VII. UNA CARTA PLANETARIA DE DERECHOS Y RESPONSABILIDADES
Para llevar a cabo nuestro compromiso con el humanismo planetario, proponemos una Carta planetaria de derechos y responsabilidades como materialización de nuestro compromiso planetario con la Humanidad como un todo. La Carta incorpora la Declaración universal de los Derechos los Humanos, pero va más allá, ofreciendo algunas nuevas provisiones. Muchos países independientes se han esforzado por implementar estas provisiones dentro del marco de sus fronteras nacionales. Pero existe una creciente necesidad de formular una Carta planetaria de derechos y responsabilidades que sea de aplicación a todos los miembros de la especie humana. Su aplicación, sin embargo, no será fácil. De hecho, es preciso que haya suficientes recursos para ello. Aunque el libre mercado sea un máquina dinámica del crecimiento económico y el desarrollo, no es infalible y puede requerir correcciones y suplementos por parte de políticas públicas comprometidas con un bien social más amplio. Los medios adoptados para realizar los principios de esta Carta serán sacados en su mayor parte y primariamente del sector privado, pero el sector público tiene también un importante papel que jugar. Se producirá, sin duda, una tremenda oposición política a estas propuestas, pero desearíamos establecerlas al menos como fines a largo plazo, incluso aunque puedan parecer en la actualidad difíciles de llevar a cabo en ciertas partes del mundo.
Primero. Deberíamos esforzarnos por terminar con la pobreza y la desnutrición y por proporcionar un adecuado cuidado de la salud y vivienda para la gente de todos los rincones del planeta. Esto significa que no podría negársele a nadie una alimentación adecuada y agua limpia y, que tendríamos que dedicar nuestros mejores esfuerzos a erradicar las enfermedades infecciosas, asegurar una sanidad decorosa y garantizar un mínimo de instalaciones de habitabilidad para todo el mundo. Justamente, ésta es la tarea; incluso sobre fundamentos morales es necesario que comencemos a cimentar esta obra.
Segundo. Deberíamos esforzarnos por proporcionar seguridad económica e ingresos adecuados a todo el mundo. Esto significa dar a la gente oportunidades justas de empleo, seguridad a los desempleados y Seguridad Social a los jubilados. Tendrían existir programas especiales para educar a los discapacitados en tareas para las que estén capacitados y ayudarles a encontrar empleo.
La premisa central aquí es la auto-ayuda, que los individuos necesiten realizar sus propios esfuerzos para ganarse la vida y obtener ingresos suficientes. Todo lo que la sociedad puede hacer es proporcionar oportunidades, bien sea con medios públicos o privados.
Tercero. Toda persona debería estar protegida contra injurias, peligros y muertes injustificadas e innecesarias. Todos los miembros de la especie humana habrían de gozar de seguridad contra la violencia física, los hurtos a sus propiedades personales y el temor debido a intimidación, sea ésta ejercida por parte de personas privadas o instituciones políticas o sociales. Todo el mundo tendría que estar protegido contra los abusos sexuales, el acoso y las violación. La conducta sexual debería estar basada en el principio del mutuo consentimiento. El sexo o el matrimonio con niños menores no debería estar permitido bajo ninguna circunstancia.
La pena capital es una forma inadmisible de castigo. Debería ser reemplazada por otros castigos, tales como la cadena perpetua. La mayor parte de las naciones civilizadas han prohibido ya la pena de muerte. El derecho de los individuos a poseer armas de fuego tendría que estar regulado por la sociedad.
Cuarto. Los individuos deberían tener el derecho a vivir en una unidad familiar o en una casa de su elección, de acuerdo con sus ingresos, y deberían tener el derecho a procrear o no procrear hijos. Todos los individuos deberían tener el derecho a elegir libremente a su pareja, si desean tenerla, así como el número y la periodicidad de los hijos que quieran tener. Los niños y los adolescentes no habrían ser obligados a ejercer trabajos de adultos o excesivamente pesados. Los padres no tendrían descuidar a sus hijos o negarles una nutrición decorosa, sanidad, habitación, cuidados médicos y seguridad.
Los padres no negarán a sus hijos el acceso a la educación, el enriquecimiento cultural y el estímulo intelectual. Aunque la guía moral paterna sea vital, los padres no deberían imponer simplemente su propia visión religiosa o sus valores morales a sus hijos, ni tratar de indoctrinarles. Los niños, los adolescentes y los adultos jóvenes tendrían estar expuestos a distintos puntos de vista y ser incitados vigorosamente a pensar por sí mismos. Los puntos de vista, incluso de los niños pequeños, deberían ser respetados.
Quinto. Las oportunidades para la educación y el enriquecimiento cultural deberían ser universales. Todas las personas habrían de tener la oportunidad de aumentar su conocimiento. Como mínimo, la escolarización tendría que estar garantizada para todos los niños desde sus primeros años hasta la adolescencia. Pero la oportunidad de educarse debería continuar siendo accesible a todos los grupos de edad, incluida la educación continua para los adultos. Existen unos mínimos estándar que toda persona debería alcanzar: las destrezas básicas de lectura, escritura y matemáticas. Niveles superiores de logro se relacionan con el talento y la capacidad. El acceso a las escuelas superiores de educación debería estar basado en el mérito; siempre que resulte posible la escolarización, tendría que estar garantizada, de tal modo que ningún estudiante cualificado se viera obligado a abandonar su oportunidad educacional a causa de estrecheces financieras.
Todos los niños deberían ser instruidos en algunas destrezas básicas comercializables, de manera que se les garantice la posibilidad de encontrar un empleo con el que puedan ganarse la vida. Esta habilitación incluiría alguna forma de alfabetización informática, la formación cultural y la habilidad para desenvolverse en el mundo del comercio.
El currículo debería promover la comprensión de los métodos científicos de investigación y del pensamiento crítico. No se tendrían que poner barreras a la libre investigación. La educación debería inculcar el aprecio por las ciencias naturales, biológicas, y por las ciencias sociales. La teoría de la evolución y los principios básicos de la ecología tendrían también que ser estudiados.
Los estudiantes deberían aprender los principios de una buena salud, de una nutrición adecuada, de la medicación y del ejercicio físico. Tendría que incluirse en este aprendizaje una cierta compresión de la medicina científica y de cuáles son las funciones del cuerpo humano. Deberían facilitarse oportunidades para una educación sexual, que incluiría la conducta sexual responsable, la planificación familiar y las técnicas contraceptivas.
Los estudiantes tendrían que aprender a apreciar las diversas tradiciones culturales. Esto podría lograrse mediante el estudio comparativo de religiones, lenguajes y culturas, y mediante una apreciación de la expresión artística. Los estudiantes deberían estudiar historia, comenzando por la historia del país o cultura concretos en los que viven, pero siguiendo también con las de otras culturas, incluyendo la historia de las civilizaciones mundiales. Deberían hacerse todos los esfuerzos por desarrollar una suerte de alfabetización planetaria' esto es, consciente del entorno ambiental. La enseñanza no habría de quedar confinada en los márgenes de estrechas especializaciones, sino que debería gastarse cierta energía en alcanzar una comprensión interdisciplinar.
Sexto. Los individuos no deberían ser discriminados negativamente a causa de su raza, origen étnico, nacionalidad, cultura, casta, clase, creencias, género u orientación sexual. Necesitamos desarrollar una nueva forma de identidad humana: la de ser miembros de una comunidad planetaria. Esta identidad debe tener prioridad sobre todas las demás identificaciones y servir como base para erradicar la discriminación.
Los odios raciales, nacionales o étnicos son inmorales. Todos los individuos son miembros de la misma especia humana y como tales deberían tener el derecho de gozar de todos los privilegios y oportunidades alcanzables.
El antagonismo de clase puede ser una fuente de discriminación. La barreras tradicionales, tales como el sistema de castas, han mantenido a millones de personas en el subdesarrollo. Algunos han pretendido suturar el abismo entre ricos y pobres arruinando a los primeros en lugar de mejorar las condiciones de los últimos. Otros han ignorado las estrecheces de los pobres o han intentado conducirlos hacia un estado de dependencia.
El derecho a creer y a practicar la religión de cada cual debe ser respetado. La libertad equivalente a no practicar religión alguna ha de garantizarse a los renegados religiosos, a los agnósticos y a los ateos, cuyos puntos de vista son dignos de un no menor respeto.
La discriminación de género no debería permitirse. Las mujeres tienen derecho a ser tratadas igual que los varones. La discriminación en las oportunidades de trabajo, en educación o en actividades culturales es insoportable. La sociedad tampoco tendría que negar iguales derechos a los homosexuales, bisexuales, así como a los travestidos y transexuales.
Séptimo. Los principios de la igualdad deberían ser respetados por todas las comunidades civilizadas en cuatro grandes sentidos:
Igualdad de trato. Cada persona tiene igual valor y dignidad y no debe negársele los beneficios y derechos acordados para todos los demás. Esto no contradice el derecho de la sociedad a ejercer su capacidad coactiva de castigar o encarcelar a los individuos que infrinjan la ley, usen la violencia o cometan crímenes contra otros.
Satisfacción de las necesidades básicas. Los individuos pueden carecer de recursos y, sin ser responsables de su propia situación, resultar incapaces de satisfacer sus necesidades mínimas de alimento, vestido, seguridad, atención sanitaria, enriquecimiento cultural y educación. En tales casos, si la sociedad tiene medios, entonces tiene la obligación de ayudar a satisfacer tanto como sea posible esas necesidades básicas. Este compromiso con el bienestar se relaciona con capacidad de trabajar. La sociedad no debería favorecer una cultura de la dependencia.
Igualdad de oportunidades. En las sociedades libres, debería haber un amplio campo de roles y niveles. En una sociedad abierta y libre, los adultos y los niños tendrían que gozar de las oportunidades suficientes para satisfacer sus intereses y aspiraciones, y para poder expresar sus talentos singulares.
Octavo. Es un derecho de toda persona estar en condiciones de vivir una vida buena, aspirar a la felicidad, lograr una satisfacción y un ocio creativos en sus propios términos, en la medida en que él o ella no cause daño a terceras personas. El principio esencial es que cada persona debería gozar de la oportunidad de realizar su personal perfeccionamiento en consonancia con sus recursos sociales; pero de tal modo que esta realización dependa del individuo y no de la sociedad. La felicidad, sin embargo, depende de los ingresos, recursos y actitudes personales de cada cual, y los individuos no tendrían que esperar que la sociedad les proporcionase los medios de satisfacción para un amplio espectro de propósitos y gustos idiosincrásicos.
Noveno. Los individuos deberían tener la oportunidad de apreciar y tomar parte en actividades artísticas, incluyendo la literatura, la poesía, el drama, la escultura, la danza, la música y el canto. La imaginación estética y las actividades creativas pueden contribuir inmensamente al enriquecimiento de la vida, a la autorrealización y a la felicidad humana. La sociedad tendría que fomentar y sostener las artes y una amplia difusión cultural de las mismas entre todos los sectores de la comunidad.
Décimo. Los individuos no deberían ser indebidamente reprimidos, restringidos o coartados a la hora de ejercer un amplio espectro de elecciones personales. Esto incluye la libertad de pensamiento y conciencia: el inestimable derecho a creer o a no creer, la libertad de expresión y la libertad de seguir cada uno su propio estilo de vida, en la medida en que ello no prive a otros de ejercer sus propios derechos.
Incluido en lo anterior se encuentra el derecho a la privacidad:
Todos los individuos tendrían que ser libres de imposiciones políticas y coerciones sociales.
Las mujeres habrían de tener el derecho a controlar sus propios cuerpos. Esto incluye la libertad reproductiva, la contracepción voluntaria y el aborto.
Las parejas deberían disponer de la información apropiada para planificar la familia y la capacidad de hacer uso por sí mismos de la inseminación artificial y de consultoría biogenética.
Los adultos deberían poder casarse con quien quieran, incluso si su pareja es de diferente raza, etnia, clase, religión, casta o extracción nacional. La mezcla generacional no tendría que estar prohibida. Las parejas del mismo sexo deberían tener los mismos derechos que las parejas heterosexuales.
El principio guía para el cuidado de la salud habría de ser un consentimiento bien informado. Los individuos maduros deberían tener el derecho a seleccionar o rechazar el tratamiento médico que se les aplique.
Los individuos habrían de tener el derecho de constituir voluntariamente organizaciones para la consecución de intereses y la ejecución de actividades comunes. El derecho de libre asociación tendría que ser respetado siempre que se lleve a cabo de forma pacífica y no violenta.
VIII. UNA NUEVA AGENDA GLOBAL
Muchos de los altos ideales sociales surgidos al socaire de la Segunda Guerra Mundial, y que han hallado expresión en instrumentos tales como la Declaración universal de los Derechos Humanos, han menguado hoy a lo largo y ancho del mundo. Si vamos a influir en el futuro de la Humanidad, será necesario de forma progresiva, con y a través de nuevos centros de poder e influencia dedicados a favorecer la equidad y la estabilidad, aliviar la pobreza, reducir los conflictos y salvaguardar el entorno. A la luz de las cambiantes circunstancias actuales, se han puesto de manifiesto un cierto número de objetivos prioritarios:
Primero. Seguridad. El problema de los conflictos y guerras regionales no se ha resuelto, ni ha desaparecido tampoco el indefinible peligro asociado a las armas de destrucción masiva. En los últimos cincuenta años, la violencia intercomunitaria y las guerras civiles han superado con creces a los conflictos entre naciones en términos de coste en vidas humanas. Tales conflictos surgen invariablemente cuando una comunidad étnica dentro de un Estado se siente oprimida por el gobierno o por otra comunidad y se siente además incapaz de hacer oír sus agravios por procedimientos legales. La Carta de las Naciones Unidas prohibe específicamente interferir en los asuntos internos de los Estados miembros; la comunidad internacional, por tanto, carece de cualquier base legal para intentar resolver los conflictos tribales, étnicos o intercomunitarios dentro de las fronteras nacionales contra los deseos de los grupos gobernantes en los Estados implicados. Además, cualquier intento por parte de la comunidad internacional por resolver tales conflictos mediante el uso de la fuerza está igualmente sometido en el Consejo de Seguridad de la ONU al posible veto de un miembro permanente amigo del gobierno implicado. Desde el final de la guerra fría, sin embargo, Estados Unidos, ayudado por la OTAN y otros poderes occidentales, ha pretendido con cierta frecuencia imponer la paz por la fuerza, sobrepasando los mandatos de la ONU y saboteando de este modo su autoridad.
Segundo. Desarrollo humano. Convocamos a todos a favor del objetivo audaz e innovador de maximizar el progreso humano a escala global. Hoy, como en el pasado, sigue siendo un problema urgente la disparidad entre los sectores opulentos y subdesarrollados del planeta. El mundo desarrollado puede ayudar a quienes se hallan por debajo de él, en buena medida proporcionándoles capital, ayuda técnica y asistencia educativa.
Necesitamos un nuevo impulso sobre el desarrollo social no solamente en el terreno económico, reconociendo que, mientras el crecimiento económico no siempre conduce al desarrollo social, en cambio la inversión directa en desarrollo social puede reducir la pobreza y llevar más cantidad de población a una economía de mercado. Existe la perentoria necesidad de apoyar medidas que incidan directamente sobre la salud y el bienestar social de los más pobres, y especialmente de las mujeres y de las jóvenes. Esto debe incluir algún esfuerzo por estabilizar e incluso disminuir las tasas de crecimiento de la población.
La cooperación al desarrollo ha sido vista con frecuencia por parte de los países donantes como un instrumento de imperialismo externo y de política comercial. Con el final de la guerra fría, ha disminuido la necesidad percibida de competir por el apoyo del mundo en vías desarrollo, y con ello han disminuido también los niveles de ayudas al desarrollo. Esta tendencia debe invertirse.
Urgimos a todas las naciones industrializadas a aceptar como primer paso las líneas maestras trazadas por la ONU para la ayuda al desarrollo en ultramar, en particular la de contribuir con -o aceptar el impuesto- de un 0,7 % del Producto Interior Bruto cada año para programas de ayuda al desarrollo, de cuya cantidad el 20% sería para desarrollo social, y, a su vez, el 20% del presupuesto de desarrollo social tendría que distribuirse entre la población asistida. Esta ayuda debería incrementarse en el futuro.
Ha de realizarse el mayor esfuerzo en la tarea de suturar la brecha del conocimiento con las naciones más pobres, entrenando y reciclando a los desempleados, proporcionando mejores condiciones de trabajo -especialmente a las mujeres y a los desfavorecidos- e invirtiendo más recursos en el cuidado de la salud, la educación y el enriquecimiento cultural. Recomendamos a todas las naciones apoyar el Programa de acción de El Cairo de 1994 para proporcionar salud reproductiva y derechos reproductivos universales, ayudar a mejorar la calidad de vida de los más pobres y estabilizar el crecimiento de la población mundial. El índice de desarrollo humano publicado anualmente por la ONU debería ser erigido en el metro-patrón que sirviese de guía para todos los países en vías de desarrollo.
Está creciendo el papel de las organizaciones no gubernamentales en los países en vías de desarrollo en la medida en que se están convirtiendo en las receptoras de las ayudas y en que logran cortar por lo sano la corrupción y los endémicos retrasos burocráticos que caracterizan a dichos países. Las organizaciones no gubernamentales occidentales tienen un significativo papel que jugar en tanto que contrapartes y canales de transmisión para tales ayudas al desarrollo. (La cantidad de recursos canalizados por este medio, sin embargo, sigue siendo dolorosamente insuficiente.)
Tercero. Justicia social. La Carta planetaria de derechos y responsabilidades es esencial para el asunto de la justicia social. Deben rechazarse los intentos de mediatizar el impacto de la justicia social y de restringir su ámbito geográfico o cultural. Hay que subrayar la aplicabilidad de la Declaración universal de los Derechos Humanos a la esfera privada del hogar, la familia y la comunidad. Urgimos, en particular, la pronta ratificación por parte de todos los países de todas las convenciones internacionales sobre los derechos de la mujer, la infancia, las minorías y los pueblos indígenas.
Cuarto. El crecimiento de multinacionales globales. Los últimos veinte años han sido testigos de una creciente concentración de poder y riqueza en manos de las corporaciones globales. No cabe duda de que ello ha contribuido al desarrollo económico y comercial del mundo. Pero las leyes internacionales han sido lentas a la hora de responder a tan rapidísima evolución de las estructuras de poder en el mundo económico. Las corporaciones multinacionales, en este momento, se encuentran en condiciones de ignorar olímpicamente los deseos de los gobiernos individuales al formular sus políticas, simplemente trasladando sus recursos económicos a través de las fronteras o exportando sus fábricas manufactureras a mercados más baratos. Esta libertad es considerada beneficiosa para el libre mercado y es fomentada por los mercados financieros globales. Pero tales corporaciones están también ampliamente capacitadas para eludir los impuestos mediante la exportación de las ganancias. Las instituciones financieras son capaces de evadirse del control financiero mediante la ubicación de sus estructuras en paraísos fiscales exteriores, de modo que los fondos internacionales que se transfieren sin impuestos se acercan al billón de dólares diario.
Cualquier intento de dirigir estos asuntos, pero que restringiera la operatividad del libre mercado, sería enérgicamente rechazado y además fracasaría. Por consiguiente, se necesitan imaginativas reformas tendentes a asegurar que la riqueza internacional, tanto de los individuos como de las corporaciones, juegue limpio sin perjudicar al motor del mundo económico.
Quinto. Ley internacional. La comunidad global necesita desarrollar un sistema de leyes internacionales que trascienda las leyes de las naciones por separado. Necesitamos transformar un mundo alegal en otro que tenga leyes que todos y cada uno puedan entender y atenerse a ellas.
Sexto. El medio ambiente. Necesitamos reconocer que los estilos de vida cotidianos de las sociedades industrializadas del Norte no son sustituibles y que llegarán a crecer progresivamente de modo que, a medida que se produzca un mayor desarrollo económico y un consumo creciente entre las naciones más pobres del Sur, crecerá la presión sobre el medio ambiente global. El consumo galopante está ya produciendo una presión sin precedentes sobre el medio ambiente y colocando incluso a los que consumen menos en una situación doble de riesgo. El problema consiste en desarrollar los niveles de consumo de mil millones de pobres que carecen incluso de una comida suficiente al día mientras simultáneamente se implementan pautas de consumo sustentables que reduzcan el daño medioambiental.
Los problemas del medio ambiente global deben ser manejados en y con perspectiva planetaria: reduciendo la polución medioambiental, incluido el dióxido de carbono y otros gases de producción natural; desarrollando carburantes alternativos; reforestando las tierras desérticas; contrarrestando la erosión del humus en las áreas cultivables; facilitando los negocios que preserven el medio ambiente; limitando la pesca en mar abierto que conduzca a la extinción de poblaciones enteras de peces; protegiendo las especies en peligro de extinción; reduciendo la adicción social a los estilos de vida de consumo conspicuo y despilfarrador, y eliminando todas las armas de destrucción masiva. Así pues, las medidas para proteger el medio ambiente requieren de una alta prioridad por parte de la comunidad planetaria.