"Sands of Iwo Jima" (1949)
"Arenas
sangrientas" es un film decisivo en la carrera de John Wayne, no sólo por
el gran éxito comercial o por su extraordinaria calidad cinematográfica, sino
por que su trabajo en la película iba a recibir la primera nominación al Oscar
de su vida. Era el espaldarazo de la industria de Hollywood después de veinte años
y más de 100 películas a sus espaldas.
Allan Dwan logró plasmar el heroísmo, la dureza y el valor de un puñado de hombres que se tiene que enfrentar con la muerte cara a cara y día a día. "Arenas sangrientas" no sólo cuenta con unas impresionantes escenas bélicas, cuyo realismo se ve aumentado por la frecuente inclusión de secuencias documentales, sino que además contiene momentos de hondo sentido dramático.
Wayne es en esta obra la perfecta encarnación del héroe americano, pero su heroísmo es doloroso y lleno de renuncias, ya que Stryker no es un hombre perfecto sino alguien que ha fracasado en muchos aspectos de su existencia. No es un hombre perfecto, nos dice Dwan y James E. Grant, pero sí un hombre entero, y con eso basta.
El fondo de la trama es histórico y corresponde a la célebre
batalla de Iwo Jima, en la que un grupo de combatientes inmortalizó su gesta
con esa famosa fotografía de varios hombres izando la bandera americana y que
daría la vuelta al mundo. El tono es patriótico, por supuesto, pero nunca
patriotero, ya que sus protagonistas son seres humanos y no muñecos, y esto es
así aunque algunos críticos hablarán de clichés a la hora de comentar
la acción de los personajes. No importa lo mas mínimo, ya que Arenas
Sangrientas posee el sabor dramático de la autenticidad simbolizada en una
escena que vale por cien palabras, aquella en que un muchacho, herido de muerte,
comienza a rezar en hebreo: Israel … ¡Oh! Aleluya, y muere. Stryker le
cierra los ojos con semblante inmutable y musita: Amén. Eso es cine.