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 La manifestaicón encabezada por el rectod de la UNAM, Ingeniero Barros Sierra, fue de un claro oportunismo político con miras a la sucesión presidencial. Y la prueba más elocuente fue que concluyó en las calles de Félix Cuevas e Insurgentes y no el Zócalo.

las autoridades han intervenido para reprimirlas. Entonces como en las del 26 de julio próximo pasado, se originan lamentables pérdidas de vidas y de bienes. Pero debe quedar claro. Esto se debe a la intervención de la policía y del ejército, no a los manifestantes.

¿Por qué la policía no interviene cuando las bandas de pandilleros hacen de las calles citadinas campos de batallas? Tal vez porque en esas batallas no hay ideas generosas que se defiendan. Tal vez porque lo que reprime el gobierno no es la interrupción de tránsito sino la manifestación libre de las ideas.

En la concentración de universitarios o en la de politécnicos se han expresado ideas y se le han llevado al pueblo. Se le ha enseñado cuando menos que la radio, la televisión y la prensa viven de ocultar la verdad al pueblo.

Es por eso que las protestas no están encaminadas sólo a reclamar la autonomía de la Universidad y a manifestar repudio por los cuerpos represivos.

Ni menos aún se pretende que la UNAM disfrute de extraterritoriedad. Se plantea la necesidad de garantizar que en el futuro no volverán a cometerse violaciones a la Constitución de la República por autoridades que temen la discusión de las ideas y que tienen horror por los adelantos de la ciencia que ofrece al pueblo nuevos horizontes de organización social.




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