
Navarra, entre lo vasco y lo español
Peio Monteano

Me permitirá el señor Zabala que tercie en la polémica que mantiene con el
señor Esparza y me refiera a su artículo Euskera, voto y nacionalismo,
aparecido en esta misma sección hace unos días. Un artículo en el que -y lo
digo sin acritud- creo que hay mucho más de opinión personal que de rigor
sociológico. Es más, hay en él incluso cierto chauvinismo cuando menos
llamativo en una persona que se define como no nacionalista.
También yo me he preocupado de estudiar el pasado y el presente de las
identidades nacionales en Navarra. Y por ello puede resultar llamativo que,
refiriéndonos a la misma realidad, discrepe con casi todo lo que dice el Sr.
Zabala en su artículo. Porque, a decir verdad, no estoy de acuerdo ni con su
análisis de los fenómenos sociales, ni con la mayoría de sus referencias
históricas. Seguramente esta sección no es el mejor lugar para exponer todos
esos desacuerdos y por ello me limitaré al que en mi opinión es el argumento
central que defiende el señor Zabala.
De lo expuesto en el citado artículo, parece deducirse que en Navarra
acudimos a una confrontación de dos identidades. Una identidad navarra,
autóctona, conformada y sentida a lo largo de la Historia, abierta, de la que
los Sanfermines sería un sincero reflejo. Frente a ella una identidad vasca,
extranjera, recientemente ideada por el converso Arana, racista y que utiliza el
componente vasco de nuestra cultura en sus ansias de conquista y expansión.
En mi opinión, nada de esto resiste el menor análisis. En Navarra no existe
una confrontación entre lo navarro y lo vasco, sino entre navarros que se
sienten esencialmente españoles y navarros y navarros que se sienten
esencialmente vascos. Por haberlos, hay incluso navarros que se sienten
franceses. Pero todos ellos se sienten navarros y seguramente unos se sienten
más auténticamente navarros que los otros. Y viceversa.
En el terreno político, acudimos, por tanto, al enfrentamiento de dos
identidades nacionales: una vasca y una española. Ambas utilizan los mismos
elementos simbólicos, aunque lógicamente los entienden de distinta forma: una
comunidad de origen, una uniformidad cultural, una Historia compartida etc. De
ahí que, por ejemplo, Historia de Navarra sea interpretada por unos -los
nacionalistas vascos- desde el irredentismo y por otros -los nacionalistas
españoles- desde el pactismo o que hasta la figura de San Francisco Javier sea
interpretada de forma diferente.
Que el enfrentamiento es entre navarros españoles y navarros vascos lo ponen
de manifiesto los escasos estudios que, sobre identidades colectivas, se
realizan en nuestra comunidad. En el último con carácter general que yo
conozco (Diario de Noticias, mayo 1994) ante la pregunta: ¿usted qué se
siente?, seis de cada diez navarros contestaron que se sentían españoles,
mientras que cuatro decían sentirse vascos. Cierto es que existía también un
grupo que se sentía ambas cosas a la vez, pero su escaso tamaño prueba sin
duda hasta qué punto ambas identidades se perciben de forma excluyente. Un
estudio mucho más reciente (Bartolomé de Carranza, mayo de 1998) mostraba una
polarización similar entre los jóvenes navarros: prácticamente todos se
sentían navarros (82%), pero a la hora de concretar esa identidad unos
manifestaban sentirse bastante o muy españoles (40%) y otros bastante o muy
vascos (39%), unos se sentían nada o poco españoles (52%) y otros nada o poco
vascos (52%). La fractura que separa a los navarros en este tema sigue, pues,
vigente en las generaciones más jóvenes.
Aunque el artículo del señor Zabala parece revivir el cuento del lobo
haciendo de los nacionalistas una especie de invasores alienígenas, lo cierto
es que en Navarra nos encontramos en una pugna política y simbólica
protagonizada por navarros. Una pugna entre el nacionalismo vasco y el
nacionalismo español, en la que éste aparece más difuso por la simple razón
de que se encuentra cómodo en la situación actual. El vasco, en cambio, aspira
a cambiarla y por ello se hace más visible. Pero, quede claro, ambos son
nacionalismos. Para unos Navarra es el corazón de una nación ya establecida,
España, y para los otros, el de un proyecto de nación futura, Euskal Herria.
Desde el punto de vista analítico, ¿qué diferencia hay entre ellos?
En la configuración de ambas identidades navarras han intervenido numerosos
factores sociales e históricos, pero en mi opinión, el señor Zabala sólo
cita uno de ellos, la industrialización. Por otro lado, la caracterización que
hace el nacionalismo vasco peca de injusta cuando le niega una evolución
ideológica -que evidentemente ha tenido-desde sus orígenes sabinianos y pasa
por alto el movimiento proto-nacionalista navarro (Asociación Euskara) que
precedió en sus formulaciones al político vizcaíno. Del paso de una identidad
étnica a una cívica da prueba el importante número de vascos con antecedentes
familiares en otras regiones que integran las bases electorales de HB. Es decir,
referir el nacionalismo vasco a sus orígenes sabinianos es tan impropio como
analizar el socialismo y sindicalismo actuales basándose en el pensamiento de
Marx.
Respecto que la identidad navarra se ha configurado a lo largo de la Historia
de forma diferenciada a la vasca, mas discrepancias son evidentemente mayores.
Los navarros, en el terreno de las identidades modernas, no hemos sido una
excepción en Europa y hemos sido una excepción en Europa y hemos debido
esperar a los dos últimos siglos para esbozar una identidad navarra de tipo
nacional, curiosamente formulada por los proto-nacionalistas vascos. Que quede
claro, ni en la Edad Media ni en la Edad Moderna ha existido una conciencia
nacional navarra en sentido moderno. En cuanto a la alusión a los Sanfermines
como escaparate de esa identidad navarra, recomiendo al señor Zabala que, si no
lo ha hecho ya, lea el libro La identidad colectiva: vascos y navarros (Josetxo
Beriain, 1998). Podrá comprobar en él las afinidades de todo tipo que
comparten ambas identidades.
Que este desdoble de identidades vasco/española no está determinado por una
evolución político institucional específica de Navarra lo prueba el caso de
un territorio incluido actualmente en la CAV. Las encuestas más recientes (CIS
y Gobierno Vasco, ambas de marzo 1998) ponen de manifiesto que, al margen de la
aceptación terminológica de lo vasco, en Álava se produce también una
división identitaria con sólo un 36% de ciudadanos que se sienten vascos y un
15% que se sienten españoles. Una situación más parecida a la navarra que a
la guipuzcoana o vizcaína, donde el primer grupo supera ampliamente el 60%.
En resumidas cuentas y para concluir resumiré mi postura. Desde el mismo
campo de la Sociología y de la Historia, discrepo profundamente con el
análisis que el Sr. Zabala hace en su escrito. Creo que los estudios no
conforman la existencia de una identidad navarra diferenciada a la vez de lo
vasco y de lo español, sino que el enfrentamiento de identidades se produce
entre navarros que se sienten españoles y navarros.
En el terreno político, entre el nacionalismo español que aparece difuso y
un nacionalismo vasco que aparece de forma mucho más perceptible. Es más, si
por nacionalismo entendemos la reivindicación de soberanía o un estado
propios, el nacionalismo vasco se acercaría mucho más a un nacionalismo
navarro- aún sin formular- que el nacionalismo español.
Hasta aquí la sociología. Como todos los navarros y como podrá suponer el
señor Zabala -que deja clara la suya- yo también tengo mi postura identitaria.
Pero coincidirá conmigo en que el terreno de las opiniones tan válida es la de
los sociólogos como la que no lo son.
Peio Monteano es Doctor en Historia por la Universidad Pública de
Navarra.
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El Consenso