H. SERVASIO (H. Ignacio Martínez Hernández, “Siguiendo sus pasos...”, Editorial Progreso, 1995, III Volumen, 368 pp. p. 166-p.46)

H. SERVASIO

 

Tomás Carvajal Coronado

 

Desde que los primeros Hermanos Maristas llegaron a México, además de desplegar gran celo en el apostolado de la educación, se preocuparon por sembrar y cultivar la semilla vocacional entre sus alumnos. El 30 de marzo de 1902 tuvo lugar la primera Toma de Hábito del primer Hermano mexicano, el H. Ignacio Vázquez, de Guadalajara, y en abril de 1905, la del segundo, el H. Tomás Carvajal, de Yucatán.

 

Nació éste en la heroica ciudad de Valladolid, en plenos rescoldos de la guerra de castas, el 29 de diciembre de 1889.

 

Si la fortuna no fue generosa con el matrimonio de Don Avelino Carvajal y de Doña Rudesinda Carvajal, sí lo fue en la nobleza de las virtudes que la adornaron. Educado en medio de privaciones pero con profunda vida cristiana, al llegar a la edad escolar, Tomasito ingresó en la Escuela San Luis Gonzaga que los Hermanos Maristas habían abierto en su ciudad natal.

 

Una vez en esa escuela, los Hermanos no tardaron en descubrir la delicadeza de alma de este muchachito. Por su parte, Tomasito sintió el llamado de Dios a la vocación de sus maestros. "Recuerdo, escribe en sus notas personales, que eran las 12 del día cuando llegó un carruaje para conducirme a la estación. Mi padre, antes de despedirse de su hijo, se le acercó a mi madre y le dijo: Sólo te pido una cosa, que no vayas a llorar delante de él."

 

Tras largo viaje desde Yucatán y con los medios de transporte de entonces, llegó a Jacona en 1904. Aquí, las privaciones e incomodidades no lo desanimaron como a otros compañeros, sus paisanos, que lo habían precedido: habían sido sus inseparables compañeras en su corta vida anterior.

 

En abril de 1905, el día 23, con ocasión de la visita del H. Bérillus, se preparó una Toma de Hábito, a la que fue admitido solamente el postulante yucateco, que en tan solemne ocasión cambió su nombre de pila por el del Santo Patrono de su parroquia, Servasio. En la fiesta de homenaje al ilustre visitante, el nuevo Hermanito recitó en lengua maya el Ave María.

 

El 15 de agosto del siguiente años, fue admitido a pronunciar sus primeros votos religiosos y en septiembre de ese mismo año 1906, inició su misión de apóstol en diversas poblaciones de su tierra natal: Ticul, San Ildefonso de Mérida, Maxcanú, San Juan y Santa Ana.

 

En 1914, al suprimirse las obras de Yucatán a causa de la guerra europea y de nuestra revolución, el Hermanito Servasio, después de 7 años de apostolado en su natal Yucatán, pasó a Cuba, en donde habría de permanecer por 46 años. Primero fueron los pequeños de la sección de primaria el objeto de su celo y luego, en 1919, se hizo cargo de la sección de enseñanza comercial por 17 años.

 

Además de sus funciones como educador apóstol, desempeñó el oficio de sacristán por un período quizás semejante al que pasó en esa misma comunidad de La Víbora. Con qué profesionalismo, pero más, con qué devoción cumplía esa función delicada en la gran capilla del colegio. Cómo ayudaba, dejando amplia libertad a la iniciativa y buen gusto de los Hermanos que en las grandes solemnidades de Navidad, Semana Santa, de las Fiestas Marianas y en particular del mes de mayo, daban amplios vuelos a su personal fervor, a veces en auténtica competencia.

 

En total, fueron 22 los años de su permanencia en la misma comunidad, con la sola interrupción de 6 meses para participar en el Segundo Noviciado. Esa prolongada permanencia en la numerosa comunidad de La Víbora, llegó a serle finalmente muy pesada para su edad y carácter apacible del que a veces abusaban sus inquietos alumnos.

 

En 1936 pasó al colegio del Barrio del Cerro, más humilde y con menos alumnos. Pero por otra parte, la antigua, amplia y rica residencia, ahora adaptada para colegio, resultaba muy reducida, oscura y sobre todo, muy ruidosa a causa del paso continuo de las "guaguas" y tranvías por la importante Calzada del Cerro.

 

El H. Servasio aceptó no resignado, sino con gusto, "pues sabía que en la cruz del diario sufrir encontraba a Cristo", según expresión en sus notas personales. Nuevamente, una larga temporada de 17 años pasó en esa comunidad.

 

En 1942, cuando el H. Balmey recogió a los Hermanos mexicanos que trabajaban en la Isla, para reforzar las obras que renacían con incontenible vigor en México, solamente quedaron en la Isla de Cuba el H. Salvador Mora Lomelí para concluir sus estudios en la Universidad y el H. Servasio. A éste, con tantos años en medio de plena libertad religiosa, se le hizo imposible que pudiera dejar su hábito religioso, portado gallardamente desde su Toma de Hábito y la vida regular, que había sido la suya, intensamente vivida y amada por tantos años.

 

Permaneció en Cuba hasta que la nueva política de Fidel Castro impuso violentamente el socialismo, nacionalizando de igual forma los colegios religiosos y expulsando a "los curas extranjeros."

 

El H. Servasio volvió a México como Don Tomás Carvajal y con su sotana remplazada por el traje seglar y luego, por la guayabera yucateca. Volvió a su natal tierra de Yucatán, que había dejado 46 años antes, también por una revolución.

 

Aquí, a pesar de su edad y del asma que siguió aquejándolo, impartió clases de mecanografía al principio. Luego, su celo de apóstol lo llevó a hacerse cargo de la pequeña iglesia de La Milagrosa, ubicada en una colonia humilde próxima al Colegio Montejo. Aquí, nueva transformación del H. Servasio en Don Tomasito. Así de entrañablemente se hizo querer de sus feligreses y en particular de los niños de la catequesis. No se recuerda que alguna vez se haya negado a atender a nadie, haciéndolo con menoscabo de su salud y desoyendo a su médico que se lo tenía prohibido. ¿Cómo iba Don Tomasito a obedecer al médico desatendiendo a los que había llegado a querer como el padre más cariñoso a sus hijos que lo llamaban?

 

Para los Hermanos de la comunidad era el hombre de oración profunda, horas y horas ante el Señor. Dormido...? Sí, pero en vela ante Él! En sus notas personales había anotado: "La cruz es el trono de los verdaderos amantes de Jesús!" Esa fue la motivación de toda su vida.

 

Austero consigo mismo y de carácter reservado, hacía esfuerzos para superar esa su naturaleza y hallarse con la comunidad, tomar parte en el ambiente de alegría juvenil y en las bromas que él mismo favorecía. Al que entraba chiflando, primero lo llamaba "ruiseñor" y luego le decía: "Los labios son para alabar al Señor, no para hacer el cu... de la gallina!"

 

Y cuando a su juicio los jóvenes se excedían, con sorna los animaba: "¡Alegrémonos! ¡Alegrémonos!"

 

Y su apostolado epistolar: Las cartas a sus familiares y amistades, llevaban el consuelo y el consejo apropiado. Detrás del rostro austero y callado del H. Tomás Carvajal, se escondía un corazón de oro. Fue una auténtica flor marista, la segunda que produjo nuestra tierra mexicana, con los matices del silencio, del trabajo y de la cruz junto con un gran amor a Dios y a sus Hermanos.

 

El Señor lo recogió el 3 de abril de 1971, a los 82 años de edad y 65 de vida religiosa.

 

En ausencia de sus Hermanos que se hallaban en Retiro en Tlalpan, su hermano menor, el canónigo Ramiro Carvajal y su hermana Agustina lo atendieron y fue sepultado en la cripta de los sacerdotes de la Arquidiócesis de Yucatán.

 

 

 

FUENTE:Ecos de Familia, H. Roberto Valdivia.

 

México Central

Más reseñas biográficas

Portada

This page hosted by Get your own Free Home Page