Casi la mitad de
la población mundial vive en zonas de bosques tropicales, en su
mayor parte en el mundo en desarrollo. La ordenación de estos bosques
reviste una importancia capital para los países en los cuales están
situados, no solamente porque proporcionan madera sino también debido
a la diversidad singular de su vida vegetal que, bien explotada, constituye
una fuente renovable de alimentos, medicinas y combustible. Los bosques
contribuyen también a regular la calidad y el caudal del agua, lo
que constituye un factor esencial para el desarrollo. Son además
el hábitat de personas que viven de su explotación equilibrada
así como de culturas indígenas.
La deforestación masiva
atenta, pues, contra todo ello. Su justificación en aras de la explotación
agrícola intensiva en gran escala de carácter permanente
no tiene sentido, ya que los bosques que crecen en suelos normalmente más
antiguos y pobres en nutrientes no son adecuados para ser explotados. La
mayoría de los nutrientes de estos bosques están en la biomasa
arbórea y no en el suelo. Cuando se desbroza el bosque se pierden
la mayoría de los nutrientes del sistema y los rendimientos menguan
rápidamente.
La intensidad en las últimas
décadas de las actividades humanas y el impacto ecológico
consiguiente son únicos en la historia. Se han desbrozado o modificado
los bosques a un ritmo sin precedentes. Las principales causas del agotamiento
de los bosques tropicales son el rápido crecimiento demográfico
en los países tropicales y consiguiente necesidad de que las tierras
agrícolas produzcan alimentos para esas multitudes; la explotación
de los recursos con miras al crecimiento económico; la búsqueda
acelerada de nuevas fuentes de suministro de madera y otros productos en
los países desarrollados; y la tala intensiva para obtener leña.
Los bosques repercuten en
el clima al contribuir a mantener la temperatura de la tierra y al regular
la cantidad de bióxido de carbono en la atmósfera. Su destrucción
acarrea, entre otras consecuencias, la modificación de la composición
de la atmósfera y del régimen de lluvias, y la desaparición
de especies animales y vegetales. Su flora constituye una reserva genética
para la obtención de medicamentos que permitan curar algunas de
las peores enfermedades de la humanidad. Todo ello, hace necesario que
se mantenga una explotación racional de esos bosques y tierras forestales
en las partes húmedas y subhúmedas de los trópicos.