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La triade: televisión - computadora - teléfono celular

Sin dudas la ciencia ha aportado innumeras posibilidades de diversas mejorías en nuestro planeta, entretanto no podemos dejar de destacar nuestra opinión sobre el mal uso de ciertos "artefactos", como es el caso de la televisión, la computadora y el teléfono celular. Así, vamos aprovechar una parte del texto del cap. XX, del libro Cosmosofia: Princípios Esotéricos… uma Síntese, en el cual también vemos algunos destellos sobre otros conceptos importantes en la busca de la Senda:

Mata la ambición 44, tanto la mundana cuando la espiritual, y podrás empezar a caminar. Mata el deseo de vivir, y podrás vivir en la realidad. Mata todo separatismo, las duales sensaciones, y podrás ser paz-felicidad. Mata el matador, o sea, el experimentador, el pensamiento, la cristalización, así podrás ver. Entretanto, "mata" sin actuar, sin cualquier esfuerzo o implemento, apenas por la observación con humildad.

La humildad es una poderosa energía que rompe las cristalizaciones y armoniza todo nuestro ser, permitiendo que quedemos expuestos y vulnerables al misterioso toque de la vida, sin que actúen los mecanismos de defensa. Así, en este estado de "observación" ("investigación"), la "realización" ("revelación") apenas sucede, pues una es la maduración de la otra, no son dos cosas separadas.

El hombre continúa su desarrollo, pero de forma cada vez más inarmónica y desequilibrada; vive en un completo estado neurótico y esquizofrénico; sus repuestas son inhibidas y las percepciones condicionadas, sin cualquier espontaneidad; todo es mecánico y cada vez más acelerado. Como si no bastase la televisión (vehiculando un torrente aplastante de fuerzas involutivas con una altísima proporción de inmoralidad, salvo rarísimas excepciones), la computadora (por medio de la cual las personas generalmente malgastan el precioso tiempo de sus vidas, principalmente en la Internet, muchas veces con futilidades o, peor, con lujuriantes, sórdidas e/o indignas situaciones "virtuales"), ahora también el teléfono celular (cada vez más minúsculo en tamaño) se junta a ellos como otro gran y poderoso agente esclavizante y productor de todo tipo de males y enfermedades (describimos algunos de sus efectos malignos físicos en la segunda edición del libro Eletroterapia e Eletroacupuntura: Princípios básicos... e algo mais, cap. 9. A lo que parece, eses tres artefactos van disminuir sus dimensiones hasta "transmutarse" en verdaderos microorganismos patogénicos, con alto potencial de envenenamiento electromagnético y social.

Tenemos aquí otra "triade", pero de carácter bien distinto de las que vimos anteriormente. Ella en si misma es "neutra", pero el hombre la tornó realmente del mal, pues nos separa cada vez más de la naturaleza y de todo lo que es espiritual (tanto en la vida interior como en la exterior). El avance tecnológico se aceleró, pero las personas perdieron el poder de la simplicidad, perdieron la capacidad de observar activamente, sin un motivo, de forma espontánea, sincera e inocente, sin transformar la observación y lo que se observa en un medio para algún fin. Pero de esa manera, el fin terminará por ser el fin del propio hombre en la superficie de este planeta, la pérdida otra oportunidad de, como Uno, ser impregnado por la luz.

El conocimiento representa el pasado, e implica en separación y poder, y eso sucede tanto entre diversos individuos y grupos, como en relación al individuo en si mismo. Las personas viven mirándose (y comparando) en el pasado y de él proyectándose para el futuro, y de esta forma viven como fragmentos, los cuales, por su vez, no existen, pues ni pasado ni futuro presentan existencia real, ellos apenas existen en el eterno presente. Mediante esa manera de vivir ellas creen que logran ciertos "poderes", los cuales en verdad no son más que inmensas fuentes y alimentadores de todo tipo de sufrimientos.

El conocimiento nada tiene que ver con sabiduría, como ya comentamos en el inicio de la obra (en el prólogo y en el ítem Sabiduría); él es necesario para el desarrollo científico y tecnológico, y debe ser utilizado para un correcto actuar. Pero continúa siendo un poder que separa, alguien que sabe y otros no, y eso es empleado deliberadamente para fines personales y egoístas.

En el mundo de hoy, quien "detenta" (tanto en el sentido de tener como de retener, hacer parar) el conocimiento, sea un individuo o un grupo cualquier, dirá, de una manera o de otra, que los demás solo podrán llegar hasta ese conocimiento por su intermedio, y estipulará un precio, en dinero y/o poder. En esta situación, él, o el grupo, se constituye en un agente dominador y separatista. Él ostenta el poder sobre los demás, y en muchos casos de la vida cuotidiana llega hasta a ser el motivo de la paralización (mismo que sea momentánea) del propio saber, del conocimiento que tanto busca. Quien está en el poder, quien tiene el conocimiento, difícilmente lo vende o lo comparte de forma integral. Él quiere mantenerlo para sí mismo, y enclaustrado en los miedos consecuentes e inevitables, llega hasta a paralizarlo, a estancarlo. ¡Pobre del conocimiento! Pues él no es malo ni bueno, él es, y nosotros lo manipulamos, distorsionamos, disfrazamos y transformamos en una poderosa arma de corrupción y destrucción, en vez de hacer de él una escalera dorada que nos conduzca hasta la puerta por tras de la cual se encuentra el camino que nos llevará en la dirección de la sabiduría, de la cristalina y reluciente Luz.

En este sentido, el saber, el conocimiento real, aquel que es claro y no deja la menor duda interior, puede ayudar al hombre a libertarse de muchas amarras, puede ayudarlo a conducirse de manera armoniosa con el Universo. El verdadero poder que el conocimiento debe propiciar es aquel que nos conduce a la libertación interior, a la comprensión do lo que precisamos para evolucionar, y no al poder mundano que ejercemos, literalmente contra los demás. De esta forma, el conocimiento ayudará al hombre a ser libre, libre de los otros y de él mismo; libre de las imperfecciones y apto a vivir con todos, y con todo, en la unión del amor. Y para que eso sea una realidad, mismo que parezca paradójico, hasta del saber el hombre necesita libertarse, pues el conocimiento en sí mismo no es lo que importa, él también es un factor que limita. La verdadera libertad no puede existir si hay cualquier amarra, dado que ese estado sólo acontece cuando la mente está completamente libre.

Estamos para el planea Tierra como los microorganismos están para nuestra piel: muchos la atacan, unos pocos la defienden, y la mayoría ni sabe lo que realmente sucede. Nosotros somos los microorganismos de la Tierra que habitan en su piel, pero podemos elegir a cual categoría pertenecer. "El árbol se conoce por sus frutos"; nuestro planeta es todavía joven y no tubo tiempo suficiente para producir una cosecha de frutos espiritualmente maduros. Por ahora, apenas algunos de ellos, en una u otra rama, llegan al punto adecuado para su cosecha.

Un árbol necesita desarrollar una raíz adecuada para crecer de forma correcta, de modo que el viento no la derrumbe. De la misma manera, los árboles de las relaciones y de la vida, tanto material como espiritual, deben poseer una firme y profunda base por medio de la cual se nutran cuando necesiten, y que les permitan soportar todos los embutes y tempestades de la vida material, así como desarrollar una frondosa copa, por la cual absorberán los preciosos rayos nutritivos espirituales.

Busca una pequeña luz interior en vez de un gran resplandor externo. Una vez encontrada la luz interior, mismo que en principio sea tenue y más difícil de ser visualizada, ella iluminará con seguridad el camino, pues irradiará conforme su origen espiritual. Por otro lado, una luz externa es más fácil de ser encontrada, pero, mismo que sea muy fuerte, no es garantía de calidad espiritual, y podrá hasta ofuscar completamente la visión. Existen muchas "luces" externas resplandecientes y poderosas, pero que pueden haber sido originadas por un rayo o un volcán en erupción, y una vez que pasen podrán dejar como resultado una gran oscuridad y destrucción. El camino interior puede no ser el más fácil de ser encontrado, pero es el único que nos conduce de verdad para dónde debemos ir, y solamente puede ser vislumbrado por la luz que emerge de lo íntimo del ser.

Roberto


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