John Wayne "Duke"


Marion Michael Morrison, verdadero nombre de John Wayne, nació el 26 de Mayo de 1907 en Winterset, Iowa. Sus primeros años, que podrían definirse como una juventud típicamente americana, con traslados familiares, excelentes calificaciones y participación activa en diversos equipos de rugby pre-universitario, difícilmente hubieran inducido a pensar que aquel joven llegaría a convertirse con el tiempo en una de las leyendas inmortales del Séptimo Arte y en el único actor que a lo largo de su carrera, que cuenta con más de 140 títulos, jamás daría vida al "malo" de la película.

Al que buena parte de las estrellas de Hollywood, Wayne fue a parar a un estudio de cine por pura casualidad. En este caso debido a la crisis económica desatada en 1929 que tan solo un año después afectaría directamente a su familia, forzando al joven jugador de rugby a buscar un empleo con el que contribuir a la maltrecha economía paterna. Curiosamente dicho empleo, que consistía en cargar y descargar los elementos de atrezo de las películas que se rodaban en los estudios de la Twentieth Century Fox aprovechando sus excelentes cualidades físicas, le fue proporcionado por Tom Mix, arquetipo del héroe que más tarde encarnaría Wayne a lo largo de toda su filmografía. Dicho empleo no resultaba demasiado atractivo, salvo por la paga, 35 dólares a la semana, para uno de los pocos jóvenes de su época que nunca antes habían mostrado un especial gusto por el cine. Pero el destino quiso que John Ford, su auténtico descubridor, necesitara completar el casting de su película "Mother Machree" con varios individuos de aspecto rudo. Aún no había llegado el tiempo de las grandes películas que convertirían a Ford en uno de los mejores directores de la historia, lo que significaba que "Mother Machree" era el típico producto de serie B en cuyo rodaje se contaba con unos medios verdaderamente escasos, lo que impedía la contratación de rostros conocidos.

Tras esta primera experiencia ante las cámaras en un plano compartido que apenas dura unos segundos, Wayne regresó a su trabajo de mozo de carga durante unos meses, ya que pronto sería nuevamente reclamado por Ford para interpretar un papel de escasa relevancia en "Hangman´s house", la primera película en la que el famoso director retornaba a sus orígenes irlandeses que 25 años después sirvieron de punto de partida a "The quiet man" ("El hombre tranquilo"), una de sus mejores y más logradas colaboraciones con John Wayne.

A esta película siguieron otras de idéntica modestia, y todo hacía indicar que la futura estrella vería su actividad reducida a la poca onerosa categoría de "chico para todo" cuando Raoul Walsh decidió confiar a Wayne un papel protagonista en "The big trail" ("La gran jornada"), el primer western de gran presupuesto y, a la vez, la primera experiencia del cine en pantalla de 70 mm en la que también participó un entonces desconocido Tyrone Power. A partir de ese momento, y pese al fracaso económico de la película, Marion Morrison, ya convertido en John Wayne, por mediación de los ejecutivos de la Fox, comenzó su larga lista de colaboraciones en películas de bajo presupuesto en las que se requería la presencia atlética y formal capaz de dibujar el rostro masculino y humano del salvaje Oeste sin caer en el maniqueísmo de otros actores de aspecto más refinado y culto.

Según palabras del propio Raoul Walsh, se trataba de que Wayne se interpretara a sí mismo en una época en que la irrupción del sonoro había sembrado Hollywood de antiguos actores en exceso recargados y teatrales; "un simple paseo de Wayne, su forma de empuñar las armas o su sola presencia ante la mujer protagonista decían más que cualquier frase escrita por el mejor de los guionistas".

A pesar de opiniones tan favorables, habrían de transcurrir 10 años hasta que John Wayne comenzara su carrera estelar propiamente dicha. Una vez más, fue John Ford quien le dio la gran oportunidad al ofrecerle el papel de Ringo Kid en "The stagecoach" ("La diligencia"), película venerada por la crítica y el público desde el momento de su estreno y que con los años llegaría a convertirse en materia de estudio. Por primera vez, Wayne pudo imprimir a su personaje el carácter atormentado de un pistolero obsesionado con la idea de la venganza y redimido en el último momento por una ex-prostituta, lo que aparte de granjearle el definitivo aprecio por parte del público, le abrió la puerta de las grandes producciones, como ("Piratas del mar Caribe"), ("El largo regreso"), ("Dark command"), y ("Los usurpadores"), en la que trabajaría a las ordenes de Cecil B. De Mille, John Ford o Raoul Walsh junto a compañeros de reparto de la talla de Marlene Dietrich, Randolph Scott, Paulette Goddard y Ray Milland.

También durante estos años, que coinciden con los momentos álgidos de la 2ª Guerra Mundial, participa plenamente en el esfuerzo bélico de su país con películas como "Back to Bataan" ("Regreso a Bataan"), de alto contenido propagandístico. Finalizada la contienda, un incansable John Wayne llega a interpretar hasta cuatro películas en un año, lo que le convierte en uno de los actores más prolíficos de su época y en uno de los nombres más rentables de la industria. De aquellos años dorados datan películas como "Red river" ("Río rojo"), en la que compartía cartel con el jovencísimo Monty Clift, "Three godfathers" ("Tres padrinos"), y la trilogía Fordiana en torno a la imagen mítica de la Caballería compuesta por "Fort Apache" ("Fort Apache"), "She wore a yellow ribbon" ("La legión invencible") y "Rio Grande" ("Río Grande"), sin olvidar la nominación al Oscar al Mejor Actor de que fue objeto por "Sands of Iwo Jima" ("Arenas sangrientas").

En 1952, Wayne interpreta el papel de Sean Thorton, el boxeador irlandés que regresa a su tierra natal en "The quiet man" ("El hombre tranquilo"). Esta película de corte claramente intimista se inscribe entre las mejores de su director, otra vez John Ford, y su clamoroso éxito de crítica y público sirvió para demostrar la capacidad de John Wayne de enfrentarse a papeles por completo ajenos a su línea habitual y heroica. Una línea, ahora reforzada con el contenido ideológico de la Guerra Fría, que dominará buena parte de sus filmes, la mayoría de baja calidad -no en vano el público acudía a los cines a ver actuar a John Wayne- y que se mantendrá hasta el rodaje de la mítica "The searchers" ("Centauros del desierto").

Considerada como el primer Western crepuscular, "The searchers" aborda, por primera vez, el desarraigo de los últimos hombres del oeste ante la llegada de los nuevos tiempos, tema que se convertirá en recurrente con la irrupción, algunos años después, de la nueva tipología del género implantada por directores como Sam Pekimpah, Walter Hill y el propio John Ford. Casi de forma simultánea al tremendo avance en su carrera que supone su trabajo en "The searchers", Wayne pone en marcha su propia productora, Batjac Pictures, con el rodaje de "Blood alley" ("Callejón sangriento"), en la que tiene como oponente femenino a la sensual Lauren Bacall.

Y en 1960, y sin haber abandonado en ningún momento su prestigiosa posición en los rankings de popularidad, el actor decide pasar a trabajar delante y detrás de las cámaras, y lo hace basándose en la heroica lucha que un puñado de patriotas tejanos llevaron a cabo en 1836 frente al ejercito del dictador mexicano General Santa Ana. La epopeya de "The Alamo" ("El Alamo") queda así reflejada en una superproducción cuyo reparto estelar se compone con figuras de la talla de Richard Widmark, Laurence Harvey y el propio Wayne, quien a su vez asume las labores de productor ejecutivo y director, aunque no son pocos quienes aseguran que algunas de las escenas de masas fueron rodadas en colaboración con su amigo John Ford.

A partir de "El Alamo", que se convierte en uno de los títulos más taquilleros de los años 60, la carrera de Wayne continua sin altibajos respaldada por el público y la industria, que confía en él para que lleve a cabo la primera producción hollywoodiense en torno a la controvertida guerra de Vietnam, conflicto en el que la línea ´dura´ del gobierno coincide con el ultraconservador punto de vista del actor. Se llega así a "Green berets" ("Boinas verdes"), un acerado panfleto a favor de la intervención americana en el Sudeste Asiático que, a parte de su discutible contenido ideológico, pasa por ser una de las cimas del género bélico y que sin embargo acarreará a Wayne el primer descenso de popularidad de toda su carrera; un descenso que le alejaría para siempre de nuevas aventuras filmico-políticas (aunque en la vida real apoyo plenamente al candidato a la presidencia Barry Goldwater y al entonces gobernador de California, Ronald Reagan) y del que solo se repondrá en 1969 con la concesión del Oscar al Mejor Actor por su papel en "True grit" (Valor de ley"), premio que, paradójicamente, recogería de manos de Barbara Streisand, una de las actrices más significadas con el progresismo hollywoodiense.

En esta nueva incursión en los polvorientos senderos del Western dirigida por el correcto Henry Hataway, Wayne, más allá de retomar su papel de "The searchers", realizó una lograda autoparodia que lejos de resultar cómica -la imagen del héroe ahora envejecido, falto de fuerzas- transmitió todo el desencanto crepuscular de quien se sabía al final del camino. Para entonces la edad y un cáncer en avanzado estado, que originó una delicada operación para extirparle el pulmón izquierdo, hacían presagiar el definitivo adiós de John Wayne. No obstante, el héroe tenía cuerda para rato, como demuestran algunos títulos posteriores como "Chisum" o "The cowboys" ("John Wayne y los cowboys") de excelente resultado en taquilla. Pero lo cierto es que la enfermedad iba ganando terreno anunciando un fatal desenlace que sobrevino el 11 de junio de 1979, apenas unos meses después de que se estrenara su última película, "The shootist" ("El último pistolero"), en la que, de la mano de Don Siegel, dio vida por enésima vez a ese héroe de recto proceder y profundas razones morales que durante más de cuarenta años identificó a la estrella con el público y con el hombre real.