(H. Ignacio Martínez Hernández, “Siguiendo sus pasos...”, Editorial Progreso, 1995, III Volumen, 368 pp. p. 181-p.187)
El H. Marcelino Luis mereció una amplia biografía en un número entero y especial de México Marista en 1958, el 9, pág. 410 a 432; y también el siguiente número 10, pág. 5 a 15, con una visión global de su espiritualidad, impregnada toda ella de un auténtico y fino espíritu Marista. Los dos escritos, originales del H. Antonio Franco y el primero afinado y ampliado por el H. Salvador Mora Lomelí.
Aquí, nos vemos precisados a reducirnos al espacio previsto, utilizando además de lo anterior, varias notas personales del propio Hermano.
Nació José Ignacio Vázquez y del Castillo Negrete en Guadalajara, el 26 de diciembre de 1886, en una familia distinguida, expatriada de la Alta California el año trágico de la Expoliación, 1847, para volver a echar sus raíces muy lejos de la nueva frontera, en San Pedro Tlaquepaque.
En 1899 llegaron a Guadalajara los tres primeros Hermanos Maristas: Pedro Damián, Anselmo y Filogonio. El 16 de agosto el Colegio de La Inmaculada abrió sus puertas en la Avenida Alcalde 2, desde las ocho de la mañana. Uno de los primeros en presentarse fue Nachito Vázquez, acompañado de su mamá; pero había un problema: su edad se pasaba de medio año sobre el límite fijado por el reglamento.
“Un pariente cercano acompañó luego a mi mamá y su intervención obtuvo lo que ni las súplicas ni las lágrimas habían podido lograr, a condición de que me portara bien. Entré al Colegio desde el primer día. Varios alumnos y yo, llevamos regalos para la capilla”.
Las ansias por implantar la vida marista en tierra mexicana, no le permitieron al H. Pedro mucha dilación. “A mí y a cuatro o cinco alumnos nos empezó a hablar de la vocación marista. Como resultado de esas pláticas, entramos solamente dos. La primera noche hubo alguna lagrimilla, pero... Dios me dió fuerzas. Sucedió esto en una casa de San Pedro Tlaquepaque, el 19 de febrero de 1901”.
“Al mes, llegaron otros tres compañeros de Mérida, pero... se desanimaron a los pocos días. No estaban bien preparados. Seis meses después, se trasladaba el noviciado a Zamora. Las comidas y los ejercicios de piedad se tenían con la comunidad”.
El 30 de marzo de 1902, Domingo de Resurrección, se tuvo la Primera Toma de Hábito en México de dos postulantes. El H. Michaelis escribe al H. Superior General: “Les pusimos los nombres de H. José y H. Marcelino en honor de nuestro Venerable Fundador”.
“Seis meses después, llegaron de Francia los primeros Hermanos novicios y escolásticos y algunos postulantes mexicanos. En enero de 1903 se trasladaron todos a Jacona”.
“El 8 de diciembre de 1903 pronuncié mis primeros votos con 25 Hermanos franceses. Mi escolasticado en Jacona fue de 1903 a 1905. En este último año ocurrió la visita del H. Bérillus, Asistente General, y al terminar ésta, me llevó a Europa, a Grugliasco, en donde estaba la Casa Generalicia. Seguí allí el curso con varios Hermanos franceses”.
“De 1906 a 1908 estuve en Manresa, España, como profesor del escolasticado. El 28 de agosto de 1908 hice mi profesión perpetua con varios Hermanos españoles”.
“En 1909 y 1910 estuve en Nueva York para seguir aprendiendo el idioma y empezar a trabajar en nuestros libros de inglés”.
“En 1911 actué en Jacona como profesor del escolasticado y de 1912 a 1914, en Tlalpan, en el Patricio Sanz, empecé a trabajar en la Comisión de Libros Escolares FTD: Libros de Lectura, Gramáticas, Catecismos, Cantos Sagrados letra, música y acompañamiento y Método de Francés”. Hasta aquí, tomado de las notas personales del Hermano Marcelino.
En 1914, para remplazar a los Hermanos franceses incorporados en el ejército a causa de la primera guerra europea, el H. Provincial Euphrosin hubo de recurrir a los nacionales. El H. Marcelino desempeñó las cátedras de Español y Filosofía en el Colegio Francés de La Perpetua por dos años, pasados los cuales volvió a su trabajo en la Comisión de libros escolares en Tlalpan.
En 1919 se le permitió ir a San Antonio, Texas, con los Hermanos Marianistas de la Universidad de Saint Mary’s para completar su Método de Inglés con modismos, historietas y humor. En ese tiempo, los días que pasaba en casa, impartía a los jóvenes Hermanos escolásticos desterrados, lecciones de Literatura Española y Didáctica Catequística.
Al regresar a México, estuvo como responsable, aunque por poco tiempo, del Centro Unión. Trató de darle nueva vida editando para los jóvenes que lo frecuentaban la revista UNIÓN. Volvió nuevamente a Tlalpan a proseguir su meritoria labor de editor. En la Navidad de 1925 fue invitado a emitir el Voto de Estabilidad y siguió afinando las Gramáticas (hoy de Marín), y editando con los Hermanos Eyme y Jude las Operaciones Comerciales, todo revisado y retocado por el H. Guillermo Goñi.
En 1922 estuvo un año en Nueva York nuevamente, esta vez para poner a punto su IV libro de inglés UN VIAJE A TRAVÉS DE LOS ESTADOS UNIDOS con los Hermanos de St. Ann’s. Esta fue su obra cumbre, muy solicitada en su tiempo y aún hoy por quienes descubren algún ejemplar en las bibliotecas.
Volvió a Tlalpan para esta edición y en julio de 1929 fue invitado a participar en los ejercicios del Segundo Noviciado junto con los Hermanos Francisco (Adrián Flores Benavides) y Daniel Cándido, de Cuba. En el viaje acompañó a tres juniores adolescentes hasta Espirá de l’Ágly. Ni qué decir de su dedicación y consiguiente aprovechamiento en este tiempo de revitalización espiritual. Fue nombrado subdirector del grupo y se constituyó en abnegado enfermero del H. Daniel Cándido en la grave crisis nerviosa de éste.
Al terminar esta experiencia espiritual, de regreso a México volvió a detenerse nuevamente en Nueva York con el mismo objetivo de poner a punto sus libros de inglés.
Nuevamente regresó a Tlalpan, su habitual centro de trabajo, por cuatro años en los cuales editó el Cancionero del Hogar, dos libros I y II, con letra y su respectivo acompañamiento.
Con las debidas precauciones proseguía la vida del Internado Patricio Sanz, cuando el 23 de marzo de 1935 la policía irrumpió con violencia. El delito: ser un colegio católico e imprimir en sus talleres propaganda religiosa sediciosa. Los Hermanos fueron expulsados y los libros incautados. Prudentemente, los objetos de la capilla y el archivo de la comisión de estudios se habían trasladado con antelación a la casa de Gral. Prim 67. Pero la policía tenía la pista y allí se presentó para hacer una inspección poniendo sellos en el domicilio. El H. Marcelino, con permiso de la dueña de la casa vecina, pudo introducirse por la azotea y retirar lo que más le interesaba de los originales y tipos de impresión. El ciudadano Ignacio Vázquez fue acusado de “despojo”, apresado y liberado bajo depósito de $300.00.
La intervención de la Legación Francesa obtuvo luego de Gobernación la devolución de los libros, pero Narciso Bassols, de Hacienda, lo impidió por ser contrarios a la ideología de la Revolución y pasaron a las bodegas de la Procuraduría de Justicia. El 17 de agosto, tras muchas diligencias, se obtuvo la devolución y los Hermanos junto con los empleados realizaron el traslado a República de Cuba 85 y... volvieron a reanudar su trabajo.
Después de estos acontecimientos, se cambiaron las portadas de los libros suprimiendo las iniciales FTD, remplazados por el nombre de algunos Hermanos como Agustín Anfossi y Tomás Zepeda y otros, por seudónimos como Rozán, Mario Leal, Marín, Hamilton y Godard. Sin embargo, los libreros, presionados por los clientes insistían en los libros de FTD.
En una lista manuscrita por el mismo H. Ignacio Vázquez, aparecen de 1917 a 1955, doce domicilios sucesivos de la comunidad de La Editorial, hasta fijarse definitivamente en la actual de Sabino 285 y Naranjo 248.
La azarosa pero tesonera vida de La Editorial, narrada en los Tomos II y III de la Historia de los Hermanos de México en buena parte, estamos por decir la principal, pertenece al H. Ignacio Vázquez. Con la mística de los monjes de la Edad Media y con los recursos de la técnica moderna, trabajaba todo el día en libros de consulta, escritos originales, y copias a revisar, en su cuarto que más parecía un almacén en el que sólo él sabía lo que había y lo localizaba presto.
El H. Leonida expresó en 1936: “Solamente el propio Hermano Marcelino podría decir los trámites sin número y a veces peligrosos que hubo de realizar para recuperar los originales confiscados, unos en Tlalpan y otros en México,... y para encontrar luego, imprentas capaces de un buen trabajo como el de antes”.
Y en la Enciclopedia de México, Tomo X, se le dedica una suscinta biografía entre los hombres que dejaron una huella notable en la historia de México; en el caso de nuestro Hermano, en el campo de la cultura por su labor autoral y editorial.
Volvemos ahora al curriculum como Hermano Marista del H. Nacho Vázquez según lo conocimos con cariño en la Provincia. Desde 1935 estuvo al cargo de la Editorial y de los Talleres, varios períodos como Superior de la comunidad.
En 1948 fue llamado a participar en el gobierno de la Provincia como Consejero Provincial por un período de nueve años.
En diciembre de 1946 fue elegido por los Hermanos como su Delegado ante el XIV Capítulo General, que eligió al H. Leonida como séptimo Superior General del Instituto. El H. Ignacio Vázquez, como primer Hermano mexicano que participaba en un Capítulo General, fue invitado a pronunciar ante los capitulares una conferencia sobre “Las vicisitudes de nuestras casas de formación”. Del borrador de esta conferencia hemos tomado sus palabras sobre el nacimiento y desarrollo de su propia vida marista.
En mayo de 1955 fue elegido, también en su calidad de primer Hermano Marista mexicano, para asistir a la Beatificación de nuestro Padre Fundador.
Con auténtica sencillez marista termina el H. Nacho Vázquez su propio curriculum: “Yo, a Dios gracias, he podido seguir trabajando en La Editorial, sobre todo desde 1918 hasta la fecha, preparando nuevas ediciones de los libros en que he trabajado y en otras cosas de la misma Editorial”.
El 12 de diciembre de 1952, la Provincia celebró con fraternal alegría las Bodas de Oro de su Hermano Mayor, juntamente con dos Hermanos franceses de la primera hora, los Hermanos Félix Rochette y Clemente Reversat. En esta ocasión, al saludo manuscrito de su Director y promotor de su vocación en el Colegio de La Inmaculada, el H. Nacho Vázquez respondió: “No olvido, querido Hermano Pedro, que Dios nuestro Señor se sirvió de Ud. para llamarme a la vida religiosa en esta amada congregación... Yo quedé prendado de ustedes, encantado de su manera de tratar a los niños y de enseñar; cautivado por su enseñanza moral y religiosa; muy particularmente por sus catecismos del sábado en que nos hablaba con tanta unción y cariño, de la devoción a la Virgen”.
Y el H. Nacho Vázquez volvió a su trabajo silencioso, en su elevada mesa de trabajo y entre sus papeles y sus libros. Se presentaron los primeros síntomas de la vejez con la operación de la próstata que, no habiendo tomado el tiempo debido de reposo en su afán de trabajar, le dejó molestas secuelas por el resto de su vida.
La Provincia volvió a celebrarle sus Bodas de Diamante en 1962 y las de Rubí en 1972. El ya entonces Hermano Nachito, muy anciano y con los achaques de su avanzada edad, proseguía en su trabajo, en su oración y en sus molestos dolores, con su ideal: “del escritorio al cielo!”
Su organismo tan fuerte que le había permitido un trabajo intenso y sostenido por tantos años, se fue agotando gradualmente. Fue preciso retirarlo de su lugar de trabajo y atenderlo en el hospital. Allí ocurrió el desenlace final, trasunto de lo que fue su vida: confiada, serena, silenciosa. Se durmió en el Señor con la misma confianza y alegría con la que se dormía pequeñito en los brazos de su santa madre y con la satisfacción que experimentaba cada noche al terminar su labor, poniendo en manos del Padre el trabajo realizado en el día y ahora, en su larga vida.
Su sobrino nieto, el H. Aureliano Brambila fue quien dió la noticia a los Hermanos capitulares reunidos en Loma Bonita y el H. Rigoberto Limón, nuevo Provincial, lo comunicó a la Provincia: “Su comunión final en el misterio Pascual ocurrió en la madrugada del miércoles 28 de diciembre de 1977 en la Ciudad de México, a los 91 años de edad y 74 de vida marista. Que el abrazo del Padre a este nuestro primer Hermano mexicano, suscite en nuestras provincias nuevas vocaciones y nuevos anhelos de fidelidad”.
Antes, en 1933, el H. Luigi en una de sus expresiones tan primarias y espontáneas, había dicho a sus novicios de ese año: “El primero fue bueno... A ver ustedes!”.
FUENTES: (México Marista; Historia de la Provincia I, II; Notas personales del propio Hermano.
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