EL ETNOCIDIO DURANTE LOS IMPERIOS COLONIALES.AMÉRICA
La América hispánica
Los invasores españoles en América pronto se mostraron como gente brutal y codiciosa. En México, Hernán Cortés hizo encarcelar a Moctezuma y saqueó su tesoro. Alvarado atacó y masacró salvajemente al pueblo azteca que se encontraba celebrando una fiesta. El genocidio se repitió a lo largo de muchos años y los pueblos amerindios, viendo que los conquistadores europeos no eran "dioses" sino "hijos del diablo" que lo único que buscaban era robarles sus posesiones y cometer abusos así como maltratarlos, se rebelaron, pero sus reacciones fueron tardías. Aztecas, mayas e incas -las tres civilizaciones más importantes del continente americano- fueron sometidos. La significación de la invasión fue un conjunto de repercusiones a nivel demográfico, ecológico, económico, político y religioso.
"Dos maneras generales y principales han tenido
los que allá han pasado que se llaman cristianos
en estirpar y raer de la haz de la tierra a aquellas
miserandas naciones. La una, por injustas, crueles,
sangrientas y tiránicas guerras.
La otra oprimiéndolos con la más dura, horrible y
áspera servidumbre en que jamás hombres
ni bestias pudieron ser puestas."
(Bartolomé de las Casas)El brusco descenso de la población indígena fue tal que, en los primeros 30 años que siguieron a la invasión, desaparecieron del todo las poblaciones arawak de la isla de La Española. En México y en Perú, la caída demográfica fue extremadamente grave, entre el 60 y el 80% de la población. Además de las guerras de conquista y de sometimiento, las epidemias, las enfermedades provocadas por los desplazamientos de la población, los cambios bruscos de clima, los tributos y la explotación laboral, fueron las causas de la mortandad.
En el caso del imperio incaico, acabada la conquista y habiéndose convertido los invasores del Reino de Castilla en amos de todo aquel imperio, se apoderaron de todo el oro y la plata existentes, empezaron a robarles sus alimentos y vestidos, sus mujeres e hijas, violando y matando a las que se resistían. Los indios que trabajaban forzadamente en las minas sufrían castigos y torturas. Recibían abusos en el cobro de los tributos al exigirles los funcionarios el doble de lo establecido, la justicia les era administrada de forma despótica y arbitraria, y las mujeres eran explotadas laboralmente.
"La causa por la que han muerto y destruido tantas y tales e tan infinito número de ánimas los cristianos han sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días e subir a estados muy altos e sin proporción de sus personas; conviene a saber, por la insaciable codicia e ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo, por ser aquellas tierras tan felices e tan ricas, e las gentes tan humildes, tan pacientes y tan fáciles a subjectarlas (...)
"(En la isla Española) los españoles entraban en los pueblos, ni dejaban niños ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no debarrigaban y hacían pedazos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete, o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Hacían unas horcas largas y a los hombres de trece en trece poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros ataban o liaban todo el cuerpo de paja seca: pegándoles fuego, así los quemaban. Otros cortábanles ambas manos y dellas llevaban colgando. Mataban a los señores y nobles de la isla atándolos sobre unas parrillas y los quemaban a fuego lento. Enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que en viendo un indio huido lo hacían pedazos y lo comían." (Bartolomé de las Casas).
Brasil:
La actitud de los europeos allí para con los indígenas, que al principio de la colonización fue más o menos respetuosa, se fue volviendo hostil. Pasó a ser determinada por las poderosas armas de los blancos y su deseo de amasar riquezas materiales. A medida que los portugueses y otros europeos recién llegados comenzaban a expoliar esta nueva tierra, miles de nativos fueron esclavizados y forzados a trabajar para amos europeos. Tribus enteras fueron exterminadas por los horrores de la esclavitud, y miles de individuos murieron al contagiarse de nuevas enfermedades contra las que no tenían inmunidad. Para el siglo XVII, quedaban tan pocos en la zona costera que hubo que importar esclavos de África para trabajar en las plantaciones de azúcar. Aunque la esclavitud de los indígenas fue abolida finalmente en 1755, y la de los negros en 1888, la práctica continuó de forma abierta hasta el fin del siglo XIX, perpetuada por los dueños del caucho que, durante el auge del caucho a fines del XIX y comienzos del XX, explotaron despiadadamente la Amazonia y a sus habitantes. La "esclavitud por deudas" fue común hasta la década de 1970, y aún quedan restos de tal práctica.
Norteamérica
"Estas tierras son nuestras. Nadie tiene derecho
a echarnos de ellas, porque somos sus primeros
propietarios. El Gran Espíritu que nos gobierna
ha escogido este lugar para nosotros, para que
encendamos nuestros fuegos; aquí nos quedaremos.
En cuanto a las fronteras, el Gran Espíritu no
las conoce, como no las conocen tampoco sus hijos rojos."(Tecumseh, jefe de la tribu "shawnee", 1810)
En las primeras emigraciones de anglosajones y de franceses a América del Norte, en el siglo XVII, los nativos percibían y recibían a los colonos blancos como seres sobrenaturales; les proporcionaban tierras y alimentos, y les enseñaban a cultivar tabaco. Los colonizadores les devolvieron "el favor" con la apropiación y la acumulación ilimitadas. Tal ingratitud trajo la respuesta de la represalia india, iniciando así una guerra secular de resistencia contra los invasores. Las primeras luchas acabaron con el exterminio o la reclusión en reservas de los auténticos americanos, los indios.La reserva había sido pactada -a la fuerza- como un lugar especial para los pieles rojas, con una frontera entre ambas comunidades. Pero las necesidades de expansión la convirtieron en una isla rodeada de pueblos y de granjas de los colonos, que la transformaría en tierra de paso entre las colonias. El avance continuado de los blancos y el espolio de los territorios de los indios, determinarían las relaciones belicosas entre éstos y los blancos.
Lo fueron, especialmente, a partir de la conquista del oeste que supuso la violación de 371 tratados firmados con diversas naciones indias. Estas, no sólo perderían sus tierras, sino también su existencia, ya que la masacre redujo a la población indígena a la tercera parte.
Las oficinas de Asuntos Indios fueron creadas en 1826 para hacer de puente entre las comunidades blancas y las indias, pero degeneraron en la total corrupción y la legalización de las ocupaciones coloniales.
Los tratados reconocían el derecho de los indígenas sobre unos espacios determinados. Pero las ansias de acumulación de los dominadores y la presión demográfica consiguieron del gobierno norteamericano la supresión de cualquier tratado con los indios.
Es más. En la década de los 30 del pasado siglo, las tribus que vivían entre el Atlántico y el Mississippi, a pesar de haber sido vencidas, fueron trasladadas (el "problema indio") al oeste de aquel río. Pero los colonos seguirían avanzando y la frontera retrocediendo. El ejército la "protegería" y, a raíz del descubrimiento de oro en California, el dominio llegaría hasta el Pacífico.
Tal actitud expansionista se racionalizaría en la idea del "destino manifiesto": El futuro trascendente, el futuro sin límites, será la era de la grandeza norteamericana. Este magnífico dominio de espacio y de tiempo, esta nación de naciones, está destinada a manifestar la excelencia de sus principios divinos. Su suelo será un hemisferio, su techo, el firmamento tachonado de estrellas.
Esta actitud se apoyaba en ideas de la anterior época colonial, cuando los reyes europeos creían que los territorios sin ocupar -por cristianos- se podían anexionar a sus reinos, sin contar con los indígenas. Circunstancia que aprovecharon los españoles, los portugueses y los ingleses del siglo XVII, y que imitaron los norteamericanos del siglo pasado quienes, además de robarles las tierras a los indios, negaban que fuesen "capaces" de trabajarlas.
Después de la Guerra de Secesión, y casi coincidiendo con el inicio de la segunda y gran etapa del neocolonialismo, la vida de los indios exhibía cambios, especialmente en su relación con el medio. Las armas de fuego y los caballos transformarían las costumbres o la movilidad en la caza, mientras que el alcohol degradaría las relaciones humanas.
"El único indio amigo es el indio muerto". Este lema del General Sheridan y practicado por los blancos durante centurias supuso la caza del indio como la manera más eficaz de hacerse con las tierras. La "limpieza étnica" de los indios no fue obra de la casualidad o de la mala fe o locura de individuos determinados; los diversos gobiernos de los EE.UU. lo permitían. El sistema para llevarlo a cabo fue haciendo la guerra o atentando contra sus alimentos, dejándoles sin bisontes en las reservas. Con tales medidas, el orgullo indio terminó pidiendo limosna a la Administración o a particulares.
Entre los indios, había nómadas y sedentarios, y desde bandas poco organizadas -pasando por estadios intermedios como las jefaturas centralizadas (sioux)-, hasta monarquías absolutas. Para ellos la propiedad era comunal y sagrada, de la que sólo se ejercía el usufructo (contrario al sentido de propiedad anglosajón, delimitador).
A pesar de las diferencias culturales de las diferentes tribus y de la hostilidad entre algunas de ellas, en general los indios llevaban una vida sencilla, basada en una religión animista, en la cual pedían a un complicado sistema de mitos y de rituales un orden y un tipo de explicación del mundo, diferente al nuestro. Se preocupaban de su alimentación y, con esta finalidad, además de cazar, de pescar y de recolectar, muchas tribus también cultivaban la tierra. Igualmente se dedicaban a la alfarería. El indio, como individuo, era -en realidad- sencillo, con mucha paciencia, ligada al ritmo de las estaciones, y de nobleza moral.
En el siglo XVII, en los EE.UU. había entre 3 y 4 millones de indios. Al comenzar el siglo XIX se habían reducido a un millón (debido a las enfermedades contagiadas por los blancos, la ruptura del orden social, las matanzas, los combates, el alcohol y las deportaciones). La política obligada de sedentarización, unida al fin del bisonte, acabaría con nueve décimas partes de la población india restante. En 1900 quedaba un cuarto de millón de indios.
Actualmente, debido al aumento demográfico, quedan más de un millón y medio. Por supuesto se trata de un indio asimilado, objeto turístico (cuando no mendigo de subvenciones gubernamentales), aunque se ha dado algún caso de brote bélico (Canadá, 1990), además de las reivindicativas sociedades indigenistas.
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