8 de Octubre: a 28 años de la muerte de un luchador
No es fácil hablar de Ernesto Che Guevara, a casi tres décadas de su muerte en la sierra boliviana a manos del fascismo son muchas las historias y escasa la información. Este artículo se basa en un reportaje del escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien conoció y compartió con este patriota latinoamericano:
“Le faltaba la sierra. No quiero decir que no sirviera para el proceso de construcción que, ya en la paz, sucede al triunfo que se conquista con las armas en la mano. Muy por el contrario, el Che era también en este sentido un revolucionario ejemplar, trabajador incansable. Se sospechaba en Cuba, que no dormía nunca, como Fidel; día y noche estaba pendiente de los difíciles procesos que, en la lucha por la industrialización del país, debió poner en movimiento. Al término de cada jornada, marchaba, los Domingos, a cortar caña como voluntario; y todavía le quedaba tiempo, inexplicablemente, para leer, escribir y polemizar”.
“Cuba era como una enorme caja de resonancias para su mensaje esencial, el más importante de todos, por todos escuchado, comprendido, encarnado, difundido: la revolución es una fuerza que purifica a los hombres, los lanza más allá del egoísmo, y esa pureza que se conquista hay que defenderla, con las balas, el estudio y el trabajo, como si fuera la vida”.
“Podía haber sido un distinguido médico, o un tecnócrata cotizado; podía haber sido un fascinante charlatán de café, o un aventurero gustador de la aventura por la aventura misma. Años más tarde, podía haberse quedado siendo el dirigente idolatrado de una revolución ya consagrada por el éxito. La derecha ansía siempre tumbar a los revolucionarios en un sillón de psicoanalista, diagnosticar la rebeldía reduciéndola a un cuadro clínico de alguna frustración original, como si la militancia y el compromiso fueran no más que el resultado de alguna mamadera no servida a tiempo, una lejana fractura de la personalidad. El Che era el ejemplo vivo de que la revolución es la forma más pura de la fraternidad, pero también la más dura, la más difícil”.
“La vida del Che Guevara, tan perfectamente confirmada por su muerte es, como toda gran obra, una acusación formulada esta vez a balazos contra el mundo, el nuestro, que convierte a la mayoría de los hombres en bestias de carga de la minoría de los hombres y condena a la mayoría de los países a la servidumbre y la miseria en beneficio de la minoría de los países; es, también, una acusación contra los egoístas, los cobardes y los conformistas que no se lanzan a la aventura de cambiarlo”.
“Porque la muerte del Che, de ahora en adelante, habrá que merecerla”.
Eduardo Galeano, 1967.