Combatir el subdesarrollo

 
S.Salgado













 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

    Es preciso un cambio en las relaciones internacionales, una mejor distribución de los recursos y la aplicación de una ética del comercio y de la producción. 

    Los fondos destinados a la cooperación internacional deben incrementarse, pero también se han de construir estructuras de cooperación enraizadas en las necesidades de los países receptores y tendentes a fortalecer su tejido productivo, asociativo y democrático. El colonialismo de las armas no puede ser substituido por el colonialismo de la caridad. Cooperar no quiere decir tranquilizar la mala conciencia del mundo industrializado; significa apoyar estrategias de crecimiento de los países que nunca han podido crecer. 

    La lucha contra la pobreza es también un combate por el desarrollo tal como lo entienden los países receptores de la ayuda internacional. Además de las transferencias de dinero, es preciso que los proyectos de desarrollo en estos países sirvan para fortalecer sus organizaciones populares, y hacer realidad los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de los ciudadanos y no únicamente los problemas inmediatos. De lo contrario, las comunidades frágiles siempre acaban siendo víctimas de las fluctuaciones de los mercados mundiales y de la especulación financiera. 

    Cooperar no quiere decir sólo actuar en los países del Sur. También es presionar a los gobiernos del Norte para cambiar las leyes y normas que dificultan las exportaciones de los países del Sur y acabar con la injusticia de los intercambios comerciales desfavorables para los países en vías de desarrollo, para que destinen un tanto por ciento de su riqueza al progreso de las regiones del Sur y para que se les condone la deuda externa que impide su desarrollo. Es vigilar que el capital financiero no caiga en la especulación, sino que se invierta en economías productivas y sostenibles. 

    Pese al papel fundamental del crecimiento económico para reducir la pobreza, es necesario un cambio institucional y social para reforzar el desarrollo de los pobres. Para luchar contra la pobreza, en primer lugar se deben incrementar las oportunidades económicas de los desfavorecidos, facilitándoles el acceso a la tierra y a la educación. También es preciso desarrollar su capacidad de influencia sobre las decisiones que les afectan y eliminar las discriminaciones por sexo, raza, grupo étnico o condición social. Por último, resulta necesario reducir la vulnerabilidad de los más pobres ante la enfermedad, las crisis económicas, el desempleo, los desastres naturales o la violencia. 

    Para conseguir el verdadero, es decir, equitativo y sostenible, desarrollo económico del Sur es necesario reformar las estructuras que dificultan el proceso de desarrollo. Pero, ¿cómo se puede hacer desde fuera, sin guerras ni revoluciones, y en unos países -muchos de ellos con ricos recursos naturales- gobernados por caciques y oligarcas, cuando no tiranos, que gastan la mayoría del presupuesto en armamento o en enfrentamientos, con militares y funcionarios corruptos, y empresarios o terratenientes explotadores, mientras la mayoría del pueblo vive en la necesidad y es víctima de la política de los gobiernos del Norte y el suyo propio? Una manera es condicionando la condonación de la deuda, los préstamos blandos y las donaciones a la reforma de las estructuras, particularmente las que afectan al reparto de la riqueza y del ingreso, como reforma agraria, reforma fiscal, reforzamiento de la seguridad social pública, fortalecimiento del gobierno municipal y de la democratización de cada país, aumento de los presupuestos de educación y salud pública, etc.

 
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