(H. Ignacio Martínez Hernández, “Siguiendo sus pasos...”, Editorial Progreso, 1995, III Volumen, 368 pp., p.168-171)

H. ROSENDO

Santiago Gutiérrez Reynoso

Del Hermano Rosendo Gutiérrez poseemos el borrador de una carta dirigida a un destinatario no señalado. Escrito a lápiz pero con letra muy cuidada, en él recuerda brevemente episodios de su vida. La fecha: enero de 1959.

También disponemos de otro escrito suyo, éste a máquina, al final de los Grandes Ejercicios preparatorios a su Profesión Perpetua, bajo el rubro “Mi vocación”.

Estos dos escritos autobiográficos serán la pista que nos permitirá seguir, con sus mismas palabras, la vida tan rica del cuarto Hermano Marista mexicano.

“Nací el 25 de julio de 1889. Mis padres, Pantaleón Gutiérrez y María Trinidad Reynoso, originarios de San Miguel el Alto; tenían poco tiempo de establecidos en Arandas”.

“Me enseñó a leer una señorita llamada Sarita, que fabricaba cajeta de membrillo y camote; como premio nos daba a limpiar el cazo”.

“Era yo acólito de la parroquia, lo cual me daba oportunidad de conocer numerosos ranchos de la región. En estas andanzas se despertaron las dos grandes aficiones de mi vida, la botánica y la historia. Me hice del librito “Ensayo Estadístico de la Municipalidad de Arandas,” por un peso. Todavía lo conservo”.

“Una visita que el H. Pedro Damián hizo a Arandas a fines de 1901, despertó en mí las primeras ideas de vida religiosa y como resultado, salí para Guadalajara en calidad de junior”.

“En marzo y por motivos de salud, tuve que renunciar por entonces a mis ideas de vida marista. Vuelto a Arandas, terminé mi primaria y luego me dediqué a la enseñanza en la escuela parroquial, declinando diversas proposiciones para entrar al seminario o a alguna otra congregación religiosa”.

“Mis relaciones con el Lic. Medina de la Torre (papá del Lic. Don Francisco Medina Ascencio, Gobernador de Jalisco, y del P. Francisco Medina Ascencio, Doctor en Historia), acrecentaron mi afición a la Historia. En 1907 y por encargo suyo, fui a San Miguel el Alto donde pasé meses hurgando archivos en busca de datos para la historia de ese lugar”.

“Otro viaje del H. Pedro Damián en enero de 1908, despertó en mí los sentimientos maristas y, en marzo del mismo año, me arrancaba del corazón desgarrado de mis amados padres para dirigirme al noviciado de Jacona”.

“El 25 de octubre del mismo año tomé el Hábito con el nombre de Hermano Rosendo”.

Aquí hacemos la observación que ese nombre lo heredó de otro Hermano Rosendo, Vicente Pérez Martínez, español y uno de los fundadores de Cuba, que había fallecido dos meses antes.

Dejamos de nuevo al H. Rosendo Gutiérrez su narración personal: “En diciembre de 1909 hice mi profesión religiosa y fui destinado a la enseñanza en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe en San Cristóbal Las Casas, Chiapas. En este colegio permanecí cuatro años”.

“A principios de 1914 pasé al Colegio San Luis en la calle de Puente de Alvarado de la Capital, que después tomó el nombre de Colegio Francés, donde impartí enseñanza por seis años”.

“El año de 1920 lo pasé en el Colegio Francés de La Perpetua. En 1921 fui comisionado para fundador de un colegio en Huichapan, Hidalgo, que también se llamó Colegio Francés y estuvo a mi cargo cuatro años”.

“En 1925 volví al Colegio Francés de Puente de Alvarado donde estuve otros cuatro años”.

“En 1929 fui enviado a Europa en viaje de perfeccionamiento y descanso, por España, Francia e Italia ¾Segundo Noviciado¾“.

“En 1930 fui destinado al Colegio Francés de Preparatoria, situado en la Avenida Morelos 30 de México, en donde enseñé Botánica, Zoología y Dibujo hasta 1940”.

“En 1941 fui destinado al Instituto Potosino de San Luis Potosí, para enseñar las mismas materias más Geografía de México, durante cuatro años”.

“Desde 1945 me tienes en Querétaro que no es, como se dice, “Una ciudad histórica,” sino “La Historia hecha ciudad”. Desde mi venida a ésta, doy clases en el Instituto Queretano y en la Escuela Normal Queretana”.

Hasta aquí, el curriculum inicial del H. Rosendo Gutiérrez, Don Chendo como lo llamaban con respeto y cariño Hermanos y alumnos, escrito por él mismo en el borrador de carta mencionado.

Otro escrito, éste de uno de sus alumnos, aprovechado y agradecido, el H. Jaime Sánchez Basurto, describe su actuación pedagógica en esta última etapa de 25 años en Querétaro.

“Es una cualquiera de sus clases en el escolasticado de Querétaro: Pone en el pizarrón el esquema de la lección del día con su letra limpia, clara, armónica, mientras los alumnos dan un último repaso a la clase del día anterior; a continuación toma la clase oralmente a algunos alumnos, que se expresan libremente, según entendieron la lección y que son interrumpidos únicamente para corregir un grave error: “No señor, Acatita de Baján no fue ningún personaje, sino el lugar donde...!”

Cuando un alumno termina de recitar la lección pasada, inicia siguiendo el esquema del pizarrón, la nueva clase. No hay libro de texto, no hay dictado; cada uno debe tomar nota según su real saber y entender. Al principio es costoso el sistema, pero enseña a entender, sintetizar y fijar en unas cuantas líneas los conocimientos expuestos. Como buen maestro, da tiempo de escribir, poniendo en el pizarrón los nombres propios, las palabras difíciles, los esquemas indicativos, los dibujos explicativos, los mapas de referencia, o bien muestra la planta, el insecto o el idolillo que ha llevado a la clase para ilustrar sus ideas. Sistema maravilloso que todos agradecemos el haber aprendido y que nos fue tan útil en estudios superiores”.

Treinta y dos años permaneció el Hermano Rosendo impartiendo sus conocimientos y contribuyendo así a la formación intelectual y pedagógica de los Hermanitos. Otro de sus alumnos afirma: “Don Chendo hacía que hasta las piedras nos hablasen...; cada piedra encerraba una clase de Geología, de Economía, de Química y hasta de semántica y ortografía!”

De este maestro con cualidades innatas, pero cultivadas con un estudio tesonero y ordenado, quedaron sus notas recogidas a lo largo de tantos años, y que llenaron un buen número de cajas, verdadero tesoro de sabiduría y orden. Entre estas notas, una de 40 páginas perfectamente mecanografiadas y en forma esquemática, de algo que debió de ser una o varias pláticas con la erudición del historiador y el fervor de su devoción mariana, al propio tiempo que de su amor filial al Instituto y a su Provincia de México.

El H. Rosendo, Don Chendo, era sabio y maestro, pero más aún fue religioso marista, Hermano con un gran sentido comunitario y de servicio a sus Hermanitos, a quienes trataba de preparar a su futura misión.

En descanso sus últimos años, falleció el 19 de julio de 1977 en Querétaro, a los 88 años de edad y 68 de vida religiosa.

FUENTE: Ecos de Familia

Carta y notas personales.

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