Para Lenin el movimiento obrero tiene a sus aliados en los campesinos y en las nacionalidades oprimidas. Como instrumento de dominio de una clase, el estado no puede ser reformado: debe ser destruido y substituido por el gobierno de la clase proletaria, cuya dictadura ha de basarse en los soviets y debe ser instrumento de represión de la contrarrevolución. Sin embargo, el proletariado no puede llegar, por sí mismo, a la conciencia revolucionaria; ésta le debe venir a través de un partido dirigido por revolucionarios profesionales.
A pesar de su buena voluntad por aplicar la justicia social, Lenin -y sus seguidores bolcheviques- no dudaron en alcanzar sus objetivos ni que fuera mediante el Terror, atentando contra los derechos humanos y desembocando en el genocidio social.
Durante el verano de 1918 estallaron cerca de 140 revueltas e insurrecciones de gran amplitud en ciertas regiones; las más frecuentes se debían a comunidades campesinas que se oponían a las requisas realizadas con brutalidad por los destacamentos de suministros, a las limitaciones impuestas al comercio privado y a las nuevas movilizaciones de reclutas llevadas a cabo por el Ejército Rojo, organizado por Trotsky, que también ordenó matanzas. Ante tales hechos, Lenin telegrafía al presidente del comité ejecutivo del soviet de la zona y le insta a que implanta el terror de masas, fusile o deporte a las prostitutas que emborrachan a los soldados, a todos los antiguos oficiales; que se hagan requisas masivas, que se ejecute por llevar armas, que se hagan deportaciones masivas de los mencheviques y de otros elementos sospechosos, que se cuelgue (sic) al menos a 100 kulaks ricos...
En otros telegramas enviados a los responsables locales de la Cheka o del partido, les urge a que capturen rehenes entre la burguesía y los sospechosos, los arresten y recluyan en campos de concentración. En muchos casos acababan siendo ejecutados.
Si los obreros se declaraban en huelga, la fábrica entera
era inmediatamente declarada "en estado de insurrección" por las
autoridades. Ninguna negociación con los huelguistas: cierre y despido
de todos los obreros, arresto de los "agitadores"... En algunos casos,
ejecución de centenares de huelguistas, sin ningun tipo de proceso.
El número de víctimas del terror rojo, de la "guerra
de clases", del otoño de 1918, no fue inferior a 10 o 15 mil.
De hecho se fusilaron decenas de miles de rehenes o personas confinadas
en prisión sin juicio y asesinados centenares de miles de obreros
y de campesinos entre 1918-1922.
Los principales grupos de víctimas sometidos a la represión sistemática: