Antiguo Testamento

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EL ANTIGUO TESTAMENTO AFIRMA, POR SI MISMO, SER LA PALABRA DE DIOS.

 

Alrededor de 3000 veces, con expresiones como “dijo Jehová”, “vino a mí la Palabra de Jehová” y similares, el Antiguo Testamento atestigua de sí mismo ser la Palabra de Dios.  O miente de manera abrumadora, descarada y descalificante; o reitera solemne e insistentemente la más grande de las verdades.  No hay término medio.

Sobre tan alto grado de confiabilidad, y ante tan claras afirmaciones sobre sí mismas, no podemos tener la más mínima duda que las Escrituras del Antiguo Testamento, el Tanaj de los judíos, es Palabra de Dios.

Jesucristo ratificó la veracidad del Antiguo Testamento

 

Con toda naturalidad citó la creación, el diluvio, la destrucción de Sodoma, el pez que mantuvo tragado a Jonás por tres noches y tres días, etc..  Además habló de Adán, de Noé, de Abrahám, Lot, Jonás, Naamán, David, Salomón, etc.  Citó textos y expresiones de varios libros y siempre respaldó la autoridad del escritor y la cualidad de haber sido guiados por el Espíritu de Dios al escribir (Mt.22:43).

Si alguien duda de la veracidad del Antiguo Testamento también cuestiona la validez de la Palabra de Jesucristo.

 

Jesucristo creyó que el Antiguo Testamento era Palabra de Dios que anunciaba su propia persona.

 

Consideremos detenidamente cómo usó la Escritura para resistir al diablo en Mt.4, cómo en Lc. 4:21 aseguró que se había cumplido en él la profecía de Is. 61, cómo desafió a sus opositores a que investigaran las Escrituras porque daban testimonio de él (Jn. 5:39), y cómo les enseñó a sus discípulos en Lc. 24 todo lo que Moisés, los Salmos y los Profetas habían escrito de él.