EL ETNOCIDIO ACTUAL.

NORTEAMÉRICA

 
"¿Dónde están muchas tribus otrora poderosas de nuestro   pueblo? Han desaparecido ante la avaricia y la opresión del Hombre Blanco, como la nieve ante el sol del verano. ¿Permitiremos que nos destruyan también a nosotros sin luchar, renunciaremos a nuestros hogares, al país que nos ha legado el Gran Espíritu, a las tumbas de nuestros muertos y a todo lo que nos es querido y sagrado? Yo sé que gritaréis conmigo: ¡Nunca! ¡Nunca!" 
 
                                          (Tecumseh, Shawnee, EEUU, 1805)
Tras la II Guerra Mundial, los canadienses decidieron asentar a los innu, y a principios de los años 70 ya lo estaban todos. Pero la asimilación no funcionó. La tasa de suicidio en 1984 entre las comunidades del norte de Labrador era cinco veces superior a la media canadiense. La bebida, la violencia, el vandalismo y las drogas se adueñaron de muchos jóvenes. A los innu no se les da la opción de controlar su propia tierra, su propio destino, y lo que ocurre en ella. En su lugar, están constantemente bajo el asedio del Estado canadiense. Viven en comunidades que no les ofrecen nada, donde sus hijos son educados en otra cultura y donde la vida se convierte en un círculo diario de bebida y desesperación. En el campo, se enfrentan a intrusiones tras cada colina: minas, campos militares de bombardeo, inundación de lagos, represas en los ríos. Y este proceso se acelera, sometiéndolos a una presión constante para que acepten la poca tierra que les queda mientras aún puedan.

En los EE.UU. y el Canadá quedan hoy tan sólo 1.400.000 indios; más de la mitad de esta población vive en centros urbanos, el resto habita en unas 280 reservas. Éstas están bajo control de los gobiernos. El Departamento de Asuntos Indios se encarga de administrar el dinero destinado a ellas. Según los nativos americanos, esta Agencia Federal es una organización burocrática y corrupta que consume la mayor parte del presupuesto en gastos administrativos, siendo la causante directa de la desesperada situación social y económica en que se hallan las reservas. Además, su objetivo es integrar a la población india en la sociedad blanca norteamericana, destruyendo la de los nativos.

La vida en las reservas es dura: la pobreza es grave, el desempleo alcanza un índice de hasta el 90%, la tasa de suicidios es una de las más elevadas del mundo; el alcoholismo y la violencia son endémicos y los conflictos con los blancos por el agua y los derechos de caza son frecuentes. Más de la mitad de los nativos americanos se han visto obligados a salir de ellas y buscar trabajo en las ciudades. Sus hijos crecen en medio de la pobreza y la desesperación en la primera potencia mundial.

En la reserva de Pine Ridge, Dakota del Sur, los sioux viven con más de un 70% de desempleo, la tasa de mortalidad infantil es la más alta del país, tienen un 70% de alcoholismo, y una de las mayores incidencias de suicidio infantil y juvenil del mundo. Hasta hace algunas décadas que se aprobó la educación bilingüe, se les prohibía en las escuelas de las reservas hablar en su propia lengua, se ridiculizaban sus culturas como si fueran primitivas, se les forzaba a vivir y pensar como el hombre blanco.

Los nativos americanos fueron confinados en reservas en la década de 1880. La mayoría de ellas se encuentran lejos de los centros urbanos, en zonas áridas e inhóspitas. En territorios de algunas reservas grandes compañías mineras hallaron riquezas naturales, generando problemas con los indios.

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