Parte I
ENTRE MI REALIDAD Y LA FICCIÓN
LO QUE PUEDE UNA CERVEZA
1987, mes de agosto, día 15, primeras
horas de la madrugada. Ciudad de Santo Ángelo, Río Grande
Do Sul, Brasil. Espera en un bar frente a la terminal de ómnibus.
Charla con tres o cuatro personas, entre cerveza y cerveza. Sale el tema
de los extraterrestres. Me preguntan a qué vienen. Se me ocurre
-y no sé cómo- hacer una ppersonificación de un extraterrestre
que llega y responde a la pregunta. En vez de decir a qué vienen,
hago
como que yo soy uno de los que vienen, hablando en primera persona,
en una mini-teatralización que se me ocurre que será más
impactante que el "ellos vienen para...", que no dejaría de ser
tomado como una opinión más.
El personaje extraterrestre inventado en ese
momento, subiéndose a una silla (¡lo que puede una cerveza!,
¿eh?) y saludando con una mano hacia arriba y quieta, está
-según ubica imaginariamente a laa gente- en su plato volador que
aterriza. La puerta se abre, el extraterrestre baja de la nave (la silla),
y cuenta los secretos del Universo. Un poema con un mensaje cósmico,
bien recitado en portugués y con excelente expresividad, arranca
aplausos de un viejo, que me mira y me oye con una concentración
como pocas veces he visto. Aplaude otra vez ante una de mis revelaciones
que entró en su lógica o en su sentir.
Llego al final de mi primera actuación; termina
mi ficción y continúa mi realidad: soy un ser cósmico
que hace dieciséis meses que está en un cuerpo humano, sin
plato volador ni nada espectacular que convenza a la gente de lo que pueda
decirle. Guardo entonces mi misterio, y cuando hablo de extraterrestres,
lo hago como estudioso del tema y no como uno de ellos. Horas después
me voy del bar, llevándome una nueva experiencia, una nueva idea
de cómo darme el gusto de ser lo que soy, al menos representándolo
teatralmente. Hacer el papel de lo que uno mismo es y que en la
vida cotidiana se oculta bajo esta apariencia humana... ¡qué
realidad para una ficción!
DIVULGACIÓN
Insinuación radial
1988, enero y mayo. Hablo en radios de la
costa atlántica bonaerense, como divulgador de enseñanzas
extraterrestres, atestiguando haber presenciado comunicaciones con seres
cósmicos. En algunas de las radios se genera interés y expectativa
por mi regreso para seguir con el tema. Preparo entonces un programa con
un compañero de misión, con grabaciones experimentales que
nunca llegaríamos a poner en el aire.
Surge un viaje: mes de agosto, días finales.
En un lugar del oeste de la provincia de Buenos Aires. Con nombre
y apellido, salgo al aire por una radio. Hablo como divulgador del
tema extraterrestres. Propongo a los muchachos del programa que no hagamos
demasiado seria la charla. Con mucha audiencia juvenil, la idea mía
es ser entretenido para evitar que a muchos les caiga pesado (serio
y pesado, es lo mismo para muchos jovencitos). Y si surge la burla, uno
ya lleva la iniciativa: propongo antes del programa, que me digan "el
extraterrestre". No que yo me hago llamar así, sino que surja
como si fuera cosa espontánea de los muchachos del programa. Así
se hace. Puede que algunos que están escuchando esperen que yo reaccione
ante eso que parece una "cargada". Pero todos comprueban que no me ofendo,
que lo tomo como algo natural que se puede pensar de mí. Soy interrogado
sobre si soy en realidad un extraterrestre. Mi respuesta, insinuante,
deja una duda intencional. La duda flotará en la ciudad durante
los dos meses en que permaneceré allí. Duda, claro está,
para los pocos que creen en algo de lo que digo.
Un hombre aparece en la radio al término
del programa. Es astrólogo y profesor de música. Mi mensaje
le parece interesante y verdadero. Nos veremos cada tanto; él se
entera instantáneamente toda vez que reaparezco en la radio, y lo
veo esperándome a la salida como si algo nos comunicara, como si
algo me lo trajera, como si algo le llevara la información sobre
mi presencia. Y me deja una enseñanza de músico que es, de
espiritual que es, de cósmico y de humano que es: "somos música;
sonamos en instrumentos que están desafinados, y por eso no podemos
sonar bien". Así explica lo que a nuestras almas les pasa en
estos cuerpos; cuerpos, en su concepto, mal hechos. En concordancia conmigo,
cuerpos que fueron creados con un fin que nunca podría ser la música,
sino el ruido. Una creación, por lo tanto, no atribuible a lo Divino.
En el cielo, no sólo las estrellas
Una aparición masiva de ovnis en distintos
puntos del país, activa más aún la atención
de mucha gente hacia mi presencia. Justo sobre esta localidad se registra
uno de los avistamientos, lo cual aumenta la atención hacia el tema.
Vuelvo a estar en la radio, donde hacemos contacto telefónico con
Luis Burgos, director de la Fundación Argentina de Ovnilogía,
reportándole el caso local, que no trascendió a Buenos Aires.
Por esos días, hay un apagón. Veo tanto brillo en el cielo,
que se nota más la luz estelar, que el azul. Da que pensar en los
ovnis, pero la razón es otra. Soy de mirar al cielo poco seguido,
porque no me obsesiona la idea de ver algo extraño. No ya.
Pero una noche me siento un poco solo, y hasta falto
de ayuda cósmica. Porque hace cuatro años y medio, ya desde
los tiempos del anterior ocupante de este cuerpo que uso, esta mente que
él tuvo y que moldeó la mía, vive con la idea de que
"Ellos" están presentes. Y más presentes, cuanto más
esté yendo por buen camino. Pero estoy alejado geográficamente
del grupo, estoy jugando al extraterrestre por radio, y tengo algunas dudas
de que mis pasos sean los debidos. Mis compañeros ("hermanos" en
la jerga interna), no me llaman por teléfono ni me escriben. ¿Estaré
apartándome un tanto de lo que cósmicamente se espera de
mí? ¿Estaré siendo observado y ayudado desde otro
plano, si mis acciones, en cambio, son útiles a los fines?
La soledad a 500 kilómetros de Buenos Aires,
en este pueblito aburrido, me deprime a veces. Salgo una de esas noches
a mirar el cielo. Pido una prueba de que ellos están, que me observan
y acompañan. Y la pido en un lugar del cielo; no donde ellos quieran,
en cualquiera de los puntos cardinales, sino en lo que sería S-SO,
a 45º sobre el horizonte. Imaginando a la bóveda celeste como
si fuera el hemisferio norte de la Tierra, mi petición equivaldría
a que, estando yo en el eje sobre el ecuador, la aparición se produjera
en un área de unos 2.000 km. por 2.000 km., que sería como
un cuadrado cuyos vértices fueran Irlanda, Portugal, Italia y Polonia,
área ésta ubicada con respecto al ecuador y al centro de
la Tierra, más o menos como mi sector elegido del cielo con respecto
a mi situación. Siendo tan grande la mitad del mundo, van
a aparecer justo sobre el sector de Europa que a mí se me canta;
ni en África, ni en Asia, ni en América, ni en los océanos;
tiene que ser ahí, en ese cuadradito de los cuatro cuadraditos que
forma el cruce de tres meridianos con tres paralelos. Más o menos
dos centésimas de la superficie del hemisferio; un 2 % de espacio
celeste les estoy dando para que se presenten. El 98 % de la "pista" no
está habilitada: aparezcan donde estoy mirando. Más o menos
así sería la cosa.
Me fue enseñado a tener paciencia para estas
apariciones; esperar minutos, horas, lo que sea. Miro al cielo, a ese punto
del cielo... pasan diez o quince segundos... y bajo la vista. He comprendido
rápidamente mi egocentrismo y falta de respeto a la inteligencia
cósmica (como si yo les importara a ellos para que tengan que aparecer,
y encima, donde a mí se me ocurra pedirlo). Hace menos de dos o
tres segundos que bajé la vista. Sigo tan solo y olvidado como hasta
poco más de quince segundos atrás, cuando hice el pedido
mental. Solo y olvidado como debo estar mereciéndolo.
¡¿Qué?!... ¡No puede ser!...
(hace dos o tres segundos que bajé la vista, y dentro de mi campo
visual, creo percibir una luz pulsante apareciendo de la nada, apenas arriba
y a la izquierda del punto donde miraba; levanto rápidamente la
vista, unos 60º al Sur, y ahí está, viajando de
E-NE a O-SO. Desaparece.).
¿Podría ser de nuevo? (pedido de señal
pulsante). La blanca luz intermitente vuelve a pulsar; ha recorrido muy
poco y está ingresando al lugar donde estaba focalizando la vista.
Desaparece.
¿Otra vez? (la insistencia es sólo
para confirmar que la señal fue para mí). Aparece otra vez,
ya dentro del área solicitada para que aparecieran. Allí
se apaga otra vez. No vuelvo a efectuar un pedido de señal (siento
que ya está, siento que la señal fue para mí, no hay
nada más que pedir. No insistiré. "Mensaje recibido", estoy
diciéndoles con mi pensamiento. Mantengo atenta mi observación
por las dudas. Está despejado; no hay una nube que pueda haber ocultado
el desplazamiento. Como apareció, se desvaneció. No llegó
a cubrir el cuadrante Sur - Sudoeste. No estuvo por más de diez
segundos. Sé bastante de satélites y algo sobre aviones.
No estoy solo. No estoy equivocando mis pasos.
El extraterrestre se revela y se rebela
Llega el aniversario de la radio municipal. No falta
comida, ni bebida para los brindis, ni faltan los invitados. Y entre los
no invitados, tampoco falta "el extraterrestre" a la celebración.
El ex intendente, de la anterior administración, me dice que me
escuchó en el programa, y que estuve muy ofensivo en los temas religiosos.
Un concejal, interesado en los ovnis y padre de la chica que integra el
trío conductor del programa, afirma sobre mí que "este
muchacho tiene que ser extraterrestre; las cosas que dice, solamente
las puede decir alguien que sea extraterrestre". No digo ni que
sí, ni que no. Para casi todos los demás, soy un simple
fanático investigador de estas cosas.
Cierta gente de Iglesia reacciona ante algunas de
mis declaraciones en la radio. El comisario me manda a buscar. El agente
que viene a avisarme, me da la mano expresando un "mucho gusto" que denota
esa fascinación que ejercen los personajes "importantes" en gente
de pueblo donde nunca pasa nada. No hay apuro en que yo vaya, puede ser
más tarde, pero le digo que voy ya mismo. Lo acompaño a la
comisaría. El comisario finge ignorar todo sobre mí, excepto
algún comentario que dice haber oído por ahí. Tocado
el tema de los extraterrestres, me pregunta si existen, y le contesto con
tono desafiante: "¿y qué pasa si le digo que yo soy extraterrestre?"
Se queda mirando con una cara simuladamente ingenua, quizá pensando
que le hablo en broma y, en tal caso, con una irrespetuosidad que él
no debería permitirme, porque el interrogado soy yo y no él,
y ante esa falta de respeto mía en tono provocador, él debería
reaccionar con autoridad. Pero se ha dado cuenta de que ha perdido el control
de la situación, que la cosa ahora está bajo control de mi
discurso autoritario. Calla, me mira, y deriva la charla hacia otro lado;
pronto termina todo sin problema, y salgo de la comisaría planeando
una contraofensiva dirigida a la iglesia. La rebelión ha comenzado:
ahora
estoy dispuesto a revelar lo que soy, lo que venía insinuando sin
afirmar ni negar, lo que de ahora en más aumentará la fuerza
de mi discurso, porque no estaré hablando de otros cuando hable
de extraterrestres, sino que hablaré de nosotros, de mí.
Y cuando tenga que discutir sobre extraterrestres, que no me vengan a discutir
cosas lejanas: que me discutan a mí, que me refuten si
tienen cómo. Yo soy ahora el eje de mi discusión: ya
no situamos el eje fuera de la Tierra, sino en su propia superficie y en
este cuerpo que ocupo. Se acabó esto de que uno, por más
que sea lo que es, deba ocultarlo, o tan sólo sugerirlo o insinuarlo
por si alguien está con las antenas paradas y capta la onda. Se
acabó esto de los extraterrestres moviéndonos silenciosos
como sectarios de un secreto inconfesable al mundo. Ahora soy un extraterrestre
revelado, con la "v" de verdad, y rebelado,
con la "b" de batalla, que es lo único que se puede
presentar a una sociedad tramada para que ni las verdades se revelen, ni
los oprimidos se rebelen.
Pasa un par de horas. En la puerta de la iglesia
hay gente que me ve y me oye entrar furioso. Pido hablar con el cura. Todo
empieza cordialmente por su parte. Pero yo salgo al ataque, sin rodeos,
haciendo obvio que no puede simular que no sabe quién soy y que
yo no sé lo que él anda diciendo de mí. "No te metas
con mi gente", me advierte dibujando su cerco imaginario sobre las libertades
de quienes pretende como "fieles", y que para mí son libres oyentes
de radio. La discusión entra en terreno metafísico. Ya no
alcanza con sostener que soy testigo de comunicaciones con extraterrestres:
¡el extraterrestre soy yo, y se acabó! Le digo entonces al
cura lo que soy verdaderamente, y él lo pone tan en duda como yo
a sus creencias bíblicas, pero ya está, ya está dicho,
ya lo podrá comentar a sus fieles, ya se comentará por la
calle, ya se me hará fama de loco. Pero no me importa. Que mi verdad
se diga, que amigos, indiferentes y enemigos sean el efecto de mi transparencia.
Por lo pronto, con el cura todo termina amistosamente, y quedamos en que
otro día vuelvo. Llegado el día, en la puerta de la iglesia,
un conocido me pregunta cómo es que voy a hablar con el cura después
de lo que pasó. Otra gente mira y me escucha: "Que seamos enemigos
en el plano de las ideas, no significa que no podamos ser amigos fuera
de eso". Y tuvimos varias charlas amistosas.
Una conferencia prevista para hacerse en un club,
es impedida por gente del directorio. El periódico local publica
un comentario sobre mi conferencia no hecha. Convoco a conferencia en la
plaza central. Pocos se enteran y va sólo un par de muchachos. A
esas alturas, todos los que se han interesado en hablar conmigo, no necesitan
una conferencia; saben dónde y cuándo charlar conmigo. Hay
un bombero con interés, y algunos más estarían también
interesados. Doy una charla para los bomberos en su salón. Ya está,
ya es bastante lo que se pudo hacer; no se puede pretender mucho más.
El misterio de otro "Rantés"
Hay un trío de chicas con las que me encuentro
a veces para conversar. Me creen, en especial dos de ellas. Las invito
a un bar con video, para que vean Hombre mirando al sudeste. Tengo
pedida la película en el videoclub, pero no aparece; alguien la
tiene y no la devuelve. Llega la hora, las chicas están, y se suspende
la función. Llega, como por arte de magia cósmica, el videocassette
en el momento preciso. Sin que el que lo tenía sepa que está
pedido y que hay gente esperando, justo se le ocurre pasar a devolverlo
a la hora que habíamos fijado para el bar. Del videoclub me
lo alcanzan, nos ubicamos en una mesa, y empieza el filme de Eliseo Subiela.
Ahí está para mis amigas un semejante
a mí, versión cinematográfica. Lo que están
viviendo conmigo, con un loco o extraterrestre en persona, lo ven ahora
filmado en este mismo país, con un "Rantés" argentino como
yo, en algunas cosas raro como yo. Esa ficción no difiere
de mi realidad. En algún momento les comento a ellas que
hace unos meses, en un debate a lleno total, donde terminaba de pasarse
la película, fui el primero en pedir la palabra y ponerme de pie
para hacer una advertencia. Los organizadores del debate sobre el filme,
eran de un hospital neuropsiquiátrico. Anticipé para los
doctores, que casos como el de Rantés empezarán a presentarse
en lo sucesivo, y que hay que estar preparados para cuando esto suceda.
Que haya personas que digan ser extraterrestres, deberá ser tomado
como algo normal, porque esto es algo que a muchos les pasa y que van
a salir a decirlo. Que esta película refleja una realidad que
pronto estará a la vista, y que ante esto no se puede seguir pensando
que sólo se trata de gente con problemas mentales. Nadie se adhirió,
ni contradijo lo que expuse. Una chica me había esperado a la salida.
Le confesé -ella lo suponía- que yo era uno de esos que irían
a aparecer. Con ella hubo cartas y alguna visita hasta mi desaparición
cuyos motivos no recuerdo. Tal vez sus estudios de psicología terminaran
por limpiarle la mente de mis, en principio, para ella creíbles
argumentos.
Lo que Subiela tal vez ignoraba cuando hizo la película,
es que ya se había producido un caso similar al que él ideó
para el papel de Hugo Soto. Supe del asunto antes de que se estrenara el
filme; quizá antes de que se rodara. Estaba en el número
7 de la revista argentina Cerdos & Peces, de diciembre de 1986.
La nota titulada "Confesiones de un extraterrestre" (con la volanta "esquizofrenia")
reproducía un reportaje recientemente publicado en el diario El
País, de España. El personaje en cuestión era
el español Joaquín Lastra (de 43 años por entonces)
que recluido en un neuropsiquiátrico casi voluntariamente, afirmaba
ser extraterrestre y, estando allí, no necesitaba trabajar y podía
dar conferencias y enviar artículos a los diarios.
Médico, experto en psicología, matemática y lingüística,
"enloqueció" a la edad de 35 años. Su "delirio erudito" lo
llevó a escribir "El origen del pecado original", libro en que expuso
su explicación del origen del hombre y la caída de los extraterrestres
que se degradaron al ocupar cuerpos físicos (por otros detalles,
ver INFORME CLOMRO 3).
Estamos en el bar y se acerca el final de la historia.
El desenlace trágico de la película puede ser un anuncio
de mi propio final, si sucumbiere ante la incomprensión del mundo.
No sé si las chicas se quedarán pensando en algo así.
No sé si lo supondrán. Pero saben que ellas son importantes
para mí. Que son de lo poco que en dos meses he podido cosechar
luego de tanta siembra. Que están evitando que me sienta del todo
solo con mi misterio. Que por lo menos en ellas he encontrado oídos
y amistad.
Llega mi hora de partir. Quedará atrás
un pueblo que no supo develar lo que le estaba ofreciendo, lo que de mí
le estaba mostrando. Y refiriéndome a ese pueblo que dejaré
atrás con sus dudas sobre mí, me despido de una de las chicas
pronunciando una frase de Charles de Gaulle, al dejar la presidencia de
Francia: "Me voy, y me llevo mi misterio". Los ojos de la
chica se agrandan impresionados: "¡¿Misterio?!..." exclama
en tono de sorpresa y con una sonrisa. El ómnibus recorre los primeros
kilómetros de mi regreso. Abro la cartita hermosa que la chica me
dio en la despedida. Termina con una frase que me hace comprender la reacción
que ella tuvo ante "mi" frase de De Gaulle:
Me llevé en esas palabras el resultado de
mi paso desafiante, que me demostró que todo puede ser dicho, todo
puede ser resistido, y todo puede ser aceptado. Y entre mil posibilidades
de ser resistido, una sola de ser aceptado justifica el esfuerzo y el riesgo,
y compensa las consecuencias desfavorables. Un astrólogo y músico,
un concejal, su hija y otras chicas y algunos muchachos... ¿qué
podía importar un pueblo indiferente y algunas voces en mi contra,
si había encontrado ese puñado de seres tan especiales para
mí? El cierre del año 88 me tendría mandándoles
cartas, intentando mantener lo que estaba en mis manos alimentar o dejar
apagarse. Pero mi destino se encaminaría por otros rumbos, perdiendo
contacto con todos definitivamente. O al menos por unos años, hasta
que mi reaparición como Clomro, pudiera revivirles algo en la memoria
cuando me vieran y reconocieran. Un pasamontañas y un nombre extraño,
cosa incomprensible para millones, sí les resultaría absolutamente
comprensible a ellos: aquel extraterrestre humano de nueve años
atrás, no cometería aquel mismo error de exponerse demasiado.
Como humano, mejor...
Yo podía ser tan humano o tan extraterrestre
como quisiera, y no como las circunstancias me lo impusieran. Pero no sería
lo mismo jugar al extraterrestre en un pueblito lejano que no me
haría fama, que aparecer a jugar con fuego en una gran ciudad
o en medios importantes a nivel nacional, que marcarían mi nombre
y mi rostro. Tenía que moverme con astucia, no con la audacia
de esa experiencia en el pueblo en que me puse a prueba. La apertura de
un nuevo año, me plantearía experiencias nuevas.
1989, enero, en un lugar de la costa atlántica
bonaerense. Mi primera aparición televisiva, en un canal local,
como aquel divulgador testigo de comunicaciones con seres del cosmos. Alguna
que otra incursión en radio, que no sugiere nada sobre mi identidad
cósmica, y me mantiene en la "normalidad" humana. Planeo lanzar
mi personaje teatral extraterrestre y busco lugar para presentarme
como tal.
Lo siguiente, es parte de una carta que escribí
por entonces, y que nunca envié y quedó entre mis papeles:
Villa Gesell, 7 de enero de las primeras horas
de la madrugada.
Estoy en la playa, en un balneario donde hay
un reflector, y aprovecho para escribir. Acaba de empezar el sábado.
A 300 metros de aquí, en la Avenida 3, miles de personas pasean
y se divierten. Yo estoy acá, solo.
Estoy trabajando para subsistir y por ahora no
tengo margen financiero para placeres.
Y aquí estoy, queriendo empezar de cero.
Entre gente extraña y moviéndome con cautela. Hoy, después
de ocho días de estar aquí, recién inicié la
apertura de mi estrategia para la difusión de las Verdades. Mi primera
jugada fue entregar algo para publicar en el diario local. Saldrá
el lunes o martes. Es un comentario sobre un "alguien" que está
en Gesell y que hablará en carácter de extraterrestre "LO
QUE TODO SER HUMANO TIENE EL DERECHO DE SABER Y QUE LA IGLESIA NO DICE".
Otra vez, iré al choque y provocaré una polémica que
pueda terminar en censura. Si la censura no viene, podré ir definiendo
lo que será mi show: "REVELACIONES DE UN EXTRATERRESTRE", que espero
poder hacerlo en alguna sala. No sé bien todavía cómo
estructurar esta mezcla de teatro y realidad, de actor y de conferencista.
Pero sin duda que esto será una forma diferente de decir lo que
quiero. Porque haré el papel de un extraterrestre y nadie estará
obligado a creer en lo que diga, porque será teatralizado. Pero
quien sepa entender, sabrá que lo teatral es el disfraz que tapa
una realidad igual al disfraz: un extraterrestre disfrazado de extraterrestre.
Tal es el plan.
Uno de aquellos días, conocí a una astróloga que de mí no sabía absolutamente nada. De pronto, ignorando yo que ella también era vidente, me dijo algo sobre mi futuro: Te veo como una persona importante, vas a trascender en algo... que puede ser político, científico o artístico". Yo no tuve la menor duda de que la cosa pasaba por la cuestión extraterrestre. Pero ignoraba cómo sucedería. Y cuándo. Lo que no ignoraba, era que en algún momento algo trascendente iría a pasar conmigo. Si bien esa trascendencia ya venía escalonándose desde hacía unos años, no sólo con planes, sino con logros cuya acumulación daría el subproducto de lo que iría a ser la trascendencia a mayor escala.
Pasa el verano, sin haber llevado adelante el proyecto teatral, para el cual tenía pensado incluir dos poemas de mucha fuerza para mi argumento. Me voy de la costa, llevándome en la memoria el poema de Arturo Capdevila "Mi Oración", y el de Almafuerte, "Trémolo" (dos joyas de la poesía contra el Amo del mundo; ver INFORME CLOMRO 3), los cuales leía y recitaba en la playa hasta haberlas grabado a fuego; y con las cuales, años después, dejaría impactados a quienes me escucharían recitarlas.
Es otoño, he andado sin equipo y con fiebre
bajo el sol del desierto en Jujuy, y sin abrigo suficiente al llegar la
noche en las montañas, y ninguna nave extraterrestre hubiera bajado
a rescatarme de la muerte por hipotermia en las alturas nocturnas, ya que
gendarmería hizo que un camionero me bajara hasta donde me dirigía,
en Salta, evitando que "Allá Arriba" tuvieran que mandarme algún
platillo salvavidas que, desde ya, nunca hubiera esperado. Aunque no faltará
quien diga que "ellos" me mandaron un camión. He dormido en una
mina de mineral de cobre abandonada, y allí he soñado que
debía reproducir artísticamente la imagen del "astronauta
de Palenque". A mi regreso de la aventura exploratoria, pintaría
esa imagen de los mayas en cuadros que luego expondría.
Reproducción del bajorrelieve de Palenque, hecha en México.
Abajo, dos de las pinturas de 1989
Estoy de vuelta, y se está proyectando en
los cines Cocoon II El Regreso, y el mensaje de la primera, del
año 85, ha sido cambiado por otro: la consigna ya no es irse del
planeta, sino afrontar la realidad de esta vida; los viejitos regresan
a la Tierra, y para el público queda redimido de su hasta allí
estúpida actitud, aquel viejo que en la idea original fue el único
que no quiso irse de la Tierra, y cuya frase "Is my World", lo definiera
como apegado a este mundo, pero en la segunda parte esta pertenencia al
mundo adquiere el sentido de responsabilidad. Cuatro años atrás,
los preparativos de mucha gente para esperar los ovnis salvadores, eran
un fenómeno mundial, y Cocoon parecía reflejarlo. Pasa el
tiempo, y Cocoon II coincide con un panorama mundial que está
cambiando últimamente: se sigue hablando de evacuación, pero
por
ahora parece que hay que quedarse. Para reforzar esto, llega Kim Bassinger
en Mi novia es una extraterrestre, y viene un mensaje más
dando a entender que, a pesar de todo, la vida en la Tierra vale la
pena ser vivida, como titulaba un diario en una crítica sobre
esta película y la segunda Cocoon.
Pasa el otoño y estoy exponiendo pinturas
con temas cósmicos. Es junio, el invierno está a las
puertas, y se cumple un año y diez meses desde la idea del extraterrestre
teatral. Durante todo este tiempo he estado a las órdenes de
las jerarquías cósmicas que me hicieron venir a tomar este
cuerpo. Mi estilo de divulgación del conocimiento que debíamos
transmitir, era muy particular, pero no se apartaba demasiado de los lineamientos
que debíamos observar. Podría seguir así. Pero mi
idea del personaje extraterrestre podría ser para problemas con
mis superiores.
Pero una cosa ha cambiado: hace seis meses que me
fui de viaje, luego de tres meses volví a casa, pero todavía
no he resuelto reintegrarme activamente a la dinámica interna de
la organización. Con esta distancia tomada, siento libertades que
durante los últimos años no he tenido. He sido de los
más rebeldes a esta obediencia que hemos observado durante los
años en que participamos de esta misión. Mis disidencias
habían marcado mi posición de insurgente en potencia. Las
instrucciones venidas del cosmos, o de nuestras autoridades cósmicas
viviendo en cuerpos humanos, en cuanto a lo que tenemos que hacer, han
adolescido de fallas que me generaron desconfianza. He propuesto reiteradamente
dar lugar a las iniciativas individuales de los miembros de la agrupación,
en lugar de asignar tareas grupales. He asumido la responsabilidad de ir
a las radios que quisiera, a decir lo que se me ocurriera. Nada de ir a
donde fuera determinado desde arriba, o aprobado en reunión de consulta
y deliberación, y a decir las cosas según el libreto que
nos enseñaron. Así, he salido tanto del esquema de funcionamiento
de la organización, que empecé a generar una dinámica
paralela, cada vez más externa y desconectada del directorio,
hasta quedar fuera de la órbita y del campo magnético de
mis compañeros de misión y de la autoridad central. Ellos
se quejan de Cocoon II. Yo les digo que me gusta. Eso marca una visible
diferencia entre los que siguen pendientes de la hora de partida en la
nave salvadora, y mi pérdida de interés en irme de acá.
Se supone que para algo he venido hace tres años a este cuerpo,
y que lo mío recién empieza; tengo mucho que hacer en este
mundo, para estar pensando en irme.
UN EXTRATERRESTRE EN RADIO
Imprevista aparición
Es junio, he postergado demasiado mi idea del personaje
extraterrestre, que para mí tiene que funcionar; seguro que va a
dar que hablar. Y ahora, más liberado de las normas y restricciones
de hasta unos meses atrás, decido hacer con esta idea algo ya mismo,
la tomen como la tomen en la agrupación.
Aquel compañero de grupo con el que un año
atrás grabamos programas que no llegamos a transmitir, está
en una FM. Voy a verlo minutos antes de su programa semanal nocturno. Mi
propuesta es muy concreta y contundente: anunciar que va a estar aquí
un ser extraterrestre, y decirle a los oyentes que llamen, que él
contestará a sus preguntas. Yo hago el papel del extraterrestre,
y en esa ficción decimos una verdad, que el que la quiera creer
que la crea, y el que no, lo tomará como un juego que hacemos. Mi
amigo no duda un instante; sonríe como intuyendo que esto va a ser
una "bomba", y ya está saboreando lo que el sentido común
le anuncia. Enciende la mecha, ya listos ambos frente al micrófono.
El anuncio es hecho por su entusiasta voz. La expectativa de sus habituales
y circunstanciales oyentes, es puesta en acción.
Habla el supuesto extraterrestre: no tiene nombre;
en el Universo no hay nombres para comunicarse donde no existen las palabras.
Hay llamados telefónicos. El extraterrestre contesta hábilmente
todas las preguntas. Hay interés, se ve que el juego marcha sensacionalmente.
No parece creíble, pero cae simpático y aceptable como propuesta.
No parezco extraterrestre, pero mis enseñanzas tienen valor propio,
más allá de quien lo diga, y serán discutibles, pero
pueden ser... Hay un conocimiento en transmisión, y si unos cuantos
están recibiéndolo, es porque están atentos al juego
del ET. Si yo hablaba como divulgador, en ese formal tono de "serio", dudo
que lograra la misma atención en la audiencia. Dos chicas quedan
en línea privada, y me piden verme. Les digo que soy físicamente
como cualquiera, pero insisten. Las cito para días después
a cierta hora en un lugar, y llegado el momento, veré que allí
estarán puntualmente. Yo el extraterrestre en un cuerpo humano,
haciendo el papel del personaje extraterrestre en un cuerpo humano,
compruebo que aquella noche de las cervezas se había encendido más
que una chispa en mi mente. Y los dueños de la radio elogian el
programa que hicimos con mi amigo. La idea estaba para más. Preparo
un cartel con el título REVELACIONES DE UN EXTRATERRESTRE,
en letra blanca sobre fondo negro; un cielo cósmico negro con galaxias
y un ser luminoso saludando con una mano al costado del cuerpo, a la altura
del cuello, bajo cuyos pies se lee: lo que todo ser humano tiene el
derecho de saber y que la ciencia no dice...
Cambio de planes
Mando a imprimir como doscientas copias, que luego llevarán pegada una tira con el nombre, día y hora del programa en que me presentaría, y esa misma forma de publicidad valdría para todo lugar donde pudiera presentarme a dar una conferencia o algo así. Pero algo se interpone y todo se paraliza: a mi compañero de travesura, que sigue integrando activamente la agrupación, le dicen en ella que lo que hicimos no es serio, que desmerece los conocimientos que la agrupación transmite, porque si bien no digo las cosas de la misma manera, se nota que hablo de lo mismo. Presento una nota a la organización, calificándola como sectaria y restrictiva en su proceder, y manifestándole que es muy difícil que vuelva a ella en tanto continúe así. Es poco menos que una formal renuncia, y nada menos que una renuncia de hecho. Y para evitarle problemas a mi amigo que está allí, suspendemos la continuidad del extraterrestre en su programa. Quedo con idea de hacerlo por otro lado, pero aparecen en medio otras cosas; negocios, viajes y mujeres, que desvían mi atención. Termino el 89 con la mente más volcada a cuestiones de este mundo, que a mi realidad y mi ficción extraterrestre.
SIN TANTO MISTERIO
Ésta ha sido la base de LA VERDADERA HISTORIA DEL COMANDANTE CLOMRO. La que explica cómo surge, cómo llega a corporizarse esta versión extraterrestre de un aparente guerrillero, o versión guerrillera de un supuesto extraterrestre. Ésta ha sido la historia de un Rantés que no murió de pena por el escepticismo de quienes él amaba y no le creían, sino que se fortaleció más aún ante la adversidad y salió a decir lo suyo, a combatir. Sin armas; sin otra arma que él mismo, y sin otros disparos que sus palabras. Ésta ha sido la historia de un muchacho que había querido decir su verdad, con la naturalidad de su rostro descubierto, sin ninguna mentira avergonzante por la cual tener que ocultarlo. Y que, sin embargo, en un mundo de sinvergüenzas mentirosos a cara descubierta, se cubre el rostro y se hace "raro" a propósito ante el público, porque quiere ser común en su vida diaria. Libre de los dedos que señalarían, de las ofensas de los que pasarían rápido en vehículo, de los que por pasar lento y a pie sólo mirarían de reojo y se reirían al ganar la espalda; libre de los papparazzi y de los pedidos de inútiles autógrafos; de los que quisieran hablarle sólo de extraterrestres, como si su vida fuera sólo eso; libre de los que le pedirían pruebas de lo que él no pide que le crean; libre de las tontitas seducidas por un uniforme y un poco de fama; libre de esa ficción encapuchada, en la que representa un papel menor que su propia realidad; en la que quienes lo refutan, cumplen en la vida un papel menor que sus propias realidades cósmicas.
Capítulo II LOS TIEMPOS DE MI ALEJAMIENTO DE LA MISIÓN |
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