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Cíclidos en Europa: En Busca de
"Cichlasoma" facetum.
Autor: José L. Blanco.
Hace ya años, sobre 1981 leí en un libro (1) una cita de un cíclido originario
de Sudamérica que lo databa en el sur de Portugal, se trataba de "Ciclasoma" facetum
(Jenyns, 1842). Efectivamente hay citas aisladas desde la década de los años 40 en las
cuencas de los ríos Sado y Mira. Sobre el objeto de la introducción de este
pez, nada se sabe aunque parece más plausible pensar que algún acuariófilo con un
exceso de crías soltara sus peces en algún río o arroyo de la citada cuenca fluvial.
Se trata de un pez perteneciente a la familia de los cíclidos cuyo origen abarca desde
Argentina hasta Brasil, tiene un tamaño medio, algunos autores citan hasta 30 cm su
longitud máxima y aunque de distribución subtropical, necesitan unas temperaturas
mínimas durante el invierno superiores a nuestra ictiofauna por lo que no parece que
esté estableciendo poblaciones más al norte de los lugares citados con anterioridad.
Posteriormente leí un estupendo libro (2) sobre la ictiofauna continental y... Sorpresa
los autores volvían a citar este pez pero ¡en pleno territorio español! concretamente
en la localidad de Paymogo (Huelva), así que hablé con mi mujer que organizó en un
santiamén el tema de la intendencia y allá que nos fuimos.
Llegamos a Paymogo y dado lo avanzado de la estación, era pleno mes de julio, la tarea de
búsqueda suponía iba a ser fácil pues de los arroyos que atraviesan esta bonita parte
de la geografía española solo quedaban algunas pozas con agua apenas suficiente para
albergar la gran diversidad de peces que caracteriza esta zona. Por un lado recolecté
varios especímenes de peces introducidos como el Black Bass (Micropterus
salmoides) y la
perca sol (Lepomis gibbosus) además sorprendimos a cientos de cangrejos
americanos (Procambarus clarkii), que se
quedaban fuera del agua amenazando con su par de pinzas sin saber que me estaba empezando
a rondar por la cabeza un cambio drástico del menú culinario para esa misma noche;
además, pescamos algunos Chondrostoma autóctonos y un ejemplar, la primera vez que
cogía uno, de jarabugo (Anaecypris hispánica) el cual me sorprendió por su esbeltez y
alta aleta dorsal; de todas maneras el objeto final de nuestra pequeña expedición
tardaba en llegar, no había ni rastro del cíclido en los diez o doce arroyos visitados,
así que nos fuimos a dormir a un improvisado campamento en el borde mismo de una rambla.
Al día siguiente, a media mañana, ya empezaba a
desmoralizarme por la falta de capturas ciclidófilas cuando a mi mujer se le ocurrió la
"brillante idea" de preguntar a los "nativos" del lugar. Normalmente
no suelo ser partidario de ello pues alguna vez éstos me han dado una cantidad de datos
de lo más variopinto y estremecedores para los pilares básicos de las modernas Ciencias
naturales. Pero finalmente (como casi siempre), prevaleció su criterio. Así que a la hora
de la comida nos trasladamos al pueblo de Paymogo, allí recalamos en un pequeño pero
agradable bar (3) en el que conocimos a Manolo, su dueño, el cual con una amabilidad
característica de las gentes del sur empezó a preguntar a los presentes que él sabía
eran pescadores. Inmediatamente y sin más dilación me hizo un plano para llegar por una
pista de tierra hasta un río sito a algunos kilómetros del pueblo.
Cuando llegamos allí el paisaje era precioso, bajando por una ladera se veía el cauce
seco de un río salpicado de pequeñas y grandes charcas, pasé con el coche el lecho del
río ya que la pista lo cruzaba y aparqué allí mismo. Nada más bajar observé en el
borde de un charco minúsculo unos peces mas bien "altos" y de un color verdoso
con franjas verticales que inmediatamente identifiqué como los cíclidos buscados; saqué
el salabre y rápidamente en un momento tenía 100 ó 150 peces; más calmado, empecé a
seleccionarlos hasta quedarme con 15 que serían los que me acompañarían en el viaje de
vuelta a Zaragoza. Como ya era un poco tarde decidimos pernoctar allí, sacamos la tienda
de campaña tipo "iglú" de rápido y fácil montaje y dimos cuenta de un
sabroso banquete basado en productos regionales como jamón y lomo "ibéricos",
estibé a nuestros peces directamente en una nevera portátil abierta con un compresor de
aire y nos dormimos bastante pronto pese al calor.
Durante la noche oímos algunos vehículos que a toda velocidad pasaban a escasos metros
de nuestro pequeño campamento, hasta el punto incluso de que llegué a pensar en algún
acontecimiento deportivo... De todas maneras cuando ya el alba estaba próxima sentí un
vehículo diesel que se acercaba y detenía al lado de nuestra tienda, con gran
precaución y sin despertar a mi mujer salí con mi cuchillo de monte en ristre y me
encontré con una pareja de Guardias civiles, que afortunadamente no vieron este último,
y que me preguntaron muy amablemente por nuestro nombre y dirección, tras contestar y
enseñar algunos papeles entablamos conversación de tipo más intranscendental para la
seguridad del país; me comentaron que el nivel del agua variaba mucho con respecto a la
época del año y que habían unos "mejillones" de río muy grandes (Anodonta
sp). Después me comentaron
que posiblemente los ruidos de la noche pasada eran cazadores furtivos o contrabandistas
que utilizaban esa pista para ir y venir a la cercana Portugal... cuando les pregunté a
cuantos kilómetros quedaba Portugal me contestaron perplejos que "eso de ahí
delante es Portugal", el día anterior no me había dado cuenta de que estábamos en
el río Chanzas que hace frontera natural con el vecino país, además y solo entonces
comprendí finalmente el porqué de las "carreritas" nocturnas. Eran furtivos
que se amparan en las diferentes jurisdicciones fronterizas para burlar sus respectivas
prohibiciones; después de una agradable charla se despidieron y yo me dispuse a empezar
de verdad el objeto de nuestra expedición.
Comencé haciendo un análisis superficial del agua en la que obtuve los siguientes
valores: pH= 7.2, GH= 4º, KH= 1º, temperatura= 26ºC. Después, empecé a remontar el
cauce seco parándome en todas las charcas; dada la claridad de sus aguas y al fondo que
era de grava de color claro, podía ver y observar cualquier animal que se moviera, con un
poco de paciencia pude ver bancos de jóvenes cíclidos que permanecen juntos hasta tener unos
2
cm; adultos de no más de 9 cm que guardaban y defendían sus nidos; el establecimiento
y defensa de
un territorio por un joven macho... bueno casi todo lo que un acuariófilo puede ver en su
hogar solo que en la naturaleza silvestre.
Pude observar que era el pez que con creces más abundaba y esto es seguramente debido a
su estrategia reproductora que combina los cuidados parentales con la extrema
adaptabilidad, incluso a un medio tan lejano de su origen como es el sudoeste del
continente europeo. Aunque soy un forofo de los cíclidos espero que la barrera natural de
la temperatura ejerza de freno contra la dispersión de esta especie por nuestros ríos y
lagos, ya que este pez podría acabar fácilmente con algunos integrantes de nuestra fauna autóctona.
Finalmente después de pasar el día en este paraje, el calor y nuestro objetivo cumplido
hicieron que reconsideráramos la posibilidad de ir a ver a un amigo en Sevilla; a él, a
su familia (y a su aire acondicionado), debemos la agradable culminación de este viaje que
sin grandes fastos monetarios ni excesiva preparación ha constituido para nosotros el
primero de algún viaje más serio que en su día relataré.
NOTAS:
(1): Guía de los peces de agua dulce de Europa, Peter S. Mailand y Keith Linsell, Omega.
(2): Guía de los peces continentales de la península ibérica, F. Gómez Caruana y J. L.
Díaz Luna, Penthalón.
(3): Bar "El Paso" en Paymogo, provincia de Huelva, España.
Autor: José L. Blanco
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