Escultura y Artesanía

Arquitectura de los siglos XIX y XX

Además del neoclasicismo, durante el siglo XIX hay otros estilos. El romanticismo se interesa por las líneas medievales, siendo uno de los gustos artísticos más ensayados el neogótico. Se encuadran aquí el Castillo de Butrón en Gatika (levantado sobre una casa-torre en 1878, de aspecto romántico y caprichoso inspirado en el neogótico francés, obra del Marqués de Cubas) y el Castillo de Antoine d'Abbadie en Hendaia (siguiendo la escuela del afamado arquitecto francés Viollet-le Duc).

De similar orientación es el castillo de Gautegiz-Arteaga (forma encargada por la emperatriz Eugenia de Montijo a los arquitectos Ancelet y Couvrechet). Una imagen diferente presenta el Palacio de Miramar en Donostia-San Sebastián (construido en 1893 en gótico inglés según proyecto de Selden Wornum). En el ámbito religioso el neogótico inspiró la catedral del Buen Pastor en Donostia-San Sebastián (consagrada en 1877), catedral nueva en Vitoria-Gazteiz (iniciada a principios del XX, proyectada por Javier Luque y Julián Apraiz), iglesia del Carmen en Neguri, Getxo (1905, obra de Emiliano Amann), iglesia de San Juan Bautista en Obanos (de principios del XX) y en el País Vasco Continental las iglesias de Saint André en Baiona y Saint Jean Baptiste en Izura-Otsabat.

El eclecticismo está presente en Euskal Herria a través de numerosos edificios: antiguo Gran Casino (concluido en 1887 según el proyecto de Luis Aladrén y Adolfo Morales, actual ayuntamiento) y Teatro Victoria Eugenia (1909, obra de Francisco Urcola) en Donostia-San Sebastián; Teatro Arriaga, Casa Consistorial (estas dos últimas de 1890 y 1892, respectivamente, son obras de Joaquín Rucoba) y Palacio de la Diputación Foral (acabado en 1900, entre neoclásico y plateresco, de Luis Aladrén) en Bilbao. Es de este estilo el Monumento a los Fueros (efectuado entre 1894 y 1903, obra de Manuel Martínez de Ubago) en Pamplona-Iruñea.

El modernismo puede apreciarse en la Estación del Ferrocarril de Santander (proyectada por Severino de Achúcarro a finales del XIX), edificio de la Alhóndiga (1905, de Ricardo Bastida) y palacio de Chávarri, todos ellos en Bilbao.

A principios del XX se divulgó el empeño dirigido a recuperar el estilo considerado típico de una zona, la llamada arquitectura "regional". es la corriente arquitectónica neovasca. Son ejemplos la estación de Ferrocarriles de Atxuri (obra de Manuel María Smith Ibarra) y el Palacio de Ibaigane de Bilbao. El neovasco se combinó con otras líneas, caso de varios palacetes con aire inglés en Getxo. En el País Vasco Continental es un trazado muy habitual, como el Chalet de Arnaga (construido entre 1903 y 1906) sito en Kanbo-Cambo les Bains.

En los años veinte y treinta del siglo XX llegan las tendencias renovadoras racionalistas. Desdeñan el interés por el estilo arquitectónico y prioritan las necesidades sociales, a la par que emplean modernos materiales de construcción. Algunos ejemplos son el Real Club Naútico de Donostia-San Sebastián (1929, José Manuel Aizpurua), edificio de Correos (1927, Secundino Zuazo), Grupo Escolar Briñas (1933, Pedro Ispizua) y eidficio Aurora (1935, Manuel Galindez) en Bilbao y el Seminario en Iruñea-Pamplona (1931, Víctor Eusa).

En los años cincuenta la obra de mayor trascendencia histórico-artística por su audacia fue la construcción de la parte moderna de la Basílica de Arantzazu. Fue un compendio de varias aportaciones: Francisco Sáinz de Oiza y Luis Laorga proyectaron el edificio y la torre, Lucio Muñoz efectuó una vanguardista ábside, Jorge Oteiza trabajó el conjunto en piedra Los apóstoles y la Piedad, polémico por el número de catorce apóstoles representados, Eduardo Chillida hizo las puertas exteriores y fray Javier Alvarez de Eulate las vidrieras. También de los cincuenta data el Santuario de la virgen del Puy en Lizarra-Estella (1951, de Víctor Eusa).

A partir de los sesenta destacan los proyectos de Jose Luis Peña Ganchegui: remodelación de la Plaza de la Trinidad en Donostia-San Sebastián (1963), iglesia de San Francisco en Vitoria-Gazteiz (1968) y a principios de los 80 el diseño (en colaboración con Eduardo Chillida) de la singular Palza de los Fueros en Vitoria-Gazteiz.

En las últimas décadas son varios los edificios relevantes destinados a diversas finalidades como por ejemplo el Palacio de Congresos Europa en Vitoria-Gazteiz (de Rafael González y Pedro de Lorenzo).

En 1977 fue inaugurado el Museo Guggenheim Bilbao, obra de alcance internacional proyectada por Frank O. Gehry. Otras realizaciones avanzadas son el Palacio de Exposiciones y Congresos Kursaal en Donostia-San Sebastian (de Rafael Moneo) y el Palacio Euskalduna de Congresos y de la Música en Bilbao (diseñado por Federico Soriano y Dolores Palacio).

Pintura de los siglos XIX y XX

Durante el XIX los principales géneros son el histórico (recreación de hechos o mitos del pasado), el costumbrismo local y el paisajístico. Son pintores de estos años Francisco Bringas, José Echenagusia, Antonio de Lecuona, Juan Barroeta, Eduardo Zamacois, Ignacio Díaz de Olano, Fernando de Amárica y Anselmo Guinea. En las últimas décadas del siglo XIX se produce una modernización de la mano de Adolfo Guiard y Dario de Regoyos.

A finales del XIX y principios del XX se incrementa el ambiente artístico (los pintores realizan estancias en París, en 1910 se crea la Asociación de Artistas Vascos, se abren galerías, aparecen publicaciones...). Son los años de una significativa generación de pintores: Ignacio Zuloaga, Manuel Losada, Francisco Iturrino, Juan Echevarria, Julián Tallaeche, hermanos Valentín y Ramón Zubiaurre), hermanos Alberto, José, Ricardo y Ramiro Arrue, Aurelio Arteta, Antonui de Guezala, Gustavo de Maeztu y Ricardo Baroja.

En los años 20 y 30 aparecen nuevos pintores que se situan entre las tendencias anteriores y las novedades corrientes estéticas. Son exponentes de estas dñecadas Juan Aranoa, J. Urrutia, Jesús Olasagasti, Juan Cabanas Erausquin, José María Ucelay y Nicolás Lekuona. La Guerra Civil y los primeros tiempos del franquismo supusieron un corte en la pintura vasca, al igual que en el resto de manifestaciones culturales.

En los años 50 y 60 se produce un salto cualitativo: regresan pintores exiliados; se consolidan artistas que se habían iniciado en los años treinta; y se incorporan nuevos valores a la vida artística. Junto a los ya conocidos Ucelay y Arturo Acebal Idigoras, hay que mencionar a los artistas que lograrán un renombre internacional como Jorge Oteiza y Eduardo Chillida y otros como Nestor Basterretxea y Agustín Ibarrola. Todo ello coincide con los atrevidos trabajos realizados en la Basílica de Arantzazu y otros fenómenos de trascendencia como la formación de una serie de grupos de la Escuela vasca (colectivos Gaur, Orain, Emen y Danok, escuela de Deba, y posteriormente Zue e Indar) y la proyección exterior del arte vasco (con esculturas son premiados Oteiza en la Bienal de Sao Paulo y Chillida en la de Venecia).

Se transitan nuevos caminos vanguardistas y se desarrollan el informalismo, el expresionismo formal, geometrismo estructural, realismo social y la abstracción expresionista, entre otras tendencias observadas entre los años sesenta y noventa. A los artistas ya citados cabe añadir todo un elenco de pintores entre los que firman Mauricio Flores Kaperotxipi, Pelayo Olaortua, Rafael Ruiz Balerdi, Carlos Añibarro, José Antonio Sistiaga, José Luis Zumeta, Amable Arias, Dionisio Blanco, Carlos Bizcarrondo, Carmelo Ortiz de Elguea, Ramón de Vargas, Gabriel Ramos Uranga, Mari Puri Herrero, Vicente Ameztoy, Daniel Txopitea, Santos Iñurrieta, Vicente Rozcubas, Jesús Mari Lascano, Alfredo Díaz de Cerio, Javier Morrás, Juan Luis Goenaga, Marta Cárdenas y un largo etcétera.

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