
Ujué, un pueblo del medievo

Situación Geográfica. Ujué es un pequeño pueblo situado en la Navarra Media oriental y
está dominado casi en su totalidad por la
Sierra
que lleva su mismo nombre. La Sierra de Ujué forma una especie de apéndice desgajado del
conjunto montañoso formado por las Sierras de Alaiz, Izko y Orba, que se prolonga hacia
el sur sirviendo de divisoria de aguas de los ríos Aragón y de su afluente el Zidakos.
Por el alto de Lerga entronca con el citado conjunto montañoso, presentando aquí su cima
más importante, el Chuchumendi o Monte Chuco Alto (935 mts.)
La Sierra está partida por agrestes
barrancos, que buscan los ríos mencionados anteriormente. Ya en el piedemonte surge la
laguna de Pitillas, laguna esteparia rebosante de avifauna que en la actualidad está
catalogada como Reserva Natural por el Gobierno de Navarra.
Historia. Los orígenes de Ujué son
confusos, desconociéndose la fecha exacta de su fundación. Antes de la dominación
romana ya existían núcleos de población vascona diseminados por la Sierra, como lo
atestiguan recientes descubrimientos arqueológicos. La romanización fue intensa en el
piedemonte y en las inmediaciones de la ermita de Santa María la Blanca se han encontrado
dos aras dedicadas a Júpiter y a la divinidad indígena de Lecubegi.
El actual núcleo de población de Ujué
arranca a finales del siglo VIII o principios del IX, cuando Iñigo Haritza erigió el
castillo primitivo-fortaleza, como una avanzadilla de su reino contra el Islam que se
extendía por la Ribera. Curiosamente uno de los primeros relatos que tenemos de Ujué
proviene de Al-Himyarí, quien nos habla de los castillos fortificados que formaban el
sistema de defensa del Reyno de Pamplona. En su crónica escribe: "Otra localidad, de
nombre Santa María, es la primera de las fortalezas que forma parte del sistema defensivo
de Pamplona. Es la que está construída con más solidez y ocupa la posición más
elevada".
Y así, con el nombre de Sta. María y como
fortaleza fronteriza de montaña, permanece durante los siglos IX y X. Es en los siglos IX
y X y XI cuando se recogen los topónimos de Ussue y ya en el siglo XII se escribe
"Santa María de Uxua". La fortaleza y el poblado surgido a su entorno, se
constituye en villa hacia el año 1.076. Sancho Ramírez le concede fueros, por lo que se
estipulaba que "fuera villa realenga y sus vecinos libres e ingenuos, sin que
pudieran ser enagenados en señorío". Con este rey comienza el apogeo y la
prosperidad de Ujué, al ampliarse las dependencias del castillo y construirse la iglesia
románica, que se bendice en el año 1.089.
Treinta años más tarde, Alfonso el Batallador conquista los
reinos de Tudela y Zaragoza y ante la falta de acoso musulmana, Ujué entra en decadencia
y muchos de sus vecinos emigran hacia la llanura. Al entronizarse en Navarra los reyes de
la Casa de Evreux, Ujué vuelve a recuperar su importancia, pues los reyes Carlos II el
Malo y su hijo Carlos III el Noble manifestaron su predilección por el santuario mariano
de Ujué.
Carlos II mandó erigir la iglesia gótica, así mismo pensó
en dotar a Ujué de una universidad o Estudio General. A tal fin se iniciaron las obras
que, años mas tarde, se abandonarían por falta de recursos económicos. También mandó
hacer el revestimiento de plata de la imagen. Pese a que este rey pasó a la historia con
el sobrenombre de "el Malo", amó Ujué y a su Virgen, a la que donó su
corazón el cual se conserva en la actualidad en una arqueta en la cabecera de la iglesia.
Su hijo, Carlos III el Noble, organizó
frecuentes peregrinaciones al Santuario de Ujué, desde su corte de Olite-Herri Berri.
Esta costumbre la mantuvo su hija, la Reina Doña Blanca de Navarra, quien al morir,
ordena en su testamento ser enterrada en la iglesia de Ujué. Esta disposición
testamentaria no se cumplió, probablemente por las guerras civiles que por aquellos años
ensangrentaban el Reyno, y Doña Blanca quedó enterrada en Santa María de Nieva en donde
falleció.
Doña Leonor, hermana de Doña Blanca, interviene para frenar
la decadencia de Ujué, tras su segregación de Pitillas. Organiza varias peregrinaciones
al Santuario y libera de impuestos a todos los vecinos de la villa. En 1482 se
inicia un nuevo resurgir de Ujué.
Con la conquista de Navarra por parte de la Corona de
Castilla se produce un aumento de la población de Ujué. La orden de derribo dada por el
Cardenal Cisneros de la fortaleza, no se cumplió y la iglesia con sus dos torres
almenadas y su cinturón defensivo permanecieron y se conservan en la actualidad como
estaban antes del expolio del Reyno de Navarra.
Hacia el año 1533 Ujué contaba con una población estable y
ésta crece ligeramente hasta finales del siglo XVIII, en que se derriban sus murallas y
ya tiene 170 casas habitadas. A finales del siglo XIV el Papa Clemente VII ordena que la
iglesia de Ujué sea reintegrada al obispado de Iruña.
El Santuario de Ujué fué atendido por clérigos de la Orden
de San Agustín hasta el siglo XIII en que pasó a manos de clérigos seculares. De aquí
procede que los párrocos de Ujué sean llamados Priores, por justo título concedido por
el Papa Pío V. El priorato de Ujué fué polémico. En 1570, Felipe II concede a la
catedral de Barbastro los prioratos de Larraga, Funes y Ujué, con las consiguientes
protestas de los ujuetarras. Felipe V reconduce la situación y decreta los derechos de
los solicitantes.
En 1711 se quiso dejar sin efecto el privilegio de Dña.
Leonor, pues se trató de obligar a la Villa de Ujué a que pagara sus antiguas pechas al
estar en bancarrota la Hacienda Real, tras acometer la guerra de Sucesión. Como los
ujuetarras tomaron partido por Felipe V, éste espide una real cédula firmada en el Buen
Retiro y fechada en 20 de Noviembre de 1712 "ordenando al Tribunal de la Cámara de
Comptos el sobreseimiento de los embargos a la villa de Uxue".
Ujué sigue creciendo en población y riqueza de tal manera
que aparece citado en el censo de las Cortes de Navarra de 1818 entre las villas más
prósperas. El crecimiento continúa durante las dos primeras décadas del siglo XX y el
año 1929 se lacanza la cota máxima con 2.009 habitantes.
En la actualidad Ujué es un pequeño pueblo con apenas 300
habitantes, la mayoría son personas de la tercera edad y se ve muy poca gente joven. Hay
muchas casas abandonadas, vacías y algunas en estado ruinoso. Pero Ujué se resiste a
desaparecer, a perder sus señas de identidad como "Villa Realenga". Ujué y su
sierra tienen recursos, en potencia, para resurgir del estado decadente en que se
encuentra. Es preciso -y urgente- acometer la reordenación de sus recursos agrícolas y
ganaderos, de emprender la reforestación de la Sierra, fomentar el ecoturismo, establecer
alguna pequeña industria transformadora....
Esperemos que entre todos podamos fortalecer a este pequeño
y hermoso pueblo Navarro, que año a año es visitado por un número cada vez mayor de
personas interesadas en la cultura, el arte, la historia y su gastronomía.