|
Sortzen denak hiltzea zor"Lo que nace es deudor de la muerte"Siempre ha habido en el País Vasco un respeto especial y profundo para con los difuntos, como prueban numerosas viejas tradiciones. Cuando en una casa alguien agonizaba se llamaba en primer lugar al vecino, en este caso, el de la primera casa por la derecha yendo a la iglesia. El cura y el médico también acudían llamados por este vecino. En algunos pueblos, si la agonía se prolongaba, se solía levantar una teja de la techumbre, suponiendo que así se facilitaba la salida del alma de su cuerpo. Tras la muerte, el vecino más cercano llamaba a los parientes y él mismo o alguien de la casa, daba la noticia a los animales, especialmente a las abejas. El cadáver era transportado a la iglesia por un camino especial que tenía en cada casa. No se podían utilizar caminos comunes, solamente aquel, pese a estar en peores condiciones y ser más largo. este camino tenía diversos nombres: camino de la iglesia -elizabide-, de difuntos -gorputzbide-, de cadáveres... Cada casa tenía su fosa en el cementerio. Del siglo XIII al XIX, ésta se encontraba en el interior de la iglesia, en el mismo lugar que el asiento de la casa -jarlekua-. Después se extendieron junto a las iglesias, tal como todavía pueden verse, sobre todo, en el Norte del País. En muchos lugares, los recién nacidos muertos sin bautizar se enterraban bajo el alero de la casa o en la huerta; así se hacía en la Rioja (Araba), en Liginaga (Zuberoa), en Uharte (Nafarroa Beherea), en Kortezubi (Bizkaia), en Aretxabaleta (Gipuzkoa), en Sara (Lapurdi).... El fuerte lazo que había entre la casa, el camino de difuntos y el cementerio muestra que la casa también fue lugar de enterramiento. Por ello, la casa y el lugar de enterramiento eran inseparables y unidos se transmitían a los sucesores. En otros lugares, tras casarse el heredero, los recién desposados solían llevar algún presente a la sepultura de la casa. De ese modo, el cónyuge venido de fuera entraba en la casa también ante sus fallecidos. Durante la misa de difuntos, la señora de la casa hacía algunas ofrendas en su asiento de la iglesia. También, como ofrenda, se quemaba el colchón del difunto (en la época, de paja) en el primer cruce del camino, pronunciando una oración o arrojando agua bendita al fuego. De ese modo, el que venía por el camino, sabiendo que en la casa vecina alguien había muerto, solía rezar una oración por su alma. Tras los funerales y el enterramiento, los parientes e invitados iban a la casa del difunto (en algunos pueblos todos los que acudían a la iglesia) a celebrar el banquete funerario. En la comida un pariente ensalzaba la figura del muerto y después, conforme pasaba el tiempo, el ambiente se iba haciendo risueño extendiéndose las risas y las bromas entre todos los comensales. Era una creencia extendida que el difunto solía aparecerse en ocasiones. Estas apariciones podían ser de muchas maneras: luces, sombras, sonidos, etc. En estos casos, se le preguntaba qué deseaba y cumpliendo su petición ya no volvía a aparecer. CementeriosEl cementerio tiene diversos nombres: hilarrieta, ilargieta (Sara, Lapurdi), ilherri (Liginaga, Zuberoa), zimitoro (Oiartzun, Gipuzkoa), kanpusantu (Ataun, Gipuzkoa), ortusantu (Kortezubi, Bizkaia)... Y lo mismo las piedras sepulcrales: hobi, illobi, hilobi, obria, hilarri, ilargi, tonba, etc. Las casas tenían el asiento en el interior de la iglesia, pero el aumento de la población originó los cementerios junto a las iglesias. En estos se solía inhumar a los sin techo y a los gitanos, transeúntes, etc.; más tarde, a finales del siglo XVIII y principios del XIX a todos los difuntos. En la prehistoriaDólmenes y cromlech son enterramientos utilizados en algunos períodos de la prehistoria e incluso posteriormente. Las cenizas del cadáver se enterraban en el interior del cromlech después de introducirlas en alguna caja o vasija. En los dólmenes los cuerpos se enterraban. Con frecuencia, aparecen en ellos restos de alimentos y utensilios. En la sierra de Aralar (Gipuzkoa y Nafarroa), todavía en el siglo XIX, los pastores conservaban la costumbre de detenerse entre algunos dólmenes, quitarse la boina y rezar algunas oraciones. Según ellos, allí era donde los gentiles enterraban a sus muertos. Son muy significativos los nombres de estas piedras sepulcrales: Tartaloetxe "casa de Tartalo" (Zegama, Gipuzkoa), Sorginetxe "casa de brujas" (Arrizala, Araba), Mairetxe "casa de moros" (Mendibe, Nafarroa Beherea"), Jentiletxe "casa de brujas" (Ataun, Giupuzkoa).... en el caso de los dólmenes, y Mairubaratza "huerta de moros" (Oiartzun, Gipuzkoa), Jentilbaratza "huerta de gentiles" (Arano, Nafarroa), Mairuilarri "piedra sepulcral de moros" (Zugarramurdi, Nafarroa)... para los cromlech. La estela funerariaUno de sus nombres es harrigizona -"piedra humana"- y hace alusión a su forma de figura humana. Las estelas funerarias -hilarriak- están extendidas por toda Europa, pero es aquí donde se encuentra la colección más notable. Tuvieron su máxima extensión en el siglo XVII desapareciendo a lo largo del XIX; al final de ese siglo, prácticamente nadie las utilizaba. Hoy, vive un nuevo resurgir. De las que tienen fecha, las más antiguas son del siglo XVI, pero en su mayoría no tiene ninguna indicación. Era costumbre representar los utensilios del oficio del difunto, y también animales, cruces, estrellas, soles, etc. En algunas aparece el nombre de la casa, pero en general sólo un dibujo. El asiento/JarlekuaEl sepulcro -jarleku- interior de la iglesia era fosa de enterramiento y, a la vez, lugar de asiento para la señora de la casa. Allí eran donde las mujeres hacían ofrendas a los difuntos domésticos. Además de luz, colocaban también alimentos; generalmente solían ser panes -olatak-. En algunos lugares eran panes especiales, que tenían tres o cuatro puntas; también se usaba carne, como en Bera y Lekaroz (Nafarroa), y en tiempos anteriores incluso animales. En algunos pueblos de Gipuzkoa en el siglo XVIII, durante la misa de difuntos, solían dejar un buey en la puerta de la iglesia. En Oiartzun (Gipuzkoa), todavía a principios del siglo XX, se llevaba un carnero al pórtico. En Liginaga (Zuberoa) creían que los panes que estaban en el asiento podían perder su poder alimenticio y en Aretxabaleta (Gipuzkoa) que esos panes pesaban menos tras la celebración. En algunos pueblos no se admitió fácilmente la disposición de enterrar a los muertos fuera del recinto de la iglesia. Cuando así lo ordenó el obispo de Baiona en 1786, hubo mucha oposición. En Ziburu (Lapurdi), las mujeres amenazaron con dar fuego al convento en que estaba el obispo. Meses más tarde, las autoridades enterraron a la fuerza los cadáveres que las familias mantenían en sus casas al negarse a hacerlo fuera del recinto sagrado. Con todo, el jarleku siguió cumpliendo su misión como lugar de ofrendas hasta el siglo XX; después, los deberes y la preeminencia de las mujeres se perdieron en la misma medida en que en las iglesias se iban poniendo bancos. Argizaiola (la tabla de ofrendar la luz)Entre las ofrendas hechas a los muertos la de la luz era la más importante, pues era creencia extendida que en el mundo de la oscuridad resultaba imprescindible. Para se empleaban antorchas, candelas y largas velas recogidas. Estas toman el nombre de ezkozigor "varita de cera" (Sara, Lapurdi), bildumena "recogida" (costa de Gipuzkoa) etc. Con frecuencia la vela aparece enroscada en torno a una tabla especial; esa tabla se llama argizaiola "tabla de cera". Dicha tabla representa esquemáticamente la figura humana y, a veces, está profusamente labrada; al igual que las demás ofrendas, se colocaban en los asientos/sepulturas de la iglesia. De la necesidad de luz por parte de los muertos contaban lo siguiente en Berastegi (Gipuzkoa): "No hace mucho tiempo que en un pozo de una mina (creo que en Bizkaia) quedaron atrapados bajo tierra un grupo de mineros. Entretanto, la madre de uno de aquellos mineros encendía todos los días la luz en la iglesia y uno la debió dejar sin prender. Al cabo de unos días, sacaron aquel minero vivo de debajo de la tierra, y les dijo que sólo durante un día estuvo sin comida, bebida y luz. Calculando, resultó que aquel día era el que su madre no encendió la luz". |