Escultura y Artesanía
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Escultura de los siglos XIX y XX

La escultura en el País Vasco, a diferencia de la pintura, tuvo una apertura más ralentizada, estando dominada durante el siglo XIX por los cánones técnicos y artísticos tradicionales no habiendo opción para otras corrientes, uso de materiales modernos y experimentación técnica. A finales del siglo XIX destacaron, siempre en una línea clasicista, Serafín Basterra y Federico Sáenz. Con el paso al siglo XX se inicia un cambio en la escultura con los trabajos de Francisco Durrio y Nemesio Mogrovejo.

Luego, la mayor parte de los escultores desarrollaron trabajos de índole realista, tanto desde la faceta local simbólica (deportes rurales, folklore...) como desde el ámbito social (reflejo del mundo del trabajo) y escultura religiosa. Fueron obras firmadas por Quintín de Torre, León Basterrechea, Higinio Basterra, Julio Beobide y Joaquín Lucarini, entre otros. De los años treinta datan también los primeros trabajos de Jorge Oteiza.

Tras la Guerra Civil y entrados en la década de los cincuenta la escultura participa de la eclosión habida en el resto del arte vasco. Se produce una ruptura con el realismo anterior, se experimentan nuevos caminos como la geometría abstracta y se estudia el problema del espacio, los materiales tradicionales se tratan de distintas formas y se incorporan otros materiales y se investiga y experimenta a todo los niveles.

Además del ya citado Oteiza (figura clave del periodo cuyos planteamientos quedaron reflejados, además de en la escultura, en el texto de su ¡Quosque Tandem...!, sobresalen las aportaciones de Eduardo Chillida (que trabaja en un sinfín de materiales como la piedra, madera, hierro, acero, hormigón..., combinando la escultura con su dedicación al dibujo y al grabado, llegando a ser el artista vasco contemporáneo con mayor proyección internacional), Nestor Basterretxea (conectando su obra con la antropología vasca), Agustín Ibarrola (empleo de varias técnicas y estilos recogiendo el ambiente social contemporáneo, dedicándose, además de la escultura, a la pintura y al grabado), Remigio Mendiburu (trabajos en madera), José Manuel Alberdi (uso de materiales industriales) y Vicente Lerrea (especializado en las obras con metales fundidos).

A la par que han seguido trabajando los anteriores, aparecieron en las últimas décadas otros escultores de relieve como Ramón Carrera, Ricardo Ugarte, Angel Garraza, José Ramón Anda, Andrés Nagel, Txomin Badiola, Fernando Roscubas y Vicente Roscubas, a los que cabe añadir los escultores más jóvenes de la actual generación como Enrique Albizu, Xabier Laka, Mikel Lertxundi, Luis Otaegi, Pello Irazu y Angel Badós, entre otros.

Artesanía popular

La artesanía es una de las facetas artísticas que necesariamente debe incluirse en este apartado sobre el arte en Euskal Herria. Incluye la elaboración de objetos con diversos útiles en u  proceso en el que el trabajo humano manual es básico. La artesanía evolucionó con el tiempo y los artesanos han perdido en el mundo actual el peso que tuvieron en otros tiempos.

Una de las facetas más destacadas es la artesanía ligada al mundo pastoril. Los pastores para sus actividades debieron construirse diversos utensilios. Los más comunes son: la vara de pastor -makila- en madera de avellano; collares -uztaiak- para colocarlos en el cuello del ganado, hechos de roble, fresno, castaño, pino, etc., al objeto de colgar de los mismos los cencerros; recipientes diversos para la comida -askea- en madera de haya y la elaboración de los quesos -kaiku, oporra- en madera de abedul; cucharas y otros utensilios en madera de boj o cuerno de vacuno. Muchos de los citados objetos y otros de elaboración más compleja eran fabricados por artesanos especializados. El kaikugille se dedicaba a realizar kaikus y otros recipientes y el cencerrero o yoareguille elaboraba todo tipo de cencerros de muy diversos tamaños y formas según los tamaños que los iban a utilizar.

La cerámica artesanal se remonta a los tiempos prehistóricos, con una progresiva mejora de su fabricación. La alfarería tuvo un cambio notable con la utilización del torno, que permitió mayores complejidades en el modelado y una producción más rápida. Una de las especialidades de los ceramistas era la fabricación de tejas por los tallagiñak destinadas a los tejados de las distintas edificaciones.

El calzado tradicional de los pastores y campesinos fue la abarca, confeccionada por el abarkagille a partir de piel de ganado vacuno. Hoy ha quedado como un resto de vestimenta del pasado utilizado en el folklore. En algunas zonas también se empleó el calzado de madera, similar a los zuecos y almadreñas. La evolución de la agricultura determinó según las épocas la fabricación de numerosos utensilios y aperos de labranza, siendo la materia prima la madera y el hierro.

En este ámbito algunos de los objetos son los distintos tipos de arados, los carros (gurdia o burdixe) para ser tirados por el ganado y los yugos para uncir las cabezas del mismo. Otra faceta es la cestería en la que se trataban diversas maderas, haciéndose cestas y otros objetos. El trabajo del hierro estuvo ligado a las ferrerías. Proporcionaba numerosos objetos desde clavos, rejas de arados, forja de hachas -aizkora- y layas para la agricultura a anclas para los barcos, entre otros muchos.

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