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Sister Isolina

lunes, 21 de agosto de 2000


Sila M. Calderón
Candidata a la gobernación PPD

PUERTO RICO ha perdido a una de sus almas más nobles. Ejemplo de una entrega incondicional a los más necesitados y de un compromiso incorruptible con el bienestar común, Sor Isolina Ferré ofrendó su vida a las causas nobles y justas, dentro y fuera de Puerto Rico. Encarnó valores morales y cristianos de primer orden, y puso siempre su vocación por encima de cualquier otra consideración. Sister Isolina fue una enviada de Dios que, durante su trayectoria en este mundo terrenal, convirtió en acciones el amor profundo que tenía por los que sufren, por los que no tienen acceso y por los que todavía esperan.

Sor Isolina fue un rayo de luz que en momentos de oscuridad sirvió de lámpara y de guía a personas que se encontraban en tinieblas. Fue refugio seguro para tantos que, en momentos de ansiedad y tristeza, encontraron en ella una mano extendida, una palabra de aliento y una promesa de fe. Concretizó con su obra autoimpuesta los anhelos de servicio que en su temprana juventud la inquietaron y la retaron a esa entrega que se convirtió en su norte.

Se nos fue un ángel que con su alma noble hizo feliz a tantos e hizo una contribución inmensa a nuestro país. Más allá de la honda tristeza que produce la partida de Sor Isolina, la misma nos invita a todos a una reflexión profunda sobre la responsabilidad que tenemos, privada y pública, de atender en una forma sensible, vigorosa y eficaz a los miles de puertorriqueños que aún viven en pobreza extrema y que esperan porque se les extienda la mano.

Esa pobreza que Sor Isolina combatió es la física y es la del alma, que todavía afecta a un gran número de nuestros hermanos puertorriqueños. Fueron muchos los años de entrega de Sor Isolina. En ellos, luchó contra la pobreza y les dio esperanza a niños desamparados, madres solteras, mujeres maltratadas y familias abatidas. Sor Isolina impactó a las comunidades de escasos recursos con el establecimiento de varios centros de orientación e intervención comunitaria. Los programas de adiestramiento, de orientación, de asistencia a niños, jóvenes, mujeres, familias y a la comunidad en general fue su contestación a los problemas de desempleo, drogadicción, pobreza y desintegración familiar.

Sor Isolina le arrebató vidas al vicio. Cambió el llanto en alegría. Fijó para siempre, en los labios de mucha gente, sonrisas y felicidad. Rescató almas y las colocó al servicio del bien, de lo imperecedero... de lo que sale del corazón. Su ministerio y su sacerdocio fueron, sin lugar a dudas, una bendición del cielo y un regalo de Dios a esta patria.

La partida de Sor Isolina tiene que ser parte de una reafirmación en la erradicación de la pobreza, en todas sus manifestaciones. Es una oportunidad única para hacer de nuestra lucha contra la pobreza un imperativo moral. Es la obligación de asumir a cabalidad lo que a cada uno nos toca en ese deber de conciencia.

La función que ella realizó en todos los centros que estableció, incluyendo el de Caimito, reafirmó mi pensamiento respecto al poder que tienen las comunidades marginadas y de escasos recursos. Compartí sus preocupaciones por la comunidad y por el centro. Lo vi crecer y desarrollarse, al igual que he visto a una comunidad impactada por la obra que allí se ha llevado a cabo. He podido apreciar cómo la intervención con los jóvenes incide en las familias y trasciende al diario vivir de la comunidad. De ahí la importancia de la obra en las Comunidades Especiales, y de la capacidad de éstas para la autogestión y el apoderamiento comunitario. Es una oportunidad preciada para hacer del residente de la Comunidad Especial el eje central de la planificación, la renovación y el desarrollo.

Todos estamos retados a lograr alianzas entre las comunidades. Los sectores públicos y el sector empresarial, con el objetivo de asumir las diversas responsabilidades que faciliten el desarrollo comunitario. Todos estamos convocados a lograr un enfoque integral al problema de la pobreza, que descansa en el convencimiento de que hay que atacarla desde todos los frentes. Este modelo, que tan exitoso ha sido para el desarrollo de las Comunidades Especiales de San Juan, debe ser repetido a nivel de todo Puerto Rico.

Tenemos una responsabilidad de conciencia de volver a hacer de la lucha contra la pobreza la primera prioridad de nuestra gestión como país. No solamente los gobiernos tienen que cumplir su obligación ministerial, sino que todos los sectores de la sociedad tienen que tomar la determinación de obrar con responsabilidad concertada para darles la mano a estos compatriotas, de modo que ellos mismos puedan tomar mayor control sobre sus vidas y lograr un proceso de superación personal y familiar. Esta será la mejor forma de rendir tributo al trabajo que por tantos años llevó a cabo nuestra querida Sor Isolina Ferré.

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