NIÑO QUE SABIA LA MAR

 

Versión 1997

 
Érase una vez un niño que se llamaba Niño.

Niño tenía todo su pecho lleno de perlas y de risas.

Niño tenía toda la cabeza llena de hojas de naranjo.

Tenía ropa verde para los días de fiesta y ropa blanca para los de trabajo.

 

A Niño le gustaba la primavera y el bosque,

pero también el otoño y el mar,

por eso iba y venía viajando siempre,

del uno al otro y del otro a sí.

 

Un día, muy de mañana, salió a la pradera a pasear. El sol caía todo oblicuo, llamando horas y animales. Niño paseaba muy atento a los pupitres y a las rosas.

 

De lejos, en el horizonte de las aulas, vio un manzano. El árbol oscilaba pintado en una negra pizarra llena polvo de tiza blanca.

 

Niño quiso comer sus frutos e inmediatamente se alejó a él. A los pies del árbol, éste parecía inmenso y sus pomos brillaban iluminando la cara y las manos de Niño.

 

Alzó sus brazos queriendo coger los frutos, pero cuanto más los alzaba, más lejos estaban. Se preguntó cómo podría alcanzarlos.

 

Fue a por una silla, se subió. Pero nada.

Fue a por una escalera, ascendió, pero aún no llegaba.

Hizo un ascensor de 40 pisos. Nada.

Enlazó una nube con una cuerda, trepó, pero tampoco alcanzaba.

 

Estaba sudando y todo su esfuerzo no había servido de nada. Septiembre se acercaba saltando y él... estaba cansado. Ya no deseó manzanas y pensó en su viaje.

 

Se sentó a respirar al pié del árbol antes de partir y entonces, una manzana, la más hermosa del árbol, mejor que cualquier sobresaliente, cayó madura por su propio peso. Niño la cogió del suelo, la mordió y guardó el resto. En el lugar donde había caído la manzana dejó caer una perla de su pecho. Esta perla con el tiempo se convirtió en un niño, pero esta es otra historia que abandona nuestra historia.

 

Así pues, Niño continuó su viaje del uno al otro y del otro a sí.

 

El sol caía ahora perpendicular y rebotaba, muy despacio y como un enrome balón, en toda la tierra, una y otra vez.

 

Niño encontró un camino. No había andado mucho cuando, en una vuelta del mismo, se topó con dos puertas.

 

Para seguir tenía que abrir una de las dos. Pero Niño sintió que no llevaban al mismo sitio, o tal vez sí; pero no al mismo tiempo, o tal vez no; pero no de igual manera, o tal vez si, pero no.

 

Y se sentó y esperó no sabía bien qué.

Sacó un sacapuntas y afiló su olfato.

Sacó una goma y borró sus tachones.

Sacó un bolígrafo y anotó sus notas.

Y esperó no sabía bien qué.

Lustró su manzana y sus zapatos.

Lavó su cara y sus manos.

Y esperó sabía bien qué.

Olvidó lo que había repetido y recordó lo que había conocido.

Y entonces una puerta se abrió y Niño siguió.

 

N siguió hasta el otoño y el mar.

I volvió de la primavera y el bosque

Ñ era un niño llamado Niño

O era un hombre que sabía esperar.

 

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