Creencias, experiencias y fenómenos en la Red Invasión alien, reencarnación virtual
y el milagro de la web autoconsciente * Sueños y pesadillas de los
gurúes de la cibercultura * Experiencias en tiempo real de fenómenos
extraordinarios * Alerta rojo: una secta de cibermutantes pretende apoderarse
de la red.
BITNIKS
10-13 de mayo de 2001
![]() Por Alejandro Agostinelli A.
A es periodista especializado en ciencia popular, ovnis, fenómenos
paranormales, nuevos cultos y cultura digital, fue Secretario de Redacción
de la revista de divulgación científica 'Descubrir' y asesor
editorial de 'El Ojo Escéptico'.
Actualmente planifica 'Dios!',
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Objetos
Digitales No Identificados
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La web autoconciente y otras pesadillas de la era digital 08-05-01 Los gurúes de la cibercultura no incitan suicidios colectivos. Pero, cuando hablan del futuro de la web, suenan casi tan apocalípticos como Marshall Applewhitte, el monje cibernético de Puerta del Cielo. Algunos creen en la reencarnación virtual y otros se dejan estremecer por la misma pesadilla: la web autoconsciente. Por ahora, internet apenas ofrece experiencias en tiempo real para interactuar con ciertos fenómenos extraordinarios. No es un hallazgo sorprendente: la red es el jardín de las delicias y sigue en ebullición. Pero las ideas de quienes están pensando el futuro digital se tornan cada vez más esotéricas. Lo terrible del caso es que la magia que pregonan puede ser real. Los ejemplos extremos no dejan lugar a dudas. Es fácil no comulgar con los 39 monjes cibernéticos que, en 1997, se inmolaron en masa con la esperanza de que su alma ascendiera a la nave que -creían- escoltaba al cometa Hale-Bopp. Hacía falta estar imbuído en la atmósfera del grupo para aceptar el extraño sistema de creencias del gurú, Marshall Applewhitte. Cuesta más, en cambio, sospechar de la seriedad de Derrick de Kerckhove, discípulo de otro Marshall, pero de apellido McLuhan. ¿Qué McLuhan? El analista de los medios masivos que en la década del '60 -en libros como 'La Aldea Global 'o 'La Galaxia Gutemberg'- vaticinó la revolución comunicacional que ahora vive la clase social que, para pertenecer, paga sin chistar 19,90 pesos la tarifa con acceso full. Seremos software Los gurúes de Ciberdelia no incitan suicidios colectivos. Pero cuando hablan del futuro de la web suenan casi tan apocalípticos como Applewhitte. En su libro 'La piel de la cultura' (Gedisa, 1999), De Kerckhove afirma que internet podría ser el embrión de "una mente colectiva que irrumpirá súbitamente cuando cualquier sistema dinámico e interconectado alcance cierto nivel de complejidad". Seguramente, nadie se animará a preguntarle a De Kerckhove -director del Programa McLuhan de Cultura y Tecnología en la Universidad de Toronto- si la afirmación no estuvo precedida de un viaje lisérgico. Tampoco se cuestiona la seriedad de ciertas afirmaciones de Erik Davis, autor de 'Techgnosis: Myth, Magic and Mysticism in the Age of Information' (Harmony Books, 1998), un alucinante análisis de las relaciones entre las nuevas tecnologías y la espiritualidad humana. A Davis, por ejemplo, no le parece insensato suponer que "internet puede estar incubando su propia conciencia". En el siglo de la tecnología digital, debe haber pocas sentencias tan ocultistas. Sin embargo, nadie duda de su equilibrio mental. Pocos se lo cuestionan porque cualquiera sabe que "la ficción supera a la realidad". De hecho, Internet apenas era un sueño en 1991, cuando se estrenó "Terminator 2: El Juicio Final". La película contaba cómo, después de un proceso de aprendizaje vertiginoso, una red mundial de ordenadores -la Skynet- se volvía consciente, para espanto de la humanidad. Y menos se dramatiza ahora, cuando los chicos ven "The Matrix" sin dejar de embocarse pochoclos en la boca. Este delirio desenfrenado también puede ganar terreno porque tal vez es demasiado temprano para ser realistas: ciertos gurúes de la cibercultura pretenden estar saltando un cerco y en verdad nadie sabe qué hay del otro lado. A su (virtual) objeto de estudio, a falta de mejor nombre, se le podría llamar ODNIs: Objetos Digitales No Identificados. Los incrédulos, si los hubiere, deben tener miedo a meter la pata: son como ateos que, antes del suspiro final, deciden no blasfemar. Pocos se atreven a poner el palo en la rueda de la utopía: el ciberespacio no sólo es el reino de la nueva economía. Se viven horas de ilusión. Muchos creen estar construyendo un Disneyworld high-tech donde las fantasías, incluso las descabelladas, pueden contener un nano-chip de verdad. Con todo, la cibercultura está produciendo ideas con las mejores intenciones pero que, bien miradas, están más cerca de la religión que de la ciencia. Ray Kurzweil, uno de los mayores expertos en inteligencia artificial, también muestra la hilacha. Nadie duda que es un genio. Pero en su último libro, 'La era de las máquinas espirituales'(Planeta, 1999), promete que la cibernética acabará, incluso, con la mortalidad. Hacia el año 2020, anuncia, una computadora de 1.000 dólares tendrá la misma capacidad de cálculo de un cerebro humano. También prevé que, hacia fines del siglo XXI, nadie notará la diferencia entre un hombre y una computadora. Dice, por ejemplo, que la fuente de la eterna juventud será un asunto menor. Todo se resolverá cuando se elimine el problema del yo físico: "Cuando demos el gran paso de replicarnos en tecnología computacional, nuestra identidad se basará en nuestro archivo mental en evolución. Seremos sofware, no hardware". La supervivencia del hombre, entonces, dependerá del cuidado con que guardemos un back up de nuestra memoria. Que no será un disco rígido externo ni un removible: la máquina estará integrada al cuerpo. Es decir: 'reencarnaremos'. Pero en la próxima vida no seremos reyes ni potentados: seremos un estúpido disquet Basf. Ahora bien: cuando las profecías de Kurzweil se crucen con las de los biotecnólogos del Proyecto Genoma, ¿cuál será el eslabón perdido que buscarán los arqueólogos del futuro? ¿La oveja Dolly o nuestra Pentium? Más allá de las fronteras de la percepción "¿Qué pasa? ¿Quién sos? ¿Qué querés?". Eso se preguntarán millones de internautas el día que no sepan cómo enfrentar a esa Cosa que se apoderó de sus computadoras. Aparecerá en todas las pantallas, todos la verán a la vez. Y nadie sabrá explicar cómo llegó hasta allí. Tal vez porque nadie -nadie del mundo de los vivos- hizo nada para que eso sucediera. Algo así habrá sospechado Erik Davis cuando hace poco dijo: "Creo que, tarde o temprano, en la red se manifestará un acontecimiento imprevisto, un fenómeno que nadie será capaz de explicar". En otras palabras: sin que medie intención humana, cree Davis, en nuestras pantallas irrumpirá algo o alguien -un dios virtual, una larva astral hambrienta de bits, un Max Headroom con la cara digitalizada de Mauro Viale, o vaya uno a saber...- que dejará con la boca abierta a todo el mundo. Mientras el vaticinio de Davis no se cumple, su conjetura plantea una pregunta: ¿cuántas cosas cambiaron desde que la web existe? Mejor dicho, ¿cuánto aportó internet para profundizar en la búsqueda de los fenómenos extraños que, según se cuenta, pululan en el mundo real? Los descubrimientos no son tan sensacionales como le gustarían a Davis, a De Kerckhove y -acaso- a Kurzweil: Internet, por ahora, ha servido para "ampliar las redes de percepción". Es bueno recordar que el internauta no sólo interactúa en el ciberespacio: también inventa mundos virtuales, incorpora su talento perceptivo para enriquecer mundos ajenos y ensancha los canales de la percepción: añade al ojo y a la mente otras miradas e ideas que cooperan fluidamente en objetivos comunes. Esta suerte de "red de observadores participantes" (es tentador decir "percepción global", pero no sería cierto: la masa carece de mente) aparece claramente en el Proyecto Seti@home: cualquiera que posea una computadora con un mínimo de 32 megabytes de memoria, 10 megabytes de espacio en el disco y conexión al internet, puede colaborar con el radiotelescopio más poderoso del mundo para detectar inteligencias extraterrestres. El usuario baja un programa que funciona como salvapantallas y, mientras no usa la computadora, Seti@home se sirve de ella. Ya se sumaron a la iniciativa más de 400 mil personas, logrando incrementar más de cien veces el potencial de la mejor tecnología disponible en busca de murmullos intergalácticos. Si alguna vez se detecta una señal, el descubrimiento será colectivo. Y esto es, definitivamente, algo nuevo. Encuentros cercanos on-line Existen, desde luego, divertimentos más inquietantes. Desde diciembre de 1981, por ejemplo, en el valle noruego de Hessdalen, comenzaron a verse extrañas luces. Lo raro es que aparecían tres o cuatro veces por día. Dos años después, con el apoyo de las universidades de Oslo y Bergen, un grupo de cinco investigadores -el Proyecto Hessdalen- estableció tres estaciones de observación para seguir y registrar los fenómenos. Por una vez, un equipo compuesto de espectrográfos, sismógrafos, visores de infrarrojos y radares estaban al servicio de la causa de Fabio Zerpa. El radar captó objetos moviéndose a 30.000 kilómetros por hora. Pero como los ovnis no son fenómenos muy repetibles que digamos, se pensó que la ufología estaba desaprovechando una gran oportunidad. Hasta que a los noruegos se les ocurrió conectar una de las cámaras a una PC, con un dispositivo que dispara el obturador cuando detecta algo inusual. La novedad es que, internet mediante, ya no se necesita viajar a Hessdalen para protagonizar un encuentro cercano (virtual) del tercer tipo. Por lo demás, los seguidores de Fox Mulder tienen la diversión asegurada: millones de sites ofrecen compartir una cacería de aliens o visitar casas encantadas con el asesoramiento de la American Ghost Society. Si teme ser secuestrado por un platillo, puede contratar un seguro de vida por 120 millones de dólares en la agencia Saint Lawrence (www.ufo2001.com). Y si desea ahorrarse la experiencia, se puede comprar su propio "casco anti-abucciones, un adminículo que bloquea la comunicación telepática con los Grises, como les llaman a los alienígenas de peor calaña. "Un abducido lleva el casco 24 horas al día y desde entonces no volvió a ser secuestrado", asegura su inventor, un tal Michael Menkin. Hay otros sitios extraños. Que ofrecen la posibilidad de tender insólitos lazos de comunicación. Hay una web que permite, por ejemplo, lanzar "la última afirmación posible de discurso libre": enviar un e-mail al espacio exterior, un recurso óptimo si la pareja de uno se fue de vacaciones, digamos, a Plutón (www3.bentspace.com). Otra opción es recorrer la enciclopédica web del Comandante Clomro, un alienígena argentino a quien no le va nada mal en su misión de buscar a almas galácticas gemelas en el ciberespacio. También es posible monitorear el Lago Ness desde una cámara que transmitirá en vivo cada vez que el elusivo monstruo ecuestre asome el cogote. O sumarse a NEAT (Near-Earth Asteroir Tracking - Red de Vigilancia de Asteroides Cercanos a la Tierra), para atestiguar el próximo choque de un cuerpo celeste contra el planeta. Si una cofradía integrada por MIBs, vampiros cibermísticos y brujos retornados lo acosan por la red, puede tomarse una dulce revancha desde un sitio que explica cómo construir un muñequito vudú y enviarles por e-mail una maldición fulminante. No preste atención a otras ofertas: las brujerías de Pinstruck son anónimas, personalizadas y completamente gratuitas.Como dijo el viejo McLuhan, "la tecnología es la hoguera en torno a la cual los habitantes de la aldea global siguen contándose sus historias". La gracia del ciberespacio es que ahora permite formar parte de ellas. Cibermutantes Si recibe un e-mail donde una compañía le informa que ha sido delatado como mutante, esto sólo puede significar una cosa: que alguien envió sus datos al Registro Nacional de Mutantes. En este destino se puede completar un cuestionario que le informará si su novia, su mejor amigo o usted mismo son o no mutantes, llamados así porque nacieron con una alteración genética que les confiere poderes sobrehumanos. También puede pasar que usted desconfíe. En ese caso, conviene consultar la página de X-Men. No sería raro que la Fox hubiera plagiado la estrategia promocional del Proyecto Blair Witch. Si, en cambio, intuye que su vecino puede ser un extraterrestre reencarnado, o un híbrido cósmico, puede fijarse si coincide con el perfil visitando Alienación. ![]() [
Ciertos gurúes de la cibercultura pretenden estar saltando un cerco
y en verdad nadie sabe qué hay del otro lado. A su (virtual) objeto
de estudio, a falta de mejor nombre, se le podría llamar ODNIs:
Objetos Digitales No Identificados. ]
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Todo se resolverá cuando se elimine el problema del yo físico:
"Cuando demos el gran paso de replicarnos en tecnología computacional,
nuestra identidad se basará en nuestro archivo mental en evolución.
Seremos sofware, no hardware". ]
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Si una cofradía integrada por MIBs, vampiros cibermísticos
y brujos retornados lo acosan por la red, puede tomarse una dulce revancha
desde un sitio que explica cómo construir un muñequito vudú
y enviarles por e-mail una maldición fulminante.]
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BITÁCORA INTERNACIONAL
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11 de mayo de 2001
PARAPSICOLOGÍA, UFOLOGÍA, LEYENDAS, HISTORIA, CIENCIA, ESPACIO, ESOTERISMO
Actualizada
11-05-01
Las razones por las cuales los investigadores
del fenómeno OVNI
no gozan de respeto en la comunidad
científica,
ni se llevan bien -en el extremo opuesto-
con los presuntos contactados con extraterrestres
"La ufología es una ciencia dedicada al estudio serio y objetivo
del fenómeno ovni. Los verdaderos investigadores, ufólogos
u ovniólogos, nos dedicamos a un análisis serio del tema.
La verdadera investigación consiste en comprobar lo no comprobable",
declaró un ufólogo.
"Seriedad"... una
ciencia que comprueba "lo no comprobable" (?), cuando la ciencia está
para comprobar lo comprobable. Y la comprobación, según el
método científico, mediante la experimentación, ¿la
efectúan los ufólogos experimentalmente? ¿Trabajan
ellos en laboratorios estadounidenses o rusos efectuando ensayos con naves
alienígenas accidentadas, donde aplicar el paso-"experimentación"
del método científico, para hacer comprobaciones? ¿Dónde
realizan la experimentación con el objeto de estudio, sometiéndolo
a pruebas, ensayos, reacciones, para medirlo, comprobarlo? ¿Cual
es la "experimentación" efectuable en una simple observación
o registro fílmico o fotográfico, únicas alternativas
de estudio de los ufólogos?
De ser cierto que
existan los laboratorios donde se estudien -secretamente- ovnis accidentados,
¿por qué los únicos testimonios de gente que ha dicho
haber trabajado allí, son de profesionales que nada tienen que ver
con la ufología? ¿Qué le falta al ufólogo para
ser considerado "serio", y necesario para los organismos gubernamentales
de investigación aeroespacial que estudian el fenómeno OVNI?
¿Por qué el Pentágono y la NASA no recurren a los
ufólogos, sino a profesionales entendidos en navegación aérea
y espacial cuando se ocupan de casos OVNI? ¿Cuál es, entonces,
la realidad de la supuesta cientificidad de la investigación ufológica?
El estudio de los vehículos aeroespaciales y de sus tripulantes
La ufología
no es ni puede ser una ciencia: el estudio de naves interplanetarias no
terrestres, puede ser hecho por la mismas ciencias que estudian nuestras
propias naves, y las leyes de sus movimientos: la astronáutica,
la aeronáutica y la física. El estudio de sus tripulantes
pueden efectuarlo la biología, la antropología y otras disciplinas.
A las cuales la ufología debe necesariamente recurrir para estudiar
esas entidades biológicas humanoides. Así como debe recurrir
a las otras disciplinas mencionadas para estudiar las naves. Entonces,
siendo que la ufología debe recurrir a tantas ciencias por no ser
autosuficiente, no hay bases para calificarla como una ciencia en particular,
por el hecho de que estudie el fenómeno que configuran vehículos
y tripulantes no terrestres, como si acaso sus características y
leyes regentes debieran estudiarse por separado del estudio de nuestra
tecnología y de nuestra biología. Si la distancia que separa
a nuestros transbordadores espaciales de un plato volador, es proporcional
a la que separa a un globo aerostático, de esos transbordadores
de la NASA, debería haber una ciencia que estudiara los globos y
otra los aviones aeroespaciales, y sin embargo la aeronáutica es
la misma para ambos vehículos. No tiene por qué ser una ciencia
aparte de ella y de la astronáutica la que estudie los vehículos
de civilizaciones extraterrenas. Si alguna vez nuestra ciencia aeroespacial
pudiera crear vehículos iguales a los de los extraterrestres, para
esa ciencia daría lo mismo estudiar dos naves iguales, una de la
Tierra y otra foránea. Así como para la biología y
la antropología, el estudio de las formas de vida, en este caso
antropomórficas, no tiene fronteras planetarias.
Por lo tanto, la
ufología es una improvisación de relleno, con un cartel de
"ciencia" demasiado presuntuoso, pero sin autosuficiencia científica.
Y sin incumbencia posible a la hora en que la astronáutica le confisque
como propio al estudio de las naves, y lo mismo le hagan la biología
y la antropología al estudio de los tripulantes. La "ufología"
quedará desprovista de objetos de estudio, derivados hacia dichas
ciencias, que son las que deben ocuparse de las naves y de sus tripulantes.
¿Y de qué va a ocuparse la ufología, sino de efectuar
su propia disolución?
El ocaso de los ufólogos
La desaparición de la ufología se podría producir
por una abierta manifestación mundial de los extraterrestres, que
vinieran a mostrarse, decir lo suyo y poner fin al misterio de los ovnis
y a la actividad de quienes los investigan, pues se quedarían sin
objetos de estudio: a sus naves las estudiarían ingenieros y no
ufólogos, y éstos tampoco serían quienes estudiaran
a sus tripulantes, porque para eso estarían las ciencias que estudian
la vida, la mente, la cultura y la sociedad. Pero antes de que tal acontecimiento
pueda ocurrir, si es que ocurriera, estará destinado a desaparecer
el hoy ufólogo que mañana no sea un poco físico, ingeniero
espacial, biólogo, antropólogo, y un poco más de toda
disciplina de las que tienen jurisdicción sobre las respectivas
áreas del fenómeno de "la nave y su gente a bordo". Para
temas puntuales sobre naves, la prensa y el público ya no querrán
escuchar a un ufólogo, sino a un ingeniero, un físico; para
saber sobre lo físico, lo mental, lo social y cultural de sus ocupantes,
preferirán no la palabra de un ufólogo, sino la de un biólogo,
un médico, un antropólogo, un psicólogo. No se puede
pretender que alguien domine todos los aspectos de la vida y tecnología
de seres de otros mundos, como no se puede pretender abarcar todos los
campos del conocimiento sobre astronautas de la NASA y sobre los vehículos
que utilizan. Nadie es especialista en todo, para saber desde dónde
van los cables y tornillos en los motores, pasando por tablas de cálculo
matemático sobre aceleraciones, masa, fricción atmosférica
y calentamiento, hasta los efectos de la ingravidez en el torrente sanguíneo,
o los procesos psíquicos desde el entrenamiento hasta el retorno
a Tierra. Sin embargo, los ufólogos estudian un fenómeno
en el que deben abarcar cosas parecidas a estas, lo cual en la práctica
resulta imposible. Entonces llega un punto en que el ufólogo debe
recurrir a diversos científicos para que le realicen trabajos de
estudio de los que él no es capaz. Si la ufología termina
donde empieza la Química para saber de qué está hecho
el pedazo de nave que el ufólogo lleva al laboratorio; si termina
donde empieza la Física para explicar los movimientos aéreos,
si termina donde empieza la ingeniería para tener alguna idea sobre
la constitución de esos vehículos, y si la ufología
termina donde empiezan las ciencias del estudio de la vida, para conocer
sobre la gente que viaja en las naves; entonces, siendo que la ufología
termina en tantos lugares, ¿qué queda de ella en esos límites?,
¿dónde empieza realmente?, ¿qué es al final?,
¿qué es lo que sólo ella y ninguna ciencia puede estudiar,
para ser "ella misma" y no un rejunte de convergencias científicas
ensambladas bajo un rótulo nominativo como si fuera una ciencia
autónoma?
Ser "ufólogo"
por estudiar los UFO (ovnílogo u ovniólogo por estudiar los
OVNI) equivale a ser "globólogo", "avionólogo", o "coheteólogo".
No existe la "globología", ni la "avionología", ni la "coheteología"
(sí la "cohetería", sin el "logos" de ciencia); sus métodos
serían el mismo; el mismo que debería emplear la "ufología".
Curiosamente, los "avionólogos" -por caso- si existieran y estudiaran
los pilotos, estudiarían lo mismo que los "globólogos" y
los "coheteólogos": seres humanos. Por lo tanto le dejarían
esa parte a las ciencias del ser humano y de la vida, y se ocuparían
de los vehículos nada más. Los ufólogos, en cambio,
sí se ocupan de los pilotos de las naves, debido a que aparentemente,
por sus características, escapan a las ciencias de estudio de la
vida y del ser humano, como si ellas estuvieran diseñadas sólo
para estudiar vida y humanos de la Tierra -que habrá que ver si
somos de la Tierra, o si somos descendientes de antiguas colonias alienígenas
instaladas en el planeta-, por lo que los ufólogos hacen un trabajo
innecesario al estudiar tripulantes, cosa que los cohetólogos no
harían, si existieran. Pero como la coheteología no existe,
porque a los cohetes los estudia la ingeniería aeronáutica
y espacial, la ufología se ha quedado sola, sin primos cohetólogos,
globólogos o avionólogos, porque ellos se han hecho ingenieros
aeronáuticos y espaciales, como correspondía. Será
por eso que en la NASA los ufólogos no caen bien: no se dieron cuenta
de que querían manejar "científicamente" un tema que, para
manejarlo profesionalmente hay que hacerlo con un aval de ingeniero, de
piloto profesional, de astronauta, u otras profesiones relacionadas con
aparatos voladores. Sin ese aval, ser ufólogo es simple afición;
un hobby en el que muchos han empezado como fanáticos de los ovnis,
mientras a su vez podían ser fanáticos de algún músico
o de un club de fútbol, pero en esto de la investigación
ovni encontraron una ocupación especial. Destinada a su propia disolución
en caso de encontrar elementos de comprobación científica
que explicaran las causas del fenómeno en estudio. Porque se trataría
de elementos medibles con las herramientas de las ciencias que pasaran
a ocuparse de ellos, por corresponderles el espacio de investigación,
en el que los ufólogos no tendrían nada más que hacer.
Espacio que los ufólogos pretenden -entre astuta e ingenuamente-
ocupar aprovechando el vacío que diversas ciencias están
dejando ante el fenómeno. Como en todas esas ciencias hay cada vez
más profesionales que están ocupándose del área
que les corresponde (tecnológica, biológica, antropológica,
etc.) del fenómeno "vehículo-entidad biológica", no
tardará en estar de más la ufología.
La ufología
como actividad, puede, hasta su desaparición, al menos registrar
un avance, en tanto los que la ejercen se dejen de andar presumiendo ser
especialistas en una "ciencia". Ese avance consistiría también
en deshacerse de los escépticos que desde adentro la frenan, negando
cosas que es prematuro negar; y en deshacerse de los crédulos que
la ridiculizan. No obstante la depuración y avance que pueda experimentar,
su durabilidad será limitada, a partir de lo anteriormente expuesto
sobre su ocaso inevitable. Por lo tanto, no se trata de salvar a la ufología
de su futura desaparición, sino de entender que es una actividad
provisoria, inventada para rellenar un hueco producido en un segmento de
tiempo histórico en el que las causas del fenómeno que estudia
no han podido o querido ser esclarecidas por las diversas ciencias que
deben tener competencia en ello. Las cuales, en cuanto se ocupen del asunto,
habrán de llenar el hueco y anular a la ufología. Lo que
la ufología hace no es otra cosa que estar reclamándoles
permanentemente a las ciencias, que se ocupen de lo que ella se está
teniendo que ocupar. Para que, cuando lo hagan, de una buena vez ella pueda
dejar de tener que hacerlo, y descansar definitivamente en paz, sabiendo
que los científicos ya han asumido toda responsabilidad en la materia.
La diferencia entre "estudioso de..." y "científico ...ólogo"
No hay que confundir esta desmentida a la cientificidad de la labor ufológica,
con descalificación absoluta al trabajo de estudio, por parte de
quienes han venido ocupándose del tema. Ellos han hecho posible
que dispongamos de mucha información, como los mineros hacen posible
-sin ser científicos- que dispongamos de acceso a información
sobre qué hay al final de un túnel. La "excavación"
efectuada durante medio siglo por parte de fanáticos de los ovnis
aficionados o con "oficio", rastreando testimonios, documentos, evidencias,
ha sido algo magnífico. Lástima la presunción de cientificidad,
para empañar tan romántica, informal y desesquematizada búsqueda...
No es a la "ufología"
como "ciencia" a lo que debemos mucho de lo que se sabe sobre el fenómeno
ovni-extraterrestre, sino a "estudiosos de los fenómenos ovni-extraterrestres",
cuya labor (auxiliada por diversas ciencias que le dieron el respaldo que
por sí sola la ufología no tiene) no necesitaba rótulos
científicos para ser valiosa como lo ha sido. El minero que sale
del agujero con la pepita de oro no necesitó ser científico
para buscar y encontrar algo tan valioso. El estudioso del tema ovni-extraterrestres,
no necesita respaldarse en status científico para que tengan valor
sus búsquedas y hallazgos: los fenómenos que son objeto de
su estudio no tienen valor gracias a la ufología, sino que tienen
su propio valor, y las ciencias deben prestar atención a ellos y
no a la ufología. Porque si la ufología no existiera, los
fenómenos ovni-extraterrestres se podrían estudiar perfectamente;
las diversas ciencias encargadas del estudio de lo que les corresponda
de los fenómenos, cumplirían su labor sin que la ausencia
ufológica se notara en absoluto.
Ufólogos Vs. "contactados" y "misterio" Vs. "respuestas"
Muchos ufólogos -en especial los que dicen ser "serios"- suelen
desacreditar a los testigos que dicen haber sido o estar siendo "contactados"
por extraterrestres, en especial telepáticamente, recibiendo mensajes.
Como si acaso fueran los ufólogos la clase de "profesionales" capacitados
para emitir juicios autorizados, al respecto de si es o no es posible este
fenómeno parapsíquico. No corresponderá a ufólogos,
sino a los psicólogos, emitir un dictamen "serio" y profesional
al respecto de si puede existir telepatía entre un sujeto receptor
en la Tierra y un sujeto emisor fuera de la Tierra. Aunque esto ya se demostró
con la experiencia que la NASA realizó en la misión Apolo
XIV, con Edgard Mitchel transmitiendo desde atrás de la Luna. Siendo
indistinto que el sujeto emisor situado fuera de la Tierra sea o no de
este planeta, los psicólogos tendrán la responsabilidad de
extender las actuales fronteras de la psicología hasta donde, por
el momento, es la parapsicología la que se ocupa de fenómenos
telepáticos. Momento llegará para esa extensión del
campo de la psicología; momento que ya llegó para psicólogos
vanguardistas en el fenómeno en cuestión, porque en la historia
de la Psicología siempre hubieron quienes se dieron cuenta antes
que otros de las cosas, y por eso existió un Freud, y no una colectividad
con su mismo pensamiento en la que él fuera uno más y nada
más. La colectividad de psicólogos que consideran posible
la comunicación telepática con extraterrestres, apenas empieza
a multiplicarse. Pero si llegara el día en que alguien debiera ocuparse
profesionalmente del fenómeno y rendir cuentas a la comunidad, no
serán los ufólogos, sino los psicólogos. Porque se
tratará de cuestiones sobre estructuras y aptitudes mentales, y
no sobre platos voladores.
Quizá el
tema de los presuntos contactos telepáticos sea lo más a
mano que tenemos para establecer algún puente de comunicación
con el cosmos -y no el proyecto SETI-, y esto requiere investigación
psicológica y parapsicológica; no desmentidas "ufológicas".
Si un estudioso del fenómeno OVNI tuviera una experiencia de contacto
telepático, distinta sería su actitud; de hecho, no pocos
son los contactados que fueron ufólogos antes de su experiencia
parapsíquica. A los cuales, desde entonces, sus ex-colegas de la
ufología a quienes los extraterrestres no les interesó contactar,
los declararon "no serios" y excluidos de la ufología.
Si obtener evidencia
extraterrestre mediante una experiencia personal, es causa de discriminación,
de "excomunión" en el ambiente ufológico, nada más
indeseable que obtener una prueba: mejor seguir jugando al detective que
no encuentra nada, porque el "entretenimiento" consiste, justamente, en
que haya "misterio" y no respuestas. Por eso, con tantas respuestas que
se han obtenido en medio siglo de investigación OVNI, en las conferencias,
libros y programas los ufólogos prefieren usar las publicitarias
frases "el misterio de los ovnis", "el enigma de los extraterrestres",
"la incógnita de los platillos voladores", en vez de "respuestas
a...". Mensajes transmitidos por extraterrestres han dado muchísimas
respuestas, y son los contactados, y no los ufólogos, los que publicitan
la difusión de sus informaciones con la palabra "respuestas". Porque
quieren terminar con los misterios e interrogantes. Los ufólogos
saben que ése sería el fin del juego de misterio detectivesco.
Y, para los que lucran, el fin del negocio; para los que no lucran, el
fin del pasatiempo.
La identificación de lo "no identificado"
Los contactados y los científicos son quienes más rivalizan
con los ufólogos, y éstos con ellos. ¿Queda claro,
entonces, el por qué? Porque ante la posibilidad de ser real un
contacto, el ufólogo tiende a detractar, desmintiendo lo que no
tiene autoridad científica para enjuiciar. Y porque sin esa autoridad,
presume ser especialista en una "ciencia" que no es tal, que recurre permanentemente
a científicos verdaderos para saber si un trozo de metal o una foto
pueden revelar algo interesante, porque ella sola, por sí misma,
es hueca, es un rejunte multidisciplinario que pretende disimular su inconsistencia,
su insustancialidad como disciplina autónoma.
Lo "no identificado"
es la materia que esa gente estudia. Como de esa gente hay mucha que piensa
que ciertos casos han sido identificados como de naturaleza no-terrestre,
suena contradictorio que un estudioso de lo "no identificado" se ocupe
de lo "identificado como extraterrestre". Si un objeto, por sus características,
jamás podría ser hecho aquí, ya no sería un
OVNI, sino un objeto IDENTIFICADO como "V.E.D." (Vehículo Extraterrestre
Dirigido) o un O.V.E. (Objeto Volante Extraterrestre). Y si es esta clase
de objetos de la que se ocupan esos investigadores, no deberían
llamarse "ufólogos" u "ovnílogos" sino "vedólogos"
u "oveólogos". De hecho, el autodenominado "estudioso de los O.V.E."
Carlos Bustos -indio huarpe Wayra Intiwatana-, de la Argentina, rechazó
siempre la sigla OVNI, y la denominación ufología u ovniología,
a las que reemplazó por "oveología".
Cuestión de especialidad
Quien efectúa las presentes reflexiones era un estudioso de la astronáutica
(tanto la nuestra como la alienígena) que llegó ser testigo
de experiencias de contacto extraterrestre, que luego tuvo las suyas propias,
y que no se autodenomina "ufólogo" u "ovnílogo". Tampoco
"oveólogo", porque -pese al innovador y positivo paso dado por el
referido estudioso- esto sigue siendo más o menos lo mismo que ser
un "avionólogo". Más bien, no soy nada que termine con el
sufijo "logo" agregado a los ovnis, oves o aliens: tan sólo soy
un simple estudioso de cuestiones extraterrestres, entre ellas las naves
y sus tripulantes, sin criterio científico alguno que quiera ostentar
en tal actividad. Por lo cual, desde esa posición de estudio, no
soy juez con autoridad alguna para dictaminar si un contacto es o no es
real, desmentirlo o afirmarlo. No desde un punto de vista "ufológico"
u "oveológico" como el que, a lo sumo, podría asumir desde
mi faceta de estudioso de fenómenos extraterrestres. En cambio,
desde mi faceta de entendido en cuestiones aeroespaciales, puede ser, aunque
sea mínimamente, respetable mi parecer sobre si un vehículo
pertenece o no a nuestra tecnología. Y desde mi faceta de entendido
-al menos en las más elementales nociones- en cuestiones de psicología
y de parapsicología, también puede ser mínimamente
respetable mi apreciación sobre presuntos contactados telepáticos,
abducidos o testigos en general; pero eso por lo que yo pueda saber acerca
de la mente humana, y no de cosas de otro mundo.
Siendo que hay
muchos ufólogos que son psicólogos o ingenieros aeroespaciales,
lo que digan en favor o en contra de un fenómeno, deberían
hacerlo unos desde la psicología, los otros desde la ingeniería,
pero cuando lo hacen desde la ufología, amparándose en ser
profesionales de lo otro para parecer fundamentados, es ahí donde
cometen el error. Porque les bastaría con emitir sus juicios, sobre
fenómenos OVNI o contactistas, en carácter de profesionales
de lo que son, para merecer respeto, sin necesidad de sacar a relucir un
"título" de "úfólogos" que, en lugar de mostrarlos
como mejor fundamentados, los muestra como lo mal orientados que están.
Porque la orientación consistiría no en que la ufología
esté sustentada en dichas ciencias, sino en que el profesional de
dichas ciencias estudie los fenómenos en cuestión dentro
de ellas. No hablaría el "Ufólogo Fulano de tal, psicólogo",
sino el "Psicólogo Fulano de tal, estudioso de fenómenos
parapsíquicos-extraterrestres" o el "Ingeniero Aeroespacial Fulano
de tal", sin agregar "estudioso del fenómeno OVNI", porque a estas
alturas un profesional de la aeronáutica y el espacio que no tenga
conocimientos acerca de ovnis, no podría contestar a los interrogantes
que los gobiernos y fuerzas armadas, en especial la fuerza aérea,
procuran resolver mediante profesionales en este campo. De manera que para
explicar algo acerca del tema, pretender darse a conocer como "ufólogo"
para parecer entendido en la materia, no dejaría de ser una inútil
redundancia. Sin embargo, esto suele ocurrir.
Habiendo visto,
hasta aquí, que "ufología" y "ufólogos" son conceptos
que por algo no se han podido ganar el respeto de la ciencia, ni lugar
en ella (ni en el diccionario), no hay por el momento mucho más
que decir, sino más bien que hacer... o deshacer más bien:
deshacer un falso concepto de presunta cientificidad, en algo que no la
tiene.
Comandante
Clomro 24 de abril de 2001
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