Revista Horda
N° 1-Año 2000
Volver


LA POLITICA DE LA CHINCHE FLACA

Raúl Dargoltz
Prof.de Historia Social Regional de la UNSE

     Raúl Scalabrini Ortiz fue un gran escritor y poeta, y también debe ser considerado como uno de los más grandes historiadores de la economía argentina. Fue también, a no dudarlo, el gran “descubridor de nuestra realidad” como lo llamó don Arturo Jauretche, otro de los grandes olvidados.
     Scalabrini escribió catorce libros y su famosa novela El hombre que está solo y espera y con un puñado de amigos desde Forja (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) denunció heroicamente y en permanente soledad, la acción del capital inglés en América latina: “...ya hemos entregado al capital extranjero las vías de comunicación terrestres y fluviales, y el monopolio del comercio de granos y de la industria de la carne. Todo aquí está bajo el dominio extranjero.         Extranjero es la mayoría del capital bancario, extranjeras las grandes empresas de recreaciones públicas, extranjera una parte abrumadora del capital invertido en hipotecas, extranjeros los tranvías y los medios urbanos de movilidad, extranjeros los poseedores de acciones de una increíble proporción de sociedades anónimas que embanderan sus edificios en los días patrios. Extranjeros son también los acreedores del Estado, para cuyo servicio el Estado impone tributos colindantes con la exacción...”(1)

La constancia y la lucha
     Scalabrini Ortiz vivió modestamente con su esposa y sus cinco hijos, gracias a su trabajo de agrimensor hasta su muerte, acaecida el 30 de mayo de 1958. Pudo obtener todo tipos de honores y riquezas materiales en el país y en el extranjero, pero prefirió “suicidarse”, es decir, lo que él llamaba eliminar todo lo que constituye para los hombres normales una manifestación de vida: “la lucha de posiciones, la conquista del éxito y su mantenimiento, la pequeña vanidad, la pequeña codicia, el pequeño engreimiento”. “Matar todo eso es suicidarse”, decía el insigne escritor; y reafirmaba que justamente su “suicidio” era el principal secreto de su constancia y permanente lucha sin conocer nada que pudiera desalentarlo.
     Una de las anécdotas que describe cabalmente la personalidad de Scalabrini Ortiz fue la que protagonizó con Sir Montague Eddy, representante de los intereses ferroviarios ingleses en el país, en el año 1944. Los ingleses, fieles a su inveterada costumbre, intentaron comprar su silencio a raíz de una campaña que llevaba a cabo por la nacionalización de los ferrocarriles ingleses. Scalabrini Ortiz, en plena “década infame” de la corrupción generalizada, respondió a este intento  contestando al representante inglés que él estaba protegido de sus propias debilidades por la “política de la chinche flaca”, Ante el estupor del fanático inglés, que no comprendía su respuesta, Scalabrini le explicó en qué consistía esa política que seguía en su vida.
     “En la lejana época en que usted llegó a este país como un ingeniero pobre, sin más riqueza y poderes que la lejana, pero siempre atenta protección del Imperio, usted debe haber dormido en esas pocilgas que se llamaban hoteles. Habrá luchado alguna noche contra los fastidiosos insectos y observado qué difícil que es matar a una chinche que todavía no ha chupado sangre. Usted la aprieta entre los dedos. La refriega y la chinche continúa como si le hubieran hecho una caricia. En cambio, si la chinche ha comido y tiene su panza hinchada, basta una pequeña presión para exterminarla. Bueno, yo sigo la política de la chinche flaca y por eso que usted nada puede contar mí ni nada puede hacer a mi favor”. Mientras Sir Montague Eddy lo observaba fumando su pipa, Scalabrini Ortiz siguió hablando con palabras que nos deberían resonar como latigazos: “Es indispensable estar limpios de ambiciones y de codicias. Por eso quienes abrirán la senda de los hechos nuevos serán los humildes, los desmunidos, los trabajadores. Para estar junto a ellos, latiendo en el ritmo de su pulso, los que no somos naturalmente ni humildes ni trabajadores, sólo tenemos una norma posible: la política de la chinche flaca...” (2)
     El país se apresta a vivir el próximo 10 de diciembre un nuevo y esperanzado cambio de gobierno. En nuestra empobrecida provincia, el gobernador Carlos Juárez ingresará en su quinto mandato, después de haber conducido esta provincia por cincuenta años.
 Pero como el hombre de Scalabrini Ortiz, nos sentimos solos y esperamos aún esperanzados. “...Todos mienten y él no sabe por qué. Duda de todos: los hechos hormiguean entre las verdades bamboleantes. Ya ni en las esencias cree. Todo es ficticio. Todo es titubeante, dudoso, controvertible. El mundo es una selva de mentiras en que se extravía ya avanza al tuntún. Está sólo y perdido con la pureza de su verdad en el corazón...” (3)
     ¿Tendremos la suerte los argentinos de ver “suicidarse” como Scalabrini Ortiz a algunos de nuestros políticos? Qué hermoso sería que ellos, y por supuesto también nosotros, eligiéramos la “política de la chinche flaca” como una forma de vivir.
     Si eso ocurriera, y permítanme seguir soñando, “porque soñar es el único derecho humano que todavía no nos han podido quitar a los humanos...todavía...(4), estoy seguro de que el siglo que comenzará será totalmente diferente y mucho más solidario que el que agoniza.

Notas:
(1) Scalabrini Ortiz, Raúl. Noticias gráficas, 1933.
(2) Galasso, Norberto. Vida de Scalabrini Ortiz, Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1970.
(3) Scalabrini Ortiz, Raúl. El hombre que está solo y espera, pág 124, Buenos Aires, 1931.
(4) Dargoltz, Raúl. Extraído de la obra de teatro “Clemencia Colifata”.
 

                                                            Volver