A
124 kilómetros al norte de San Luis, por la ruta nacional 146, se
encuentra Luján, una localidad de antiguas quintas, transparentes
arroyos y una vegetación que al amparo de las sierras de San Luis
adquiere una desarrollo inusual como se puede contemplar en la Quebrada
de las Higueritas.
Por la calle principal de
Luján, el asfalto lleva hasta el pié de las sierras, cruzando
en el trayecto el Centro Cívico, la Iglesia de Luján, antiguos
picos público de agua y coloridas plantaciones de naranjos, con
añejos palos borrachos que parecen haber extraviado su rumbo en
alguna trasnochada.
Un cartel de letras blancas
sobre fondo verde, se levanta a la izquierda del camino antes de subir
al dique, indica la proximidad de la Reserva Forestal. Por una huella de
700 metros se accederá en vehículo (aunque no es aconsejable)
hasta el lugar conocido como La Puerta de la Quebrada.
Es el ingreso a Las Higueritas,
una superficie de 10 hectáreas que esconde a lo largo de su recorrido
la más variada vegetación que hoy se puede encontrar en la
provincia de San Luis. Su clima templado húmedo le ha permitido
desarrollar en su mayor esplendor una flora que no dejará de sorprender
a cualquier desprevenido visitante.
22 veces habrá que
cruzar el río que custodia en toda su extensión a la quebrada.
Un angosto sendero -de ideales características para ser interpretativo-
comenzará de a poco a adentrarse en el bosque. Vendrán entonces
enredaderas, higuerillas, cocos, quebrachos, palmeras, moras, talas y molles,
que se confundirán con otras plantas menos conocidas.
Mientras tanto, las ricas
fragancias de las aromáticas procurarán destapar hasta la
congestión nasal más rebelde. Y no faltarán tampoco
las hierbas medicinales para garantizar un rápido alivio a éste
y otros problemas de salud, con un nutrido vademecum de poleo, menta, cedrón,
marcela, zarza parrilla, cola de caballo y varias especies más.
Serán 2 horas de
contacto pleno con la naturaleza hasta llegar a La Puerta del Medio. Este
puesto que supo pertenecer antiguamente al Coronel Loyola, hoy es habitado
por Don Justino Camargo, quien además de dedicarse a la cría
de cabras, realiza artesanías únicas en cuero.
El regreso no será
menos entretenido. Las lagunas que se van formando a lo largo del río
favorecen el desarrollo de truchas que saltan entre las piedras, al tiempo
que reinamoras, picahuesos y cardenales revolotean entre las ramas, indicando
el camino correcto.
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