La Estrategia

 

 LA ESTRATEGIA Y EL PROCEDIMIENTO CON QUE NOS FUE ENTREGADA

 

La Biblia no sólo es un libro, sino también un compendio de 70 libros individuales (contando Salmos como 5 libros).

Es un libro porque comienza con los “principios” de todas las cosas, en ella se desarrolla el drama de los tiempos y de la humanidad, y termina con juicios y situaciones concluyentes y definitivas. 

Por otro lado, es un conjunto de libros porque cada uno de ellos tiene su propio trasfondo y propósito, y cada escritor conserva su propia personalidad, vive sus propias circunstancias y hace sus específicos anuncios.

Más de 40 autores humanos escribieron esta obra monumental, hombres de diferentes trasfondos sociales y grados de educación, en diferentes culturas y sucesivos imperios a lo largo de 16 siglos, usando 3 idiomas diferentes, en muchos casos sin poder consultarse unos con otros.  Sin embargo, no nos dejaron un revoltijo de ideas dispares o enfoques alternativos o posiciones disidentes. 

La Biblia es una historia en desarrollo, la revelación de Dios en forma progresiva, es el desenvolvimiento de una unidad con una armonía y continuidad que le llevan a declararse completa en sí misma.  Ese sobresaliente aspecto ya es prueba contundente de que es algo sobrenatural y maravilloso.

Moisés escribió el Pentateuco 500 años antes que las más antiguas escrituras hinduistas, y 2000 años antes de que Mahoma escribiera el Corán.  Pese a su marcada antigüedad tiene un alto grado de confiabilidad histórica, como veremos, mientras que los antiguos escritos budistas e hindúes existen en muchas versiones y ofrecen filosofías contradictorias, y aun hacen conflictivas referencias a hechos que en realidad nunca han acontecido.

El libro del mormón fue escrito (hace solo algunas décadas) por un hombre solo, que dijo haber visto ángeles que le mostraron planchas de oro con textos escritos, que sólo podía traducir con unos anteojos especiales y de las cuales hoy  no hay documentos, manuscritos ni copia alguna.

El Corán fue escrito por un solo hombre, Mahoma, que se encontró con un ángel en una cueva cuando aún era analfabeto.

En cambio, la diversidad y cantidad de autores humanos que al escribir los libros de la Biblia concordaron sin conocerse, es prueba contundente de que los escritos bíblicos no fueron traídos por mera voluntad o inspiración humana.  Cuando creemos en la Biblia no confiamos en los escritos de un solo hombre (lo cual sería un serio riesgo), antes bien confiamos en los escritos de muchos hombres que coincidieron en sus valores fundamentales y se complementaron de principio a fin sin discordias ni contradicciones.

¿Qué sucedería si les pidiésemos a los 40 mejores escritores contemporáneos que se reúnan para escribir un gran libro para la humanidad?  ¿Se pondrían de acuerdo?  ¡Por supuesto que no!

¿Y si se lo pedimos a 40 religiosos?  ¡Menos todavía!

¿Están todos de acuerdo al dictar leyes en el Congreso?  ¿…?

El desarrollo coherente de la Biblia pese a la diversidad de sus libros y escritores, su continuidad pese al extenso desenvolvimiento de sus doctrinas y revelaciones, y su inagotable contenido que depende de un libro para interpretar otros, son pruebas evidentes de que alguien estuvo guiando a los escritores humanos, así como muchos de ellos lo afirmaron (2 P.1:21).  Si el Espíritu de Dios no los hubiese guiado sería imposible que los escritores se coordinaran, se complementaran y concordaran tan precisamente en sus solemnes anuncios.

La estrategia y el procedimiento con que la Biblia nos fue entregada distingue a esta obra extraordinaria de cualquier otro libro sobre la faz de la tierra a través de los tiempos.  Con un simple razonamiento, cualquier persona honesta en su pensar ya debería admitir que “alguien” estaba detrás de todo esto, y que ese alguien debe haber sido capaz de estar a través de los siglos con los diversos escritores, en los diferentes lugares, manejando los distintos idiomas y situaciones para guiarles al escribir.  Eso no es poco.