionales y en diferentes idiomas

 

A fin de cuentas propongo analizar desde el discurso político, el discurso popular, la publicidad o la letra de un tango que a lo largo de generaciones ha cavado muy hondo.

 

Demasiado para mi gusto...

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