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COMO SABRAN, SYBILA ARRENDONDO (CHILE) FUE LA ESPOSA DEL ESCRITOR PERUANO JOSE MARIA ARGUEDAS, PERMANECIÓ DURANTE 14 AÑOS EN UNA CARCEL PERUANA ACUSADA DE PERTENECER AL PARTIDO COMUNISTA DEL PERU- SENDERO LUMINOSO.

 

SYBILA FUE UNA PRESA POLITICA EN PERU. FUE LIBERADA A INICIOS DEL AÑO 2003. RECOPILAMOS ESTAS DOS ENTREVISTAS HECHAS EN CHILE PARA QUE QUEDE TESTIMONIO DE LAS CONDICIONES INFRAHUMANAS EN QUE VIVIERON LOS PRESOS POLITICOS DURANTE LA DICTADURA DE ALBERTO FUJIMORI ( régimen apoyado por la CIA en su momento).

 

TAMBIEN, INFORMAMOS QUE LA LUCHA DE LOS PRESOS POLITICOS EN PERU, AUN CONTINUA. eXISTEN EN LA ACTUALIDAD MILES DE PRESOS POLITICOS QUE ESPERAN SU LIBERTAD.

 

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dos entrevistas a sybila arredondo en chile

 

INDICE

 

1. Sybila Arredondo: una bella y cruel poesía

2. Sybila arredondo: las armas que trajo del peru

 

 

1. Sybila Arredondo: una bella y cruel poesía

 

Sybila Arredondo rescata el crudo pasado que vivió en las cárceles peruanas. Aquí nos cuenta cómo las migas de pan se transformaban en figuritas de artesanía y las espinas de pescado en agujas. En entrevista con Primera Línea habla de política, de su vida en libertad y de las atrocidades del penal de Chorrillos. Una historia de humana conciencia y de fortaleza espiritual.

 


 
Fuente: PrimeraLínea



“El reloj murmura que es preciso dormir,

olvidar la luz de este día

que no era sino la noche sonámbula,

las manos de los pobres

a quienes no dimos nada.

"Hay que dormir", murmura el reloj.

Y el sueño es la paletada de tierra que lo acalla”.

 

Jorge Tellier.

 

Fotografía: Carlos Juica

Sybila Arredondo, chilena e hija de la escritora Matilde Ladrón de Guevara, ya dejó sus años de encierro y ahora por las mañanas ve pasar los autos por Providencia. Duerme con las ventanas abiertas y contesta el teléfono, calienta la comida en una cocina y puede escribir. Todos ritos básicos de una sociedad de la cual no pudo ser partícipe durante 15 años.

 

Tiene una voz viva, una marcada lucha por los demás que asombra, pareciera que nada queda para ella y siempre está dándole vueltas a la política. Dice que todos deberíamos estar involucrados, que no se debería hablar de una “clase política”, que si fuéramos parte no habría tanta corrupción. En fin, la política como forma de vida.

 

Sybila Arredondo fue sometida al castigo del encierro, su pecado fue visitar a los presos políticos de Perú, sus faltas son haber entregado comida y agua a quien no lo tenía. Nunca, como quedó comprobado, trasladó explosivos ni fue una de las mujeres más peligrosas del Perú, como lo afirmó alguna vez el ex presidente de esa Nación, Alan García.

 

No sé si se imaginan estar veintidós, veintitrés y hasta veinticuatro horas sin luz. Durante años mantener conversaciones a través de rejas, visitas de locutorio una vez al mes, y prohibiciones, muchas prohibiciones: libros, radio, lápiz, televisión, papel, tijeras, agujas, espejos, familia y luz, entre muchas otras. La anulación completa del ser humano, la búsqueda de la locura como medio de represión.

 

En el Establecimiento Penal de Régimen Cerrado Especial de Mujeres de Chorrillos, las espinas de pescado se transformaron en agujas para bordar y cocer; “el huesito de pollo de la escuálida sopa, en una posibilidad de realizar flautas o quenas en miniatura”; la tintura de una bolsa de supermercado en una tinta para hacer artesanías; la miga de pan en figuritas. El espíritu es la única arma para combatir y mantenerse fuerte como si fuera lo último en la vida, lidiando contra la vejez prematura y la injusticia de uno de los lugares de reclusión “más restrictivos de toda América Latina en la época contemporánea”.

 

En ese lugar, las presas destruían sus ropas para crear animalitos y así sentirse madres y recuperar la ligazón con sus hijos perdidos. Luego de muchos esfuerzos lograron verlos, sus hijos las desconocían y lloraban desconsoladamente.

 

Sybila Arredondo cumplió con su condena en Perú, una pena de 15 años de prisión, acusada de transportar explosivos en un auto, algo que niega y que nunca fue probado por los jueces sin rostro de ese país (uno de los firmantes de la condena, hoy está preso por corrupción). Ahí comenzó su vía crucis, su cruda realidad carcelaria, algo de lo que no le gusta hablar, pues prefiere contar las pequeñas historias –no menos terribles- de su actividad en prisión. Éste es su relato.

 

Sybila en Canto Grande

 

Sybila invita a sentarse en el comedor de la casa de su madre para iniciar una larga e interrumpida conversación. Los llamados de aliento y los besos de su hijo Inti, quedan en la memoria. El suave cariño y las miradas certeras, su voz de melancolía y pasión por la política.

 

“Cuando llegué a Chile fue maravilloso, fue intempestivo, muy lindo. Estuvo todo tranquilo, estaba amaneciendo en Santiago. No sabía si había alguien esperando. Cuando llegué donde estaba el público, vi a mi sobrino. Y me avisaron que Inti (su hijo) me estaba buscando, nos encontramos y fue puro cariño. Cuando entramos por Américo Vespucio y Huechuraba era otro país, pero al ver la cordillera y después Providencia, empecé a recuperar mi paisaje, a recuperar mi infancia”, cuenta.

 

Una gran alegría que comenzó cuando logró la libertad y se despidió de un lugar donde dejaba parte de su vida, historias que construyen un mundo. “Estaba muy alegre al salir en libertad. Cuando una compañera se iba de prisión había siempre un sentimiento contradictorio. A mí también me pasaba. Cuando se fue la compañera que vivía conmigo sentí una inmensa alegría, pero también uno piensa en que ya no va a estar, sobre todo cuando te llevas bien”.

 

Ahí se inician los vínculos que nunca se rompen, Sybila cuenta que con su compañera de celda se dio una bella amistad. Ella era de la misma zona (Andahuaylas, en el pueblo de Oripas) donde había nacido su esposo, el fallecido escritor peruano José María Arguedas, lo que creaba una complicidad en el encierro.

 

“Recuerdo que tenía problemas con la lengua porque originalmente ella era Quechuhablante, entonces comenzó a aprender castellano cuando vino a Lima. Te cuento esto porque de esa relación salieron cosas muy buenas. Cuando ella cometía un error lingüístico yo la corregía”, dice.

 

Y así, en sus eternas compañías, mientras las compañeras cocinaban o bordaban prendas –permisos que lograron luego de muchos años de lucha- otras leían en voz alta para todo el resto. “Ella me contaba que en el lugar en que había estado antes, le pedían que leyera y cuando lo hacía nadie le entendía. Entonces mientras estuvimos encerradas en la celda, le enseñé cosas. Un día le pidieron que leyera la Biblia porque queríamos estudiar algo sobre Moisés y leyó. En esa oportunidad nadie le dijo que no le entendían, entonces nos dimos cuenta que había aprendido. Fue una gran alegría para ella”.

 

Sybila dice que las imágenes de humanidad entre las “compañeras” se proyectaban a cada instante. El aseo, la cocina, el lavado personal, todos ritos que de alguna forma lograban mitigar lo terrible. “Al principio no nos dejaban salir ni a la cocina, no podíamos salir ni de la celda. En fin, eso es lo que tiene la prisión política, no es lo mismo que la de delincuentes comunes, ellos son individualistas, en cambio en la política justamente prima la política, el bienestar del conjunto, solucionar los problemas enfrentados a un sistema muy represivo”, describe y sus ojos se cierran por un minuto.

 

Luz, luz, una pequeña luz

 

Una luz podía transformarse en vida, las ampolletas de 25 watts para ocho celdas eran una monstruosidad. Durante dos años iluminaron sus actividades con esa leve energía. “Nosotros comenzamos a tratar las cosas en forma política, les dijimos a las autoridades que eso no era correcto, nos estábamos destruyendo la vista. Teníamos prohibidas hasta las agujas en un comienzo”.

 

Y cómo no enloquecer, le comentó a Sybila y su optimismo se respira cuando responde. “Había algunos casos patológicos, pero justamente nosotros debíamos esforzarnos para que no sucediera. Las compañeras sabían sacar de cada una, lo mejor. En mi caso por ejemplo, se enteraron de que yo hablaba francés y comencé a enseñarles, claro que en condiciones muy precarias, sin textos, sin pizarras, todo tenía que ser oral. Durante ocho años no tuvimos lapiceros, estaban prohibidos. A mí por una cosa excepcional me dieron un lápiz (en el año ’97) y un pequeño papelito. Tenía que hacer cartas colectivas para toda mi familia. Yo imaginaba que estaba sentada con ellos en una sala”, cuenta.

 

Fotografía: Carlos Juica

El sol salía a las seis y llegaba muy poca luz, pero cuando esa gota de luminosidad las visitaba, de inmediato comenzaban las actividades. “Era complicado, porque estábamos incomunicadas, entonces teníamos que tener delegadas, no podíamos tener una reunión, pero de una u otra manera, llegamos hacer poemas y radioteatro. Había una disposición generosa y creativa de ayudarnos mutuamente”.

 

Estaban enfrentadas a un sistema inhumano de reclusión, quizás por eso, dice Sybila, los castigos ya no importaban. “¿Con qué más nos iban a castigar?”, se pregunta mirando la alfombra morada que cubre el piso del departamento.

 

Las condiciones en las que vivían eran de castigo de por sí, los familiares traían comida en sus visitas debido a la precariedad de los alimentos de la prisión. Pero si descubrían a alguien con tijeras o una aguja, las visitas eran suspendidas y se les negaba la única vez al mes que se podía ver a un pariente.

 

“La visita era por locutorio y duraban treinta minutos, no podíamos tocar a nuestros familiares. A veces nos castigaban sin salir al patio, salidas que también duraban treinta minutos. Las mamás del penal desarmaban su propia ropa y hacían animalitos, hacían un elefante por ejemplo, eso era para tener acercamiento con sus hijos porque no les permitían verlos. Cuando los dejaron entrar después, era muy doloroso porque los más pequeños habían perdido esa ligazón con sus madres. Los sistemas que aplicaron fueron los más restrictivos que han habido en toda América Latina en la época contemporánea. El hecho de no permitir cocer con una aguja, era un intento para que dejaras de ser humana, en el fondo buscaban anular la racionalidad nuestra. Volverte loca, eso era lo que buscaban”, reflexiona con fuerza. Hasta este minuto Sybila se ha mantenido incólume con su relato.

 

Quizás por eso, el programa de Televisión Nacional De a , cuyo animador es ese personaje de cabeza roja que relata goles, suspendió su visita. El espacio fue ensayado y todo, pero finalmente no se transmitió.

 

La cárcel: una bella colmena

 

-¿De dónde sale esta fuerza tuya para enfrentar todo lo que cuentas?

-La fuerza salía de lo colectivo, éramos más las que querían ayudar que las que sufrían. Estudiábamos inglés, filosofía, cosas fundamentales. Siempre los estudios se profundizaban. Se concretaban cosas que eran positivas y con un fondo hermoso.

 

- Imagino que algo le debes a tu infancia, tu madre dice que siempre notó que eras distinta.

-Mi madre dice que me parezco a mi padre. Verdaderamente uno tiene una formación desde la infancia, siempre tuve suerte, nunca tuve necesidades que no se hayan cumplido. En cuanto a estudios, aprendí mucho, en mi colegio Alianza Francesa. Siempre pude viajar y estudiar algunas cosas en Europa, mi base era equilibrada, entonces yo no podía dejar de compartir eso viendo tanta necesidad, gente que no sabía leer, no sé. El tiempo se me volaba enseñando y regalando lo que sabía a mis compañeras.

 

- Una vez entrevisté a tu madre y ella me decía que lo social estuvo muy marcado en ti.

-Yo le echaría la culpa a la revolución francesa… (se ríe entusiasta) fue la época que me tocó vivir, yo estaba en un colegio francés cuando se dio la Segunda Guerra Mundial, ahí pude tomar clara conciencia de todo. En mi colegio todas las mañanas se encontraba uno con un mapa extendido donde se anotaba los avances de los alemanes y de la resistencia. Mi madre también se preocupó de inculcarme eso, ella luchaba por el voto femenino y yo recuerdo que íbamos con mi abuela a escucharla cuando hablaba como directora del partido femenino.

 

- Hace un rato te escuché decir que la cárcel era una gran colmena...

- Sí, de verdad era una colmena, teníamos tareas de producción. Me cuesta describirlas porque las maneras de trabajar con el tiempo fueron cambiando. La aplicación de algunas ideas políticas redundaba en qué teníamos que hacer o en qué conseguíamos, porque era una contienda de ideas y fundamentaciones. Llegó un momento en que se dio una ronda de conversaciones del Partido Comunista del Perú, en esta ronda se definió luchar por una acuerdo de paz y sentar bases. Ahí ya se estaba hablando de un acuerdo de paz, se quería dejar la lucha cruenta. Esto implicaba respeto, porque al principio hasta nos apaleaban.

 

El presidente del partido habló con Montecinos (Vladimiro, el corrupto colaborador de Fujimori) y se comenzó un trato político de conversaciones. El acuerdo de paz nunca salió, pero se fueron consiguiendo mejores condiciones. Al principio ellos pensaron que estas conversaciones eran puras tácticas, pero no era así porque era una necesidad para nosotros. Llega un momento en que el Presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, le dice a Fujimori que revise sus cárceles, que ese sistema no podía seguir así.

 

Fotografía: Carlos Juica

- Aquí la política cumple un papel muy importante por lo que cuentas.

- Sí, por ejemplo, a nosotras nos decían que podíamos salir al patio y seguíamos estrictamente con la regla, esa era la única forma de que nos respetaran. Así se dieron cuenta que nosotras solucionábamos los problemas mejor incluso que ellos mismos. Por eso, nos permitieron tener delegadas para que conversaran con las autoridades de la cárcel. Fuimos imponiendo lo racional para pedir cosas. Hubo un tiempo que se nos prohibió que entraran telas rojas, por todo eso del comunismo, pero después lo permitieron, lo que te quiero decir con esto es que siempre logramos todo conversando. La política era muy importante.

 

-¿Cómo viviste tus cambios físicos, esa vejez que te llegó de pronto?

- La fuerza que yo tengo no la tiene otra, tengo una resistencia que me ha dado este tipo de contingencia y enfrentamientos. No puedo calibrar el asunto, pero no me siento tan mal. He ganado cosas y he perdido otras, pero la vida es así, no se puede vivir eternamente. Hay que saber lo bueno que uno tiene y darlo a los demás.

 

- ¿Sientes que los gobiernos de la Concertación hicieron poco por ti?

- En realidad era un problema interno en Perú. Era todo un proceso, yo no podía exigir que Chile pidiera que fulana de tal por ser fulana de tal, saliera. Yo sabía que mi madre movía el mundo, soy la única que tengo un expediente continuado en la Naciones Unidas, porque en general el resto siguió juicios que eran llevados por abogados ligados a la OEA. Había un interés por mi caso, sobre mí estaban los ojos de mucha gente, entonces más razón para ayudar a mis compañeras campesinas, la madre de mi compañera de celda por años pensó que su hija estaba muerta, los procesos eran muy complicados. Mi caso era demasiado complejo. Para un delincuente común podría haber sido más fácil.

 

Su visión de Chile y el libro de Arguedas que viene

 


 

Todos a la política

 

“El nivel de lucha política en Perú está muy en baja. Los políticos no tienen concepciones firmes. En el Congreso hay muchos tránsfugas, no tienen consistencia, no tienen concepciones políticas ni económicas. Como hay neoliberalismo, entonces ya, se conforman con eso”, explica Sybila.

 

- ¿Los latinos vendemos ideologías y los gringos nos dan sus productos. Ellos tienen la economía que quieren y firman un tratado?

- Eso le pasa a Toledo y da vergüenza. Cuando Bush fue a visitarlo, él lo abrazaba y no sé, si fuera sólo apariencia, da lo mismo, pero no.

 

- ¿Piensas que los chilenos son paternalistas, que siempre están esperando que los demás hagan lo que ellos deben hacer? ¿Te molesta que nadie reclame y todos pasen por encima?

-Eso es ahora, porque antes la gente luchaba por sus causas. No debe haber clase política, todo el mundo debe ser consciente de lo político. Hay que hacer una política para que la gente no se muera de tuberculosis, para que los niños puedan ir a la escuela y aprender.

 

- ¿Qué piensas de la aparición de la corrupción en Chile?

-Si la gente está mejor, de por sí hay menos corrupción. Mientras más politizada está la gente, menos corrupción hay. Me he fijado que muchos hijos de amigas están completamente des- politizados y ahí entonces entra la droga y todo eso. Si se tiene algo de política, puedes profesionalizarte, profundizar lo que te gusta…

 

- Eso pasa también porque no hay un contagio de parte de los políticos...

-Antes, cuando yo estaba en Chile, la gente era recontrapolitizada. En Perú pasa que la gente está muy desinformada, Esa es una nación en formación. Hay un fomento del problema étnico y un desmedro de la lucha de clases. Me ha preocupado que en Chile unos gringos se han comprado no sé cuántas miles de hectáreas y que tienen una especie de colegio.

 

-¿Y los mapuches?

- Ese tema está muy fuerte, pero el problema no es el pueblo Mapuche, sino la gente que se puede aprovechar de eso, por política incluso, porque está muy elegante hablar de eso. ¿Qué han hecho los norteamericanos en Yugoslavia? Han hecho un sancochado de divisiones, han reducido algo que luchaba por ser una nación. No sé como será acá todavía.

 

-Al pueblo Mapuche se le acusa de estar ligado a grupos terroristas y no se les reconoce una capacidad de organización propia...

-Aquí ha vuelto un poder de la burguesía y qué ha pasado, se reventó todo. La política cambió, con un sistema como el que se está llevando todo. Hay que ver el proceso étnico, pero dentro de la lucha de clases, porque también hay mapuches que son unos explotadores y no les importa nada una vez que tienen el poder.

 

- Tú crees que la contienda sigue siendo la misma de siempre. ¿Luchar contra el imperialismo?

- Sí, de todos modos. El imperialismo norteamericano se analiza de una forma más grande y se ve que ellos son potencia hegemónica, porque Francia y todos los que eran potencias coloniales se tuvieron que unir. Ahora lo que pasa con los musulmanes… aparentemente como perspectiva lo mejor que podría suceder, es que se forme un frente anti- imperialismo yanqui.

 

José María Arguedas

 

“Lo ideal es que yo pueda ir y venir a Perú, quiero trabajar y ordenar el material de mi esposo, buscar originales que seguramente deben estar todos apolillados. No sé ni siquiera si voy a tener que dejar el trabajo de anotación, porque si conseguimos financiamiento vamos a tener que trabajar rápido. Por lo pronto quiero recuperar la vida que perdí, mi madre y mi familia. Hay una cosa que me emocionó mucho, dentro de poco me voy a juntar con mis compañeras del colegio, ellas me han llamado, va a ser muy bonito”, nos cuenta al terminar la conversación.

 

Unos días antes de entrevistar a Sybila, regalé una colección de lápices que tenía en mi cuarto. Junto con las lapiceras obsequié unos cuadernos universitarios que aún tenían unas hojas huachas para escribir. Sybila me dijo que en la cárcel tenían prohibidos los lápices y los papeles y que con una pequeña ampolleta de veinticinco watts iluminaban los pabellones donde se encontraba prisionera. Esa es la historia.

 

 

 

 

2. Sybila Arredondo:

LAS ARMAS QUE TRAJO DE PERÚ. 

 

 

Fue culpada de llevar armas a Perú en apoyo a grupos guerrilleros, hecho que nunca se comprobó. Puesta en prisión y señalada por el ex presidente peruano Alan García como la mujer más peligrosa del país; fue también acusada de alta traición a la patria por Fujimori. En diciembre pasado, Sybila Arredondo regresó a Chile tras 14 años de presidio y, con curiosa mirada, nos cuenta cómo ha sido su reencuentro con Chile durante estos meses. Por Pablo Soto y Ana María Olivares.

 

Ella con los ojos cerrados va de un lado a otro de la habitación, un hombre vestido de negro trata de adivinar cada uno de sus movimientos para evitar que choque contra los muebles. Ella se desplaza libre, sin aparente dirección. Choca con las paredes, rebota una y otra vez, se agita. Otro hombre la sigue muy de cerca con un micrófono y, sin embargo, no logra captar más sonido que el de su respiración como un murmullo doloroso. No es necesario oírla para escuchar sus gritos.

 

La escena corresponde a las primeras imágenes de “Hable con ella”, última película del español Pedro Almodóvar. En la cinta, el cineasta busca demostrar cómo las mujeres siguen siendo un total misterio en un mundo predominantemente guiado por los hombres, aun más cuando nos enfrentan a su silencio. Un silencio que, a ratos, se convierte en una arma más poderosa que mil palabras.

 

Después de siglos de permanente subordinación, en que millones de mujeres han levantado sus voces en la lucha por conseguir espacios de igualdad frente a los hombres, hay otras cuyo obligado silencio las ha convertido en protesta en sí mismas.

 

Días después de cumplirse un aniversario más del día internacional de mujer, fuimos a la búsqueda de una mujer que, por quince años, estuvo recluida en una de las cárceles de alta seguridad más estricta de América. Una mujer cuya voz fue callada y que, en su mudez, encontró las experiencias de vida que hoy la convierten en un ícono de lucha.

 

Sybila Arredondo, hija de la escritora Matilde Ladrón de Guevara, nos abrió las puertas de su casa y sin, miedo a recordar, nos habló de su extenso paso por Perú. Madura, atenta, sencilla y cauta hizo un balance de estos meses de libertad. Habló de política, guerra, reivindicaciones femeninas y de cómo ha enfrentado este verdadero “desencuentro” con Chile.

 

La guerra de Bush

 

Cuando llegó a Chile, después de quince años prisionera en Perú, fue impactante ver en su rostro el dolor y cansancio del encierro. A ratos, y de no ser por las obvias diferencias, era difícil distinguirla de su madre porque se veía mucho mayor. Sybila volvía a su país y, en su mirada, se notaba el miedo de enfrentar una vida completamente nueva, una vida que dejó guardada entre sus libros y que hoy la recibía de vuelta, pasándole la cuenta de su larga estadía en Chorrillos.

 

Esa imagen pretendíamos encontrar cuando nos acercamos a la puerta de su departamento. Sin embargo, dimos con una mujer rejuvenecida, de voz dulce pero fuerte, de piel lozana, de mirada fija y reflexiva. Una mujer inteligente, tranquila y certera que, con mucha garra, trata de dejar atrás el sufrimiento de un encierro injusto.

 

Fue invitada por una organización feminista a celebrar el día de la mujer, y al ser consultada sobre la importancia de esta fecha, es tajante al afirmar que “hay que recordar que son fechas internacionales y, por tanto, no hay que ser chovinistas. Para mí tiene un significado más allá de lo que significa ser hija de Matilde. Yo siempre celebré este día, incluso cuando estaba incomunicada. Nosotras hacíamos coincidir la fecha con las visitas y preparábamos presentaciones de teatro y danza, era una forma de demostrar y demostrarnos que aunque nuestra situación era crítica, no nos olvidábamos que estábamos ahí por ser las mujeres que somos. Debemos celebrar, pero a la vez dejar claro que la emancipación de la mujer no se desliga en absoluto de la situación del hombre. Las desigualdades de nuestros derechos no es una cuestión que nos concierna sólo a nosotras”

 

 

Evaluando el desarrollo de los movimientos femeninos en Chile. ¿Cree que este trabajo carece de algo todavía?

 

No puedo opinar mucho, porque en este momento estoy recién tomando contacto. Es cierto que, desde los años 70 y 80, los movimientos femeninos han perdido la perspectiva y su vínculo con los problemas comunes más cercanos, acercándose a una vertiente social demócrata. Aunque eso es reflejo de una situación general, ya que en el año 70 había fuertes movimientos de liberación y quizás todavía no se esbozaban los problemas del avance del capitalismo, por lo menos no en América latina. El movimiento femenino siguió la corriente y eso perjudicó a las mujeres que viven con mayor intensidad la lucha y la violencia. Son ellas las que deben tomar las raíces políticas de lo que es la lucha de clases, que es mi postura.

 

 

En Chile, las presas comunes se ven discriminadas en sus derechos ante los hombres, pero también existen prisioneras políticas que han denunciado otro tipo de discriminaciones ¿Cómo viviste tú esa diferencia en el trato de géneros?

 

Las situaciones más dramáticas que yo podría relatar están relacionadas con eso, en la existencia y aplicación de medidas reaccionarias y muy restrictivas en contra de las mujeres y, sobre todo, de las presas políticas. En nuestro caso, las compañeras no podían dar a luz ni tener a los niños en la cárcel; las sacaban a la maternidad y, luego de dos o tres días, debían entregar a sus hijos a algún familiar o se los llevaban a orfanatos. Esa parte era una de las más duras e injustas, porque los niños perdían cualquier conexión con la madre, mientras que las presas comunes sí podían criarlos.

 

Algunas tesis afirman que los movimientos feministas, en América latina, siempre se han visto aparejados a los modelos europeos o norteamericanos. Otros, sostienen que la fuerza de lucha proviene de las mujeres indígenas que siempre fueron más fuertes y ligadas a situaciones más duras. ¿Cuál fue tu experiencia al respecto dentro de la cárcel?

 

Creo que la mujer latina, en su historia y hasta ahora, es más política; quizá porque las europeas tengan intereses más puntuales que hablan de cuestiones ya solucionadas. Ellas luchan por cosas más complejas, mientras nosotras acá seguimos en torno a temas elementales como derechos de maternidad y al trabajo. El resto son cosas que no se diferencian con las que piden los hombres. En la cárcel, nosotras vivimos situaciones difíciles para cualquier tipo de mujer. Hasta diciembre del 2000 pasamos 23 horas encerradas; luego de eso, tuvimos talleres de danza y teatro porque notaron que teníamos secuelas graves producto de no hacer ejercicios. En las celdas el espacio era muy reducido y, además, debíamos sentarnos en el suelo.

 

 

Leonas de invierno

 

Durante el año 98 la escritora Matilde Ladrón de Guevara, madre de Sybila Arredondo, escribió “Leonas de invierno”, libro que compila las memorias y relatos de una mujer desde la década del 30 hasta ahora, donde relata, además, su experiencia como madre de una prisionera política. Hoy, Sybila reparte su día entre la lectura, viajar en metro e ir hasta una feria donde firma el libro de su madre y se toma fotos con quienes la reconocen. Se siente agradecida del cariño de la gente y comprometida a contar lo que vivió en las cárceles peruanas. Le han pedido que escriba sus memorias, pero quiere tomarse un año sabático para aterrizar y resolver algunas cuentas pendientes.

 

¿Cómo fue el reencuentro con su madre?

Fue como una pequeña revolución en esta casa; en principio, tuvimos algunos problemas pero hemos sabido encontrar soluciones. Mi madre ya es muy mayor y espero que pueda tener una vida menos dolorosa después de todo lo que le ha tocado vivir. Yo siempre digo que ella es quien más ha sufrido, porque para nosotras habían tantos problemas que solucionar, que no nos dábamos cuenta si nuestros familiares estaban sufriendo. Teníamos problemas graves, pero todo se resolvía con mucha política, entendida como vehículo para resolver los conflictos de la mayoría. Por ejemplo, en tres años tuvimos 22 compañeras con tuberculosis y hubo que tomar medidas extremas: Tomamos toda la leche que llegaba y la redistribuimos, reduciendo la cantidad de la que estábamos sanas y dársela a las enfermas, ya que si no, se nos morían. Sin embargo, esas cosas no nos apabullaban; al contrario, sentíamos que era lo más justo y que había que hacerlo. En ese sentido, yo sufrí menos que mi madre, porque ella estaba centrada en un mismo problema, mientras nosotras tratábamos de solucionar la vida para no morir.

 

¿Cómo fue ser hija de una mujer tan activa y feminista?

Tengo la sensación de llevar conmigo muchos fundamentos. Yo me revelé a los 16 años y tomé mi camino, que era muy propio, pero ahora lo analizo y me doy cuenta que siempre he estado relacionada con actividades que tengan que ver con la literatura, desde la perspectiva más teórica. Hay una ligazón con mis antepasados. Siempre hay una especie de relación con los conocimientos más folclóricos adquiridos con las parientes y familiares que refuerzan la enseñanza académica. A mí me ha pasado eso que, en lo fundamental, no ha habido gran ruptura con lo que hizo mi madre.

 

¿Y esa ligazón también te dejó relación con el área más feminista?

También tengo algunos de esos fundamentos, siempre ha habido mujeres que han roto un poco las formalidades, incluso desde los tiempos de la Biblia. La política debe considerar el campo femenino en específico, pero hay otros campos muy importantes dentro de esas especificaciones.

 

¿Parece que no te acomoda el término feminista?

Me acomoda más el término femenino. A las feministas se las ve como liberacionistas, cuando el problema del género femenino y su emancipación, no puede desligarse de los problemas que las mujeres compartimos con los hombres. Lo feminista tiene un ideal que alguien podría asociar al lesbianismo, porque aleja y rechaza todo lo que tenga que ver con hombres. Lo que queremos solucionar son problemas de todos a través de políticas correctas, en ese sentido, no podemos desvincularnos de los problemas de los varones.

 

¿Cómo ha sido aterrizar en este Chile con Ricardo Lagos como Presidente de la República, con casos de corrupción y reality shows?

Ha sido como un desencuentro con ese Chile que me tocó vivir en mi adolescencia. Tuvimos un gobierno que rompió con todas las estructuras nacionales, entonces simplemente se aplicó el neoliberalismo, como ocurre en Perú o en Argentina. Es una cuestión internacional que habla de guerras sin especificar el tipo de guerra que ataca. Yo me siento algo desfasada en cuanto a las posiciones que se dan en función de estas movilizaciones. Por otra parte, hay una evidente falta de interés por la política que nace de una baja valorización por la filosofía y que potencia sólo la tecnología. Entonces, el Estado ha perdido fuerza, es un Estado decrépito. Es cuestión de mirar lo de la corrupción que, pienso, es más un efecto que una causa. En todos los países se habla de corrupción, por no hablar de las cosas fundamentales que llevan a la corrupción, las cosas que llevan al descontrol.

 

Este año las reivindicaciones de las mujeres fueron a favor de la paz y en contra de la violencia ¿Qué opinión te merecen estas demandas femeninas?

He escuchado críticas de que las reivindicaciones son bastante generales, como que les falta especificidad para sostener una dirección más importante en el campo de lo que es la lucha feminista. Yo no podría fijar una opinión porque todavía no me doy cuenta. Por supuesto, hay cosas comunes como el tema de la violencia, pero eso también cabe dentro de un contexto social y económico, no son situaciones que afecten a las mujeres de manera desligada de los hombres. Respecto de la guerra, creo que hay una enorme contradicción entre lo que significa la guerra y la paz. En este caso, yo prefiero decir que estamos contra la guerra de Bush, porque estar contra la guerra a secas significaría también ir en contra de la eventual defensa que haga Irak. Esta es una guerra de rapiñas, como dirían los clásicos socialistas, que no se justifica y que verá como principal sacrificado al pueblo.

 

Para muchos es una guerra anti terrorista...

Una guerra política. A mí me inquieta bastante que los gobiernos actuales señalen como delincuenciales las acciones políticas de la gente. Hay que estar atentos a este nuevo concepto de terrorismo que nace de la política norteamericana y que les es muy cómodo. Para ellos todo es terrorismo, así se pida que a una no la voten de la casa que arrienda. Este es un problema político, de políticas internacionales, que impide un determinado tipo de lucha, en defensa de una posición contraria a una fuerza única y hegemónica.

 

 

 

Publicada el viernes 14 de marzo de 2003

Por: José Miguel Labrin Elgueta