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Si el hombre se apropiara
sólo de los "excedentes" de la naturaleza, podría obtenerlos
indefinidamente; pero éstos son cada vez más escasos. Ello
se debe, sobre todo, a que el hombre empeora las condiciones necesarias
para el desarrollo de la vida orgánica. En el mundo se extraen anualmente
más de mil millones de toneladas de carbón mineral, otras
tantas de petróleo, centenares de millones de hierro, decenas de
millones de fósforo, azufre, bauxitas y calcio, millones de toneladas
de cobre, zinc, plomo... En el siglo pasado el hombre expulsó a
la atmósfera medio billón de toneladas de gas carbónico;
el hombre explota el 70% del suelo útil para la agricultura, el
50% del incremento forestal, el 10% del caudal de los ríos, el 70%
del incremento de las reservas de peces comestibles. El hombre transforma
vastos territorios, desecando pantanos, talando grandes extensiones de
bosques (como en el Amazonas, uno de los pulmones del planeta), construyendo
grandes embalses...; ha llevado a cabo explosiones nucleares en el aire
y bajo el suelo diseminando elementos radiactivos por toda la atmósfera.
La lluvia ácida ha afectado los bosques. Residuos del DDT fueron
hallados incluso en los tejidos de animales de la Antártida, donde
jamás había sido utilizado el insecticida. Se ha esquilmado
los mares, la diversidad está amenazada...
Se hace imprescindible, pues,
la conservación de los recursos naturales, conjunto de acciones
de la humanidad para preservar las reservas naturales de materia y de energía,
y la ayuda a las fuerzas de la naturaleza a autorrecuperarse.
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